El insomnio de Bolívar, la metralleta del guerrillero y Fuga permanente
Sobre El insomnio de Bolívar, de Jorge Volpi, el jurado que le adjudicó el Premio Debate de Casa de América, con sede en Madrid (no confundir, please, con la cubanísima Casa de las Américas) puntualiza que “recorre, de manera inteligente y seductora, la historia de América Latina desde su pasado mítico hasta su futuro imaginado y contribuye, con humor, ironía y gran oficio literario, a la comprensión del continente americano”.
Y es la pura y neta (verdad, of course) pues en efecto Volpi, integrante, con Ignacio Padilla y Pedro Angel Palou del llamado crack de la literatura mexicana, desentraña –en cuatro consideraciones y una notable calidad literaria- las realidades que deben haber quitado el sueño al Libertador en tanto conducta histórica de los países a los que había independizado –Venezuela, Colombia, Ecuador, Perú y Bolivia- y sus vecinos cosanguíneos.
La primera consideración –a las que Volpi califica de intempestivas- parte de lo que ha quedado de Nuestra América, tanto desde su pasado como hacia su futuro, lo que con sus palabras –escrupulosamente citadas con fidelidad- expresa: “(…) llenan las primeras planas jugadores de fútbol, narcotraficantes y odiosos –odiosísimos políticos”, pero hay otros hechos y otras gentes –Cuba, Fidel o Castro, según las simpatías o antipatías que despierte, por ejemplo, que implican la esperanza.
La segunda nos indica que América Latina inventó “la democracia Imaginaria, un sistema que solo en teoría –en el papel- prescribe el libre sufragio, la división de poderes y una larga lista de derechos elementales, pero que en la realidad se encuentra dominada por la sola voluntad de un caudillo, de un partido o de un grupo”, como el PRI (Partido Revolucionario Institucional) en México, organizado desde el poder: el peronismo en Argentina; Pinochet, en Chile (puso en vigencia su propia Constitución); Fujimori en Perú, etc.
Luego subraya el desmembramiento de los estados latinoamericanos, despedazándose el sueño de Bolívar.
Balada triste de la budza y el guerrillero es el título de una novela breve. Su autor colombiano, la balada triste, la budza y el guerrillero, me hicieron pensar que la budza era el arma de un combatiente popular, quizás una metralleta.
Y nada es más lejano de la verdad, por más lógica que fuera mi conjetura. No hay duda, la ignorancia del hombre es infinita, porque una budza es una mujer inteligente y culta. Hay que mirar el diccionario, por algo lo llaman el mataburros. Y es preferible un burro muerto que un burro hablando.
Hagamos ahora un intermedio consignando una lista de nombres raros que les endilgan los padres a los hijos. Helos aquí: Lidilia, Olfa, Ghislaine, Araminta, Lotario, Elvia, Silvia, Bella (es un cuco), Blanca (es un carbón) Prepucio, Potito, Cornelio, Próculo, Curzio, Gusarapo, Próstata, Cataplasma, Locadia, Perfecta (nació coja), Stalina, AlkaSelser, Tamarindo, Caterpilar….
Gabriela Alemán, quiteña nacida en Río de Janeiro y formada en New Orleáns, cita las palabras de un predicador de la segunda ciudad, y sabe que “No hay pecado y no hay virtud, solo existen las cosas que hace la gente. Todo es parte de lo mismo y nadie puede decir más que eso”.
Su libro de cuentos se titula, en este contexto, Fuga permanente porque si todo es parte de lo mismo, aunque “podría comenzar a contarles esta mima historia de varias maneras”,(...) “por el momento no se me ocurre otra”. Y a continuación remarca: “Construimos el pasado, sin papel, fabricando recuerdos (…) en un contexto siempre inacabado, es decir, en una fuga permanente.