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Ecuador, 23 de Diciembre de 2024
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Chicos con "papás postizos"

El entrenador azuayo, Luis Chocho, se ha convertido en la parte fundamental para el trabajo de los marchistas. Ellos le consideran un padre dentro de sus actividades.
El entrenador azuayo, Luis Chocho, se ha convertido en la parte fundamental para el trabajo de los marchistas. Ellos le consideran un padre dentro de sus actividades.
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 Texto: R. Matute, E. Lara, M. Valiente y C. Novoa

Estos adultos pasan durante varias horas con grupos de niños y adolescentes. Las jornadas no son solo de trabajo, sino también de diálogos y de consejos a todo nivel. Ahí se estrechan lazos de cariño, pero también de respeto.

Entrenadores deportivos, dirigentes scouts, maestros y otros son personas que se convierten en ‘padres postizos’.

Ellos a más de enseñar, por ejemplo, a cómo patear un balón, lanzar una patada, encender una fogata o materias en las escuelas y colegios, son consejeros de estos chicos.

Su contacto con los niños puede prolongarse por horas o días enteros. En unos casos es diario y otros el sábado o domingo. Lo cierto es que después del padre y la madre, son las personas que están más cerca de los pequeños.

Así, aprenden a conocerlos, saben de sus fortalezas y debilidades y se convierten en amigos confiables. Esta relación  puede extenderse, incluso, por años.

No son parte de su familia, pero el afecto es tal que los ven como si fueran miembros de ella. Es más, son invitados a festejos como los cumpleaños, graduaciones o las primeras comuniones.

Luis Chocho, entrenador de marcha; José Luis Márquez, maestro de Taekwondo; y Agustín Cedeño, guía de los scouts, conocen bien de todo esto. 

Instructor y amigo
Atento, pero a momentos enérgico. Su mirada no se aleja de cada uno de los deportistas que están bajo su cuidado. Da órdenes y sus dirigidos aceptan con la mejor predisposición.

El parque de La Madre en Cuenca, es “su casa”. Allí recibe cada día a decenas de sus “hijos”. 

“Es una resposabilidad total, porque tengo que estar en contacto directo con ellos, ya que el atleta también es un ser humano y tengo que entenderlos.  Ellos también son mis hijos”, señala Luis Chocho, entrenador de Marcha y  presidente de la Asociación de Atletismo del Azuay.

Según el instructor, no siempre hay que ser duros, “también hay que ceder para que ellos entren en confianza”.

Agrega que él, quizás conoce más a los chicos, que sus propios padres, “uno conoce sus sentimientos amorosos, sus problemas económicos, sus situaciones en los estudios. Hablamos y a veces solucionamos los problemas”, indica.

Paola Pérez, marchista y cuarta en el mundo en China en los 50 kilómetros, escucha con atención las indicaciones, “a más de ser nuestro formador, es como un padre que nos imparte enseñanzas”, sostiene.

Cuando Luis Chocho recuerda a su padre se queda sin “respiración”. Detiene unas lágrimas y dice que él murió hace algunos años.

La semana pasada perdió a su madre y eso, asevera, lo ha golpeado muy duro, “pero debemos seguir adelante”.

Un promotor del diálogo
Julio Luis Márquez es profesor de Taekwondo y trabaja más de 15 años con menores de edad en sectores populares del norte y sur de Guayaquil.

El vicecampeón mundial de los años 80, tiene a su cargo alrededor de 90 menores, muchos de ellos provienen de hogares disfuncionales o con problemas de adicción.

Las actitudes de rebeldía no son impedimento para que antes de entrar a los entrenamientos saluden con un abrazo a su entrenador.

Estos chicos no necesitan un adiestrador o profesor que los tenga una horas gastando energías, ellos urgen de un amigo que los oriente pero que al mismo tiempo supla -en algunos casos- las deficiencias de afecto en el hogar, menciona Márquez.

Para muchos progenitores es complicado expresar sentimientos, decir: te quiero o te amo resulta ser una “epopeya” en los hogares; esas limitaciones acarrean que el núcleo familiar no se consolide, agrega.

El entrenador pasa revista a la libreta de calificaciones, los menores están obligados a ser buenos estudiantes si desean seguir con el adiestramiento.

Márquez reprime las conductas inapropiadas no con castigos físicos o verbales sino con un dialogo de autoestima, al final un chocolate resulta un respiro y calmante al desenfrenado muchacho.

Las obligaciones laborales son el factor para la ausencia de los progenitores, sobre esta problemática trabaja el esmeraldeño, quien realiza talleres para padres sobre atención a los menores, violencia familiar y drogas.

El experto cree que si a los jóvenes rebeldes se los margina y no se los incentiva, será más complicado que se complementen al entorno familiar y social.

“Un abrazo puede más que un golpe, unos minutos de charla es más poderoso que un regalo, una muestra de confianza gana corazones”, expresa.

Márquez, en el Centro Diaconal de la Iglesia de Dios, ubicado en el sector de Flor de Bastión, atiende a 20 menores muchos de ellos llegaron con problemas de conducta pero tras la comunicación correcta de este grupo hay cuatro campeones nacionales. El trabajo y la responsabilidad con los 90 hijos de sus clases no termina al cerrar las puertas del salón de clases.

El vicecampeón mundial de taekwondo, antes de inciar las prácticas, realiza charlas motivacionales a los menores quienes participan conpartiendo experiencias.

Un guía para tomar el camino correcto
Agustín Cedeño es el jefe del Grupo Scout #10 Dr. Vicente Rocafuerte de Guayaquil. Él comenta que debido a las actividades que se realiza la agrupación, muchos jóvenes lo ven como un consejero, una persona de la cual aprender, algo parecido a un padre.

“Yo siempre les dejo claro que no soy su padre, que soy su guía y que mi misión como scout es encaminarlos a que sigan el camino correcto”.

Sin embargo, explica que existen casos, especialmente de muchachos que vienen de hogares partidos, en los que le ha tocado intervenir más allá de sus responsabilidades, eso sí, todo con la autorización y conocimiento de los representantes.

“Siempre tengo presente el caso de una joven que llegó al grupo con 14 años y muchos problemas en su casa, su padre estaba preso, sus hermanos consumían drogas y la madre la quería botar de la casa constantemente porque pensaba que estaba drogándose tambien”.

Un día, cuenta, que la chica sintió la confianza de contarle y pedir su ayuda. “Estuve dos meses dándole seguimiento, aconsejándola, charlando con la madre, visitándola”. Hubo un momento de flaqueza en el que ella me dijo ‘scouter, ya escuché sus consejos pero ya pues, yo sabré lo que hago’. Esto no me desmotivó, le respondí ‘a mí no me importa que tú te quieras alejar, mi misión es hacer que triunfes, así que te puedes enojar, te puedes ir, pero te voy a seguir buscando porque tú tienes que mejorar”.

El líder comenta con felicidad que actualmente la joven tiene 19 años y cursa en primer año de universidad. (I

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