Algunos emprendedores operan en sitios cerrados como alternativa
Los food trucks siguen a la espera de su normativa
Cincuenta días han pasado desde que un grupo de dueños de food trucks (camiones de comida) empezaron un censo para tener información que facilite su legalización por parte del Municipio de Quito.
El objetivo de los food trucks ‘independientes’ era determinar el número de este tipo de negocios que laboran en la ciudad y las características de cada vehículo: cuántos son adaptados, cuántos ensamblados como tales, las marcas, las dimensiones, etc.
La meta, según Ariel Paredes (representante del sector), es obtener el permiso de funcionamiento para todos quienes han emprendido en estos negocios. Para ello, sin embargo, es necesario que el Cabildo emita una normativa que le permita regular el funcionamiento de este giro comercial.
El primer vicealcalde de Quito, Eduardo del Pozo (CREO), es el autor de una propuesta de ordenanza sobre el tema que se encuentra en trámite de aprobación.
El despacho de Del Pozo informó que esperan que la propuesta sea conocida por la Comisión de Desarrollo Económico del Concejo Metropolitano la próxima semana.
Con el informe de ese organismo, la normativa podría ser debatida por el órgano legislativo capitalino para su aprobación.
Mientras tanto, la Alcaldía insiste en pedir a los ciudadanos que se abstengan de invertir en la compra o adaptación de food trucks hasta que la norma de funcionamiento esté completa. Esto permitirá conocer cuántos permisos se emitirán y en qué sectores de la ciudad se podrá realizar esta clase de trabajo.
A pesar de ello, nuevos emprendimientos de esta clase continúan apareciendo. No obstante, para evitar problemas, muchos variaron el concepto tradicional de negocio callejero que tienen los camiones de comida para trasladarse a otras zonas.
Aquello fue a raíz de que los dueños de restaurantes y bares del sector de las avenidas Portugal y República del Salvador se opusieran a la presencia de los food truck que habían proliferado en las calles de esa zona del centro-norte de Quito.
Entonces, una quincena de estos comerciantes optó por trasladarse al estacionamiento posterior del Ministerio de Agricultura, en donde operan las tardes y noches desde julio pasado.
Eduardo Jaramillo, uno de ellos, dice que están tranquilos “porque no molestan a nadie y están relativamente alejados de lugares de comida tradicionales”. Otros, en cambio, han optado por ocupar espacios privados, como parqueaderos y terrenos.
Esto último hicieron, por ejemplo, Pablo Alomía y 2 socios, quienes crearon La Platea, un espacio que combina el concepto de patio de comidas con el de food truck. El lugar está ubicado en la confluencia de la av. La Coruña y la calle Francisco Salazar, en La Floresta.
En el sitio se encuentra comida libanesa, peruana, mexicana, sánduches, pizzas, cocteles, todo con un toque gourmet. Algo parecido intentaría realizar un medio centenar de personas, quienes planean ubicar sus negocios en 2 estacionamientos del sector de la calle La Pradera.
Jorge Cuenca, propietario de Burguer Don Gato hace 16 años, contó que la noche del jueves un grupo de estas personas llegó al parqueadero en la esquina de La Pradera y av. De la República anteanoche.
La instalación de los camiones de comida en el área ha generado inquietud entre algunos propietarios de negocios formales, sobre todo de los que atienden durante la tarde y noche.
En el caso de Cuenca, su opinión es ambivalente. Por un lado, dice estar seguro de que la ubicación de los food trucks al frente de su negocio disminuirá en parte sus ventas.
Sin embargo, considera que él tiene ventajas y capacidad de competir con sus eventuales rivales. Por otra parte, afirma que la gente ya conoce su comida y lo busca. “Además, hay diferencias en los horarios, pues ellos atienden sobre todo en las noches”. (I)
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DATOS
Los propietarios de food trucks que se agrupan en espacios cerrados establecen normas de funcionamiento que permitan su convivencia.
La principal de ellas es que no se permite la instalación de negocios con tipos de comida similares. Esto se hace con el fin de evitar la competencia entre ellos mismos y, a la vez, ofrecer un menú variado a los clientes.
A los dueños de negocios tradicionales les molesta la presencia de los camiones por la eventual baja de ventas. Además, la consideran una competencia desleal porque no pagan impuestos ni servicios.
Sin embargo, la inversión que se requiere para la instalación de un food truck no es poca. La adaptación de un vehículo, como negocio de comida, puede promediar los
$ 10 mil, según este tipo de negociantes.