El ritmo y aumento de las enfermedades están determinados, al menos en parte, por el comportamiento en la juventud y adultez, además del ambiente al que se expone una persona
Mayores de 60 años ingieren hasta 3 veces más fármacos
El número creciente de personas de edad avanzada en la población mundial ha motivado el interés y el incremento en la investigación gerontológica y geriátrica.
Muchos de los problemas de salud en los adultos mayores se expresan muy temprano como pérdida de las funciones expresadas en limitaciones para realizar sus actividades cotidianas o de la vida diaria.
Las características generales en los adultos mayores son: alta prevalencia de enfermedades crónicas, existencia de problemas de salud no declarados por considerarlos normales, la presentación atípica de síntomas que pueden dificultar su diagnóstico, tratamiento de la enfermedad en el adulto mayor que reviste la importancia de mejorar su autonomía y su readaptación a su medio habitual interviniendo sobre el paciente y su entorno, recursos de consumo sanitario elevado respecto a otros grupos de edad, pérdida en muchos casos de la capacidad para entender y asumir su propio tratamiento.
La creencia popular más extendida es aquella que dice que es posible mantenerse en buenas condiciones gracias al uso y abuso de la farmacoterapia. Las reacciones adversas por el consumo de medicamentos en la población geriátrica son mucho más frecuentes, llegando al 20%, mientras que la frecuencia desciende de un 5 a un 10% en pacientes de edad inferior a 55 años, por lo que resulta necesario hacer una evaluación de esta problemática en la población anciana.
El envejecimiento es un proceso fisiológico. Está demostrado que los pacientes mayores de 60 años consumen de 2 a 3 veces más medicamentos que el promedio de la población en general, por lo que es importante el uso racional de los mismos. El consumo de fármacos constituye una señal de alerta como problema médico en la prescripción en estas edades y el consumo excesivo pone en serio riesgo sanitario a los adultos mayores.
La polifarmacia representa un riesgo para la salud, sobre todo en las personas adultas mayores, ya que con la edad, la difusión, distribución y particularmente la eliminación de los medicamentos disminuye, de ahí que su incidencia sea significativamente más alta en este grupo de edad.
La polifarmacia puede ser definida como el consumo concomitante y regular de 4 o más medicamentos, aunque hay autores que la describen como el consumo de 5 o más medicamentos.
Se abusa del consumo de medicamentos con mucha frecuencia, especialmente en los adultos mayores, debido a su pluripatología. Paralelamente al progreso del envejecimiento de la población, se produce un aumento en el consumo de medicamentos. La Organización Mundial de la Salud advierte que las personas mayores de 65 años consumen el 25% de las prescripciones médicas. Si esta corriente continúa, se calcula que llegará al 40% en 2020.
El promedio de consumo de drogas en los tratamientos ambulatorios es de 3,5 por adulto mayor. Si el mismo anciano es institucionalizado, aumenta a 7.
El mensaje del Día Mundial de la Salud: “Sigamos activos para envejecer bien”, resume en pocas palabras el cambio de paradigma de la Organización Mundial de la Salud que propone para el siglo XXI el entendimiento de que el envejecimiento es un proceso normal y dinámico, no una enfermedad. Por lo tanto, el envejecimiento saludable debe ser una meta para conseguir.
Los adultos mayores hacen mayor uso de servicios sociales y de salud, lo cual ocasiona mayores gastos. Esto presupone que se necesitará mayor número de recursos, y una mejor planificación y utilización de los existentes. Para ello, es indispensable el conocimiento del estado de salud de esta población. En comparación con los jóvenes, las personas mayores sufren proporcionalmente más enfermedades crónicas, y menos de las agudas y breves. Utilizan más los servicios sociales de salud, pero la proporción en que lo hacen resulta afectada más que para cualquier otro grupo, por su discapacidad y accesibilidad a esos servicios. Esta cuestión define la necesidad de un incremento en el conocimiento de esta problemática, especialmente por parte de los médicos de atención primaria de salud, además de una mejora en los registros y estudios epidemiológicos sobre ellos y la evaluación de las personas mayores por medio del examen periódico de salud, teniendo en cuenta los aspectos sociales, psicológicos, biomédicos y funcionales.
Es necesario abordar de una forma especial la prescripción y el seguimiento de los tratamientos que se les administra a estos pacientes y evitar el error médico en la prescripción o recetarle al adulto mayor medicamentos que tienen especiales riesgos a su edad.
La polifarmacia complica la situación por la interacción de los medicamentos.
En términos generales, las modificaciones en las concentraciones plasmáticas debido a un aumento en las concentraciones máximas alcanzadas se traducen en un efecto terapéutico superior al esperado para la dosis administrada.
La adultez mayor es el grupo de edad de mayor consumo farmacológico, por lo que hay que tener especial precaución ante la prescripción de nuevos medicamentos a personas de edad avanzada.
Hay en la edad avanzada cambios fisiológicos que pueden modificar las respuestas del organismo a los fármacos; los más importantes son:
1. La velocidad de conducción nerviosa disminuye un 15% con la edad.
2. El gasto cardiaco en reposo disminuye 30%, es decir el corazón pierde una cantidad importante de la fuerza de bombeo.
3. La capacidad pulmonar total disminuye alrededor del 50% en estos años.
4. La cantidad de sangre que pasa por el riñón disminuye el 50% y la que pasa por el cerebro en 25%.
5. La captación de oxígeno por la sangre disminuye en 70%.
Desde otra mirada es necesario entender que se requieren más recursos para asistir de manera eficiente a la población geriátrica general, utilizar mayor tiempo de cama hospitalaria por razones médicas y sociales, mayor utilización de los recursos de la atención primaria con mayor accesibilidad y capacidad de respuestas a los problemas básicos y sociosanitarios.
En las personas adultas mayores hay alteraciones del funcionamiento gástrico, hepático, renal, sistema nervioso central y además aparecen un gran número de interacciones, en ocasiones por las diferentes actuaciones de los distintos principios activos sobre los mismos receptores o por el uso de las mismas vías de metabolización de los medicamentos.
No es infrecuente observar adultos mayores confusos, inestables, con tendencia a caer y lesionarse o simplemente somnolientos y que al investigar las causas de este estado surgen estas manifestaciones como consecuencia del uso indebido de medicamentos.
En ocasiones, los signos y síntomas de las reacciones adversas que hemos mencionado sintéticamente se asocian a trastornos propios de la edad o la enfermedad, hasta el punto de que el propio paciente o un familiar puede acudir al médico en demanda de un nuevo fármaco para tratar esta sintomatología, lo que obviamente empeora la situación.
Las posibilidades de sufrir reacciones adversas a los medicamentos aumentan con el transcurso de los años y así podemos mencionar las siguientes:
1. En los ancianos que en el adulto, incrementándose con la edad.
2. En aquellos ancianos que toman varios medicamentos a un mismo tiempo.
3. En las mujeres ancianas más que en los hombres, ya que en ellas se produce un mayor aumento de grasa total.
4. En los ancianos con poco peso.
5. En los ancianos con problemas de disminución de función renal, irrigación periférica, en especial perfusión cerebral, y ventilación pulmonar.
No puede dejarse de aconsejar el seguimiento de unas normas generales en geriatría, al prescribir el tratamiento al adulto mayor enfermo:
* La dosis de los fármacos deben estar en relación con el peso corporal y en general ser menores.
* Los fármacos que reducen el aporte de oxígeno al cerebro y dificultan la ventilación pulmonar, los que evitan o deprimen los centros cerebrales (barbitúricos, sedantes, opiáceos, L-dopa, etc.) y los que originan hipotensión (fenotiacina, sedantes, tranquilizantes, antidepresivos, vasodilatadores, diuréticos) deberán prescribirse y administrarse con especial cuidado.
* Ante la frecuente pluripatología, constituye necesario evitar los tratamientos complicados y administrar el menor número posible de fármacos, priorizando y atendiendo los problemas más urgentes presentes en el paciente. (I)
La prescripción individualizada
Los adultos mayores triplican el número de reacciones adversas a los fármacos, lo cual está asociado a mayor consumo de medicinas, a incumplimiento terapéutico, a cambios fisiológicos.
Si una reacción adversa no se identifica, el paciente puede continuar recibiendo el fármaco y además, puede tomar pastillas adicionales innecesarias para tratar las complicaciones causadas por los efectos secundarios de la medicación original.
Por eso la prescripción debe ser individualizada, establecer si necesita verdaderamente el medicamento, la elección del preparado o forma farmacéutica, la dosis correcta (mínima), la vía correcta (sencilla), el horario sencillo, la valoración del medio (adulto mayor que vive en familia, bien cuidado y apoyado; que vive solo o con un cónyuge mayor, que vive en residencia, que está en el hospital durante un proceso agudo). En la prescripción se deberá tener en cuenta: si el control y seguimiento del tratamiento no está asegurado hay que pautar la medicación de la forma más sencilla posible, reducir al mínimo la cantidad de fármacos, valorar interacciones con otros productos, reducir la complejidad del plan terapéutico, elegir la vía de administración más fisiológica, siempre que sea la más sencilla y eficaz, evitar dosis complicadas, enfrentar las pautas horarias múltiples y complicadas, emplear dosis mínimas eficaces que, en general, deberán ser menores que en el adulto joven, utilizar el plan terapéutico el mínimo tiempo necesario y desechar en lo posible tratamientos largos o prolongados.
Tomar la medicación según un plan prescrito, para lo cual es conveniente sugerir: etiquetas, sobres, cajas pequeñas, etc., con las horas del día o los días de la semana en que debe tomar el remedio; advertir que algunos fármacos se deterioran con la exposición a la luz, educación al adulto mayor, familiares y cuidadores, confeccionar un plan terapéutico claro y escrito, examinar y evaluar el tratamiento, evaluar respuesta de medicación y reacciones adversas medicamentosas; más frecuentes en los adultos mayores son las caídas e hipotensión ortostática (la presión arterial desciende al cambiar de posición el cuerpo de acostado a sentado), inquietud y extrapiramidalismo, depresión y confusión mental e incontinencia.
La política del sistema sanitario debe lograr un uso racional de los medicamentos y establecer un sistema farmacéutico basado en fármacos esenciales dispensados como monodrogas (vademecum geriátrico) que garanticen la coherencia de los diferentes eslabones en la cadena de salud (producción, distribución, venta y consumo).
El médico, en todos los casos, deberá promover el uso racional de los insumos y prescribir aquellos fármacos que, dentro de las alternativas existentes, sea el más efectivo, seguro y a un costo razonable para el paciente y para el sistema de salud.
El paciente debe contribuir al uso racional de los medicamentos utilizando correctamente solo los productos por prescripción. (I)
Datos
Los fármacos más usados en medicina geriátrica son: 1) Vasodilatadores periféricos y cerebrales. 2) Antirreumáticos. 3) Expectorantes. 4) Analgésicos. 5) Tranquilizantes. 6) Hipotensores. 7) Antiácidos. 8) Broncodilatadores. 9) Antidiabéticos orales.
Deberíamos tener en cuenta que: los adultos mayores son sometidos con frecuencia a complejos tratamientos; no son un grupo homogéneo; el envejecimiento no es una enfermedad.
Deben analizarse las características de cada adulto mayor. Ponderar la prescripción y el uso de los medicamentos, presumir la dificultad diagnóstica en los adultos mayores contemplando además la pluripatología, las capacidades funcionales y la incidencia de la polifarmacia en los cuadros clínicos.
Es conveniente administrar un tratamiento individualizado y personalizado a todas las personas adultas mayores, para que los resultados del tratamiento sean más efectivos.
La salud del adulto mayor debe ser valorada de manera integral, tomando en cuenta los factores sociales, psicológicos, económicos.