Entrevista / fernando carrión / investigador, docente de la flacso
"Las ciudades se pensaron y diseñaron para las personas de 20 a 50 años"
El envejecimiento poblacional es un hecho ineludible, a pesar de que sobre este fenómeno mundial no existe la suficiente conciencia, como tampoco los retos que significa la longevidad. Qué sucede al interior de las grandes urbes en las cuales sus habitantes jóvenes empiezan a sumar años, a cambiar la pirámide demográfica y, por lo mismo, a ejercer presión sobre nuevas demandas.
Fernando Carrión, arquitecto, catedrático e investigador de la Flacso, nos presenta su lectura de los retos ineludibles que deben asumir las ciudades frente al envejecimiento de sus habitantes.
Al próximo encuentro Hábitat III, que se realizará en Quito, llegamos con más del 80 por ciento de la población viviendo en las zonas urbanas de las ciudades. Frente a esta nueva realidad, ¿qué cabida pueden tener las personas adultas mayores?
Hay dos fenómenos de los cuales debemos partir. Uno: cuando hablamos de América Latina en 1950, el 41 por ciento de la población vivía en ciudades. En 2010, el 82 por ciento. Esto significa que en 1950, el 59 por ciento de la población estaba en el campo y ahora solo el 18 por ciento. Según estas cifras, da la impresión de que el proceso de migración del campo a la ciudad se cerró y se abre uno de migración de la ciudad a la ciudad, en el sentido de que ahora tenemos migraciones interurbanas y entre ellas las más importantes, las internacionales porque establecen una nueva relación. Ejemplos de estas ciudades está Cuenca, que no puede prescindir de Murcia; La Habana de Miami o urbes de México. Se cerró el ciclo de la migración del campo a la ciudad. Dos: la pirámide de edades en América Latina se está invirtiendo. Ya la base no son los niños y los jóvenes. Hay nuevas categorías, aparecen los adultos mayores y esto produce cambios en diferentes aspectos, como la edificación de condominios para ciertos segmentos de población o espacios donde el concepto es recluir al anciano. En otros países existe otro concepto, que la ciudad sea más amigable con los distintos grupos de edades, entre ellos los adultos mayores.
El cambio de la pirámide poblacional representa varios retos, no solo desde la seguridad social o de las ciudades sino desde diferentes ámbitos y estos temas en el país no son motivo de debate, no se les da la suficiente importancia a pesar de los llamados de los organismos internacionales...
Yo diría que en algunos países sí y en otros no. En Chile, por ejemplo, después de las grandes marchas registradas hace poco por la seguridad social existe un reconocimiento de esta realidad. Cuando menciono la seguridad social es porque actualmente hay una estrecha relación con la vivienda; si los adultos mayores no tienen capacidad de crédito por la edad, esto implica una redefinición del seguro social. En el caso concreto de Ecuador una buena inversión que se realizó es en el sector de salud.
Se puede decir que las ciudades de Ecuador son amigables con los adultos mayores...
No. Las ciudades están muy rezagadas frente al cambio del perfil de la población, porque se demoran más en responder a las nuevas realidades. Están rezagadas no solo frente a los adultos mayores sino también a las mujeres y los niños. Las ciudades son como para gente de 20 a 50 años. Eso tiene que ir cambiando y será por la presión del perfil demográfico.
Por dónde debe empezar este cambio porque desde los actores políticos no está incluido ni en su discurso el tema del envejecimiento poblacional; desde los adultos mayores su capacidad de organización no incide en la opinión pública, ¿quiénes son entonces los llamados a liderar este proceso?
Yo creo que ahí existe un problema complicado: los adultos mayores no votan, entonces no son atractivos para la política a pesar de que van creciendo en una posición marginal, pero su presión no es de carácter político. ¿Por dónde empezar? Existen algunas ordenanzas, especialmente en Quito y Cuenca, que incorporan temas frente a la discapacidad que es otro problema fuerte; sobre el espacio público se debería empezar a plantear ordenanzas que permitan redefinir la ciudad en función de las demandas de la población de mayor edad.
Los accesos que se habilitan en las ciudades son presentados como algo excepcional, no como un derecho, es necesario pensar en los adultos mayores con un criterio más amplio que la accesibilidad...
Por lo pronto se ha dado más importancia al tema de la movilidad y esto significa eliminar las barreras arquitectónicas que no es otra cosa que poner rampas en las veredas. Quito es una ciudad complicada por los distintos niveles que tiene. Las veredas en ciertas zonas son intransitables para las personas mayores. En los parques no hay la posibilidad de realizar ciertas actividades físicas para la gente de mayor edad; hay ciertos aparatos que se han colocado, pero no pueden ser utilizados por las personas de todas las edades. Lo más grave -considero- es que los códigos de arquitectura no están adecuados y por esta razón el espacio público probablemente es el que más se ha hecho amigable en relación al arquitectónico.
Es urgente pensar en el envejecimiento y la vejez desde diferentes ámbitos...
Eso es indudable y ahí vamos a empezar a ver el déficit de nuestras ciudades. Algo ya se empieza a ver por ejemplo con los nuevos biarticulados que circulan en Quito, porque cuentan con espacios para personas con capacidades especiales. Eso es bueno porque se genera una cultura de respeto.
¿Hace falta construir una nueva cultura?
Si la población envejece la ciudad debe irse adaptando a ese proceso, si nosotros tuvimos una ciudad de la juventud el envejecimiento nos obliga a cambiar.
La ciudad también debe cambiar la mirada negativa hacia los viejos y mirarlos más desde su aporte...
Eso no tiene que ver mucho con la parte física de la ciudad, pero sí con la cultura ciudadana porque no nos damos cuenta de los cambios demográficos y en este sentido el papel de los medios de comunicación es importante; igual el papel del diseño urbano porque no solo se soluciona problemas sino se genera ciertas formas de atención a la población, una cultura distinta, que respete y construya a través de esos imaginarios una ciudad distinta.
Esta es responsabilidad de los municipios, que a través de proyectos, entre ellos los emblemáticos aporten a construir una cultura diferente...
Yo pienso en el Metro de Quito que debería tener una política cultural porque va a ser un polo de atracción, no solo de la movilidad sino de la presencia de una ideología de la modernidad, pero uno de los problemas es mirar a estos proyectos como unifuncionales, que sirven solo para movilizar personas, cuando el Metro puede ser un elemento de educación cívica.
¿Como están dadas las cosas en este momento considera que hay la intención de que este proyecto construya esa nueva cultura, tan necesaria?
A mí me da la impresión que no, la concepción que prima es esta de la unifuncionalidad que mueva gente de un lado a otro.
Y la academia ¿qué debe hacer frente al envejecimiento?
Hay mucho que hacer. Un campo es la investigación porque existen estudios sobre niños o jóvenes pero casi nada sobre adultos mayores. Otro aspecto, hay que formar a gente con nuevos paradigmas, nuevos marcos teóricos. Uno de los cambios para las ciudades es la planificación urbana porque las ciudades no cambian por sí solas sino a base de las políticas y si no tenemos técnicos con estos nuevos conocimientos va ser muy difícil lograr esto. (I)