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Ecuador, 23 de Diciembre de 2024
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El Telégrafo
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Y tú, ¿cómo piensas llegar a la vejez?

El envejecimiento es una experiencia individual, depende del estilo de vida que cada persona haya tenido de niño, adolescente, joven y adulto. Lo que se vuelve común para las personas adultas mayores es la necesidad de contar con servicios y atención especializados.
El envejecimiento es una experiencia individual, depende del estilo de vida que cada persona haya tenido de niño, adolescente, joven y adulto. Lo que se vuelve común para las personas adultas mayores es la necesidad de contar con servicios y atención especializados.
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¿Qué escenario te espera cuando llegues a la vejez? Sabemos que las enfermedades nos aguardan. Esperan con paciencia, pero con certeza. Con 60 y “piquitos” se advierten cambios en la digestión, vista, agilidad física, audición, articulaciones y en muchos otros procesos biológicos que sostienen la vida del ser humano. Conviene pensar en el panorama social que nos rodeará en pocos años más al formar parte del creciente ejército de “adultos mayores”, además del círculo familiar y unos cuantos amigos que van quedando. ¿Te parece? ¿O tienes miedo a los escenarios del futuro?

Esta invitación nace de la observación y experiencias directas al visitar centros médicos privados y públicos, diálogos con médicos clínicos y especialistas, lecturas sobre la materia y navegación en el mundo de las torrenciales noticias de Internet, casi exclusivo de los jóvenes. En Ecuador, más de un millón de personas con más de 65 años estamos fuera del mercado consumista, apenas distinguidos por algunos periódicos que exhiben suplementos comerciales en fechas especiales para vender algunos productos de consumo exclusivo, que incluyen servicios funerarios. De estos, el 57% corresponde a pobres y alrededor de 40 mil personas, con muchas canas, viven en soledad absoluta.

Desde mi atalaya de comunicador profesional considero que el grupo de población de “canas doradas” es (somos) invisible en la prensa, radio y televisión del Ecuador. Sus espacios y tiempo están cerrados en buena medida para este importante grupo poblacional, con excepción de algún hecho escandaloso. La excepción notable es diario EL TELÉGRAFO, que con Palabra Mayor publica cada sábado dos páginas completas al examen de las complejas y múltiples facetas que rodean a la senectud, inclusive con el aporte  de profesionales de otras naciones.

La creciente ola globalizadora nos ubica entre la sociedad líquida de Zygmunt Bauman; incorpora entre la que dificulta el derecho de relacionarse físicamente con los demás (alterado sustancialmente con las Nuevas Tecnologías de Información y Comunicación NTIC); impide fortalecer la confianza, los abrazos físicos y los vínculos que permanecen en el tiempo, es decir alejados de las “realidades virtuales” de la modernidad. En resumen, con la profunda internacionalización de negocios, finanzas, flujos de comercio, inversiones y todo lo que compone la economía de la exigente competitividad e innovación se produce el olvido de los ancianos. Con ellos se consolida paulatinamente un “delito de silencio”, con la complicidad de algunos periodistas, incluyendo a estrellas del micrófono que cuentan con muchas canas y varias décadas de experiencia.

El pasado año, con 78 años a cuestas, graficó bien la situación el Pontífice Francisco en una de sus visitas a un grupo de población que consta entre sus preferidos, los viejos. En Ostia (Italia), pidió al achacoso auditorio: “Recen por mí, pues estoy un poco viejo y enfermo…, pero no demasiado”. Y provocó risas. El carismático líder religioso incluye entre los “descartados” del consumismo no solo a los pobres del planeta sino, además, a los ancianos. En su visita a Ecuador, durante la misa en el Parque Samanes (Guayaquil) en julio pasado, puntualizó: “…cuántos ancianos se sienten negados en sus familias, sin beber del amor cotidiano de sus hijos, de sus nietos, de sus bisnietos”.

La prensa comercial dedicó grandes espacios para “cubrir” la visita del alto dignatario religioso, líder de por lo menos 1.400 millones de fieles católicos. Y la televisión y radios se vieron obligados también a reflejar el suceso noticioso, pero sin olvidar las prácticas comerciales. Al contrario, proliferaron pasada la novedad, los derechos humanos y cristianos volvieron al olvido.

En el espectáculo de masas el condumio de sus intervenciones, principalmente lo relacionado con los aspectos esenciales de su Encíclica Laudato Si’ : “…íntima relación entre los pobres y la vida del planeta, crítica al nuevo paradigma y a las formas de poder que derivan de la tecnología, invitación a buscar otros modos de entender la economía y el progreso, el valor propio de cada criatura… y propuesta de un nuevo estilo de vida” fueron puestos de lado por quienes hacen la política informativa mercantil, relacionando convenientemente la presencia papal con temas de política interna.

El discrimen que sufren las personas de canas doradas (perdón por el torpe eufemismo) en la estructura mediática del Ecuador se refleja con frecuencia en las familias, en el andamiaje social y en todas las actividades que se realizan. Así, se consuman exitosamente las prácticas selectivas que adoptan cotidianamente la variada institucionalidad en muchos países, negando al grupo etario sus “derechos” como seres humanos. En este camino se conforman las sociedades descartables con personas desechables, inútiles para el imparable consumo que propugnan las ideologías capitalistas que practican el liberalismo salvaje.

Estas inconsistencias se producen en contravía a los afanes de organismos internacionales, como las Naciones Unidas, para consolidar un marco jurídico internacional favorable para las personas de edad. En junio de 2015, la asamblea General de la entidad planetaria aprobó la Convención Interamericana sobre Protección de DD.HH. de Personas Mayores en la que recomienda la necesidad de abordar los asuntos de la vejez y el envejecimiento desde una perspectiva de Derechos Humanos  que reconoce las valiosas contribuciones actuales y potenciales de la persona mayor al bienestar común, a la identidad cultural, a la diversidad de comunidades, al desarrollo humano, social y económico...

De todas formas, persiste la preocupación si se sabe que el tema no es reciente. En 1968, Simone de Beauvoir en su obra La Vejez cita las declaraciones del doctor Leach, antropólogo de Cambridge: “En un mundo en mutación, en que las máquinas tienen una carrera muy corta, los hombres no deben servir demasiado tiempo. Todo lo que excede 55 años debe ser arrumbado”. Y pocos años atrás, un Ministro de Finanzas en Japón señaló que para mejorar los aspectos financieros del país los viejos deberían morir.

Felizmente corren otras aguas en América Latina al amparo de visiones humanísticas diferentes. Las profundas dimensiones sociales de las políticas que hasta hace poco se siguieron en Argentina, Bolivia y Brasil, por errores de gestión gubernamental no bien informada y consecuentemente nada comprendida, chocan abiertamente con las imposiciones que nacen en, desde y únicamente para el mercado. Es lo que se ve en la actualidad. (O)

Diseñar nuevos programas que se ajusten a las realidades presentes

En los pasillos de la institucionalidad médica del IESS he encontrado a distinguidos profesionales de la economía, abogados, ingenieros comerciales y más que concurren acuciosa y puntualmente a las citas médicas. La mayor parte pensionistas. En mi caso, observo con rigurosidad las recomendaciones de galenos para mantener la salud. De las conversaciones surgen iniciativas y propuestas que maduran seguramente en las esperas para recibir la atención de los médicos y también para retirar las recetas. Observaciones van, críticas al sistema vienen, pero se concuerda en la necesidad de diseñar programas de medicina preventiva más para los jóvenes y adultos de hoy que para nosotros mismos.

El tema original estaría en que estos proyectos y sugerencias nacen de las vivencias ya cotidianas de nosotros, como pacientes y no de la institucionalidad formal de la medicina, pública y privada. Se considera que hay un abismo en la comprensión debida de la sintomatología de cada paciente en cada enfermedad y lo que el médico percibe. La creación de un mejor “puente” de comunicación entre doliente y médico (incorporando a la familia de aquel), resultaría útil para los correspondientes tratamientos en cada caso.

Encontré casos especiales en estos amigos y compañeros de trayectoria. Diagnósticos que llevan a pensar en las llamadas enfermedades terminales, preocupación por las dificultades para conseguir citas, demora en los tratamientos, algunos problemas de familia que se agravan por las magras jubilaciones, y con frecuencia la incomprensión de familiares íntimos alrededor de personas que sufren de trastornos severos que se diagnostican como recurrentes. Todos estos se incluyen en el más de millón de personas mayores que se distribuyen en la variopinta geografía nacional y al cual el IESS y Sistema Nacional de Salud Pública destinan por mayores porcentajes de recursos, tiempo y recetarios. La medicina curativa no es suficiente para atender la cada vez mayor cantidad de gente, de todas las edades, que concurre en busca de alivio para sus dolencias. Es preciso, como señaló la ex-ministra de Salud, Carina Vance, poco antes de su renuncia, que el Ecuador avance hacia un sistema de salud preventiva.

En todas estas disquisiciones y análisis están ausentes los medios de comunicación y opinadores profesionales. Y todas estas y otras ideas nacen en las a veces tediosas esperas que son necesarias en la Seguridad Social para cumplir un objetivo de vida. Sirven también para constatar, más allá de encuestas sesgadas, la necesidad de proveer servicios de salud a la totalidad del pueblo ecuatoriano, al igual que educación en todos los niveles. Me formo la idea de que la suma de saberes que han moldeado las inteligencias de todas estas personas durante décadas y más, y la predisposición que tienen para encausarlas como aporte personal al beneficio común y de la Patria,  será igual o superior a un think tank (tanque de pensamiento) norteamericano. Parte del desafío es cómo preservarlo y cómo aprovecharlo para el bien común.

Por lo pronto, mi contribución como paciente y comunicador es el diseño de un Programa de Comunicación para Adultos Mayores, con enfoque en la medicina preventiva, pero siempre desde la sensibilidad (sin lloriqueos ni politización) del paciente y el concurso de sus familias. Un geriatra del Hospital Carlos Andrade Marín me explicaba que por cada paciente “terminal” la afectación total se refleja en siete personas, comenzando por las personas responsables directamente de los cuidados al enfermo. Así el problema no queda solo en el doliente sino que impacta en su familia cercana y aún más lejana. Los efectos económicos. Familiares y psicológicos son devastadores.

La idea primigenia se orienta a una publicación de formato y diseño idóneos para la población-objetivo, en la que los propios pacientes expresen sus vivencias personales sobre prevención de sus enfermedades; las familias sus problemas específicos en la finalidad de introducir más responsabilidad en el propio paciente y sus familias; y una mayor y mejor interrelación entre médico-paciente-institución-familias. Y en forma progresiva, mediante diálogos por los Medios de Comunicación Pública que se integren al Programa, una mayor sensibilidad y atención a problemas del adulto mayor. Es mi forma personal de enfrentar los efectos pequeños, medianos y grandes que causan los síntomas paulatinos de los años en el cuerpo pero no en el alma; al contrario, sirven para vigorizar el espíritu y utilizar la profesión y las experiencias logradas –buenas y de las otras–, poniéndolas al servicio de la comunidad. Estoy seguro de que puedo lograrlo y mejor si  es acompañado de otros profesionales  con igual o mayor entusiasmo.

Esto va en línea de esa maravilla de ser humano que fue Stéphane Hessel, franco-alemán que, entre sus ejemplares obras, en  2010 publicó Indignaos como proclama de su posición frente a las variadas injusticias del mundo que se agota en el consumo: “Las razones para indignarse pueden parecer hoy menos nítidas o el mundo demasiado complejo […] para verlo, debemos observar bien, buscar […] La peor actitud es la indiferencia”. Todo esto para no recurrir a las fuertes anticipaciones que la prospectiva señala para después de pocos, muy pocos años. Un organismo serio, The American Council for The United Natios University al hablar sobre el Estado del Futuro destaca entre los problemas éticos con alta calificación por su importancia, para 2025, las discusiones sobre “…el derecho al suicidio y a la eutanasia”. Sobre todos estos temas publicaré en todos mis espacios de comunicador profesional. La idea es superar el periodismo inútil que considero se practica, con frecuencia, en varios medios de comunicación social del país.  (O)

"Lo importante no son los años que vivas, sino lo que hayas hecho con ellos"

En la vejez, la actitud tiene mucho que ver en la realidad de la persona, más allá de las décadas vividas. El carácter de combate con la mirada puesta en objetivos superiores, dentro de cada profesión y actividad, permite añadir vida a los años, sin importar cuántos sean. Es como dijo Ian Fleming, el británico creador del personaje de James Bond: “Lo importante no son los años que vivas, sino lo que hayas hecho con ellos”. No se trata de competir con “la tuitera más atrevida” del planeta, Baddie Winkle, de Estados Unidos, que con 88 años acumuló alrededor de 300 mil seguidores en todo el mundo. Fue célebre por sus atrevidas fotos y provocativos textos. Podemos ser más cercanos a la bloguera con más años del mundo, Amelia López (España) que con 95 años y por influencia de su nieto se convirtió no en la estúpida celebridad que busca sus “15 minutos de fama” sino en una persona capaz de emitir comentarios lúcidos a partir de sus vivencias, formación y capacidad de recordar los mejores pasajes de su existencia. Pero son las excepciones.

Aunque experimentamos más trabajo para entrar en las inmensidades del mundo digital, reservado en mayor grado para los cada vez más jóvenes en edad, por los vertiginosos avances de la tecnología y también por la incompatibilidad de la desgastada fisiología humana con las vertiginosas exigencias de los cambios en los dispositivos para la comunicación virtual, los adultos mayores debemos saber que existe el fenómeno de la “neuroplasticidad”, por el cual las neuronas –células cerebrales–  tiene capacidad de regenerarse.

Con la explosión de las NTIC, el país registra aproximadamente cinco millones de internautas con las mayores cifras para adolescentes, jóvenes y adultos, que en conjunto bordean los cuatro millones. Las personas mayores en edad apenas llegan a la treintena de miles. Pero no se puede perder la guerra antes de combatir en las batallas que se presenten. Hay datos realmente positivos.

Antes, la misma ciencia consideraba que las neuronas del cerebro eran incapaces de modificarse positivamente, degenerando progresivamente hasta llegar a las casi inevitables enfermedades mentales. ¡No es así! La ciencia ha demostrado lo contrario, todos con prácticas debidas y alimentación adecuada podemos ser tan y más lúcidos como el mejor. Pero con ejercicio apropiado para cada persona.  Así, los viejos tenemos un factor positivo: experiencia acumulada, vivencias y también historias plenas de vitalidad que han dejado huella en las redes neuronales; tenemos paciencia y recursos para otear el horizonte y descubrir posibilidades y vericuetos que son invisibles a los jóvenes. Esta es nuestra enorme  “Ventaja Competitiva”, así, escrita con mayúsculas. La condición sine qua non es que a la mente hay que cultivarla con educación permanente, como lo aplican los japoneses en el mundo empresarial desde los años sesenta: Kaizen, es decir “mejoramiento continuo”.

Como tú y todos los seres humanos debo dedicar horas para atender los problemas de salud, entre los de la rutinaria existencia (¿no tenemos todos que envejecer, enfermar y morir?) Y en el marco jurídico-administrativo vigente, debo entender la realidad socio-económica del país para demandar la atención pertinente a la institucionalidad responsable, el IESS. Mi trayectoria como periodista/comunicador de temas económicos me posibilita analizar los enormes esfuerzos del IESS para responder con eficacia (saber lo que hay que hacer) y eficiencia (hacerlo muy bien) con la creciente población/cliente de sus importantes servicios. El análisis objetivo desde la necesaria dimensión ética debe tomar en cuenta la situación económica nacional que enfrenta el Gobierno de la Revolución Ciudadana para llevar a la práctica, como nunca nadie antes, su visión del Buen Vivir centrada en múltiples políticas sociales. Como ciudadano, decidí ser parte de la solución y no parte de un problema social que aumentará progresivamente, independientemente de la situación económica del país. Las características de nuestra sociedad y de nosotros, como individuos (malos e indisciplinados pacientes); la condición económica de personas y familias para procurar un mejor “estilo de vida” que privilegie los cuidados de todo orden para reducir los riesgos de costosas enfermedades, y la necesidad de materializar en la práctica el “Buen Vivir” generalizado, me conduce a sugerir proyectos que pueden ser de utilidad para quienes navegamos en las torrentosas aguas de la vida. Pienso que en los distintos gremios de profesionales existe un elevado número de especialistas que habiéndose acogido a la jubilación mantienen su facultades intactas y deben/pueden contribuir al progreso del Ecuador y al bienestar de la sociedad. Además, continuarían siendo parte de los “activos intelectuales” de la Patria, más que antes, solo que cargados de experiencias adquiridas en el cumplimiento –con éxitos y equivocaciones– de sus tareas. Médicos, economistas, abogados, sociólogos, ingenieros, etc., aún pueden ofrecer su concurso intelectual, más valiosos en la coyuntura económica-política nacional. (O)

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