Necesidades satisfechas y otros servicios garantizados como la movilidad o la salud permitirán a los abuelos envejecer dignamente
El envejecimiento, olvidado por los países
Un futuro que ofrezca a las personas mayores la libertad de llevar una vida que las generaciones anteriores nunca hubieran imaginado, por ahora, es una meta muy difícil de cumplir. El envejecer saludablemente sigue siendo -de igual manera- solo un enunciado mientras no exista una acción integral de salud pública para hacer frente al envejecimiento poblacional.
Para los adultos del presente y los del futuro, el panorama no es alentador. En todos los entornos y aspectos hay algo que hacer, sin importar el nivel de desarrollo socioeconómico de los países. En algunos casos, incluso, empezar de cero. Se requiere transformar los sistemas de salud para pasar de los modelos curativos, centrados en las enfermedades, a una atención integrada y especializada en los ancianos.
Hace falta un cambio fundamental de la concepción del envejecimiento, que tome en cuenta la diversidad de las poblaciones de edad y combatir las inequidades que a menudo se presentan. Para las personas que sufren enfermedades crónicas desde edades tempranas, por mala alimentación y la falta de ejercicio (sobrepeso, obesidad, hipertensión y diabetes) llegar a la vejez con calidad de vida parece imposible. Así lo señala la Organización Mundial de la Salud (OMS) en el Informe Mundial de Envejecimiento y Salud, presentado esta semana.
Cada vez existirán más viejos en el mundo, pero esta realidad, al parecer, no es motivo de preocupación para algunos Estados. Actualmente, por primera vez en la historia, la mayoría de las personas puede vivir 60 años y más. Un niño nacido en Brasil o en Myanmar en 2015, señala el informe, vive 20 años más que uno nacido hace 50 años. En la República Islámica de Irán, en 2015, tan solo un habitante de cada diez es mayor de 60 años. En apenas 35 años, esta cifra habrá aumentado a uno de cada tres. Hoy, el ritmo de envejecimiento de la población es mucho más rápido que en el pasado.
A pesar de las oportunidades que representa una mayor longevidad, la OMS señala que la calidad de vida dependerá de un factor clave: la salud. “Si las personas viven esos años adicionales en buen estado de salud, su capacidad para hacer lo que valoran será apenas diferente a la de una persona más joven. Pero si esos años adicionales se caracterizan por disminución de la capacidad física y mental, las consecuencias para las personas mayores y para la sociedad serán mucho más negativas”.
“Pese a que a menudo se supone que el aumento de la longevidad viene acompañado de un período prolongado de buena salud, lamentablemente, hay pocas pruebas de que las personas mayores de la actualidad gocen de mejor salud que sus padres a la misma edad. Sin embargo, la mala salud no tiene que ser una característica predominante de la edad avanzada. En su mayoría, los problemas de salud que enfrentan los ancianos están asociados con enfermedades crónicas, en particular enfermedades no transmisibles”.
Por estas razones, se plantea que el envejecimiento de la población exige una respuesta integral de salud pública, aspecto que no se ha debatido lo suficiente. El informe de la OMS construye un marco estratégico para la acción en materia de salud pública; aborda los cambios asociados con el envejecimiento a lo largo de toda la vida; y, en especial, dados los problemas específicos que plantea la edad avanzada y la escasa atención, se centra en la segunda mitad de la vida.
Para formular una respuesta integral al envejecimiento de la población, menciona la necesidad de cambiar la mirada a las personas mayores, libre de estereotipos anticuados. “La edad avanzada no implica dependencia y, aunque no hay una persona mayor típica, la sociedad a menudo ve a las personas mayores de una forma estereotipada que puede inducir a discriminar a personas o grupos, simplemente por su edad. Un estereotipo generalizado relacionado con la vejez es que los mayores son dependientes o representan una carga. Esto puede dar lugar a que, al formular las políticas, se suponga que el gasto en los ancianos es solo una sangría para las economías y se ponga énfasis en la contención del gasto”.
Contrariamente a estas suposiciones acerca de la dependencia debido a la edad se ignoran las numerosas contribuciones que las personas mayores hacen a la economía. Una investigación en el Reino Unido, en 2011, calculó que, “después de compensar los costos de pensiones, bienestar social y salud con las contribuciones realizadas a través de impuestos, gastos de consumo y otras actividades de valor económico, los adultos mayores hacían un aporte neto a la sociedad de 40.000 millones de libras, una cifra que será de 77.000 millones de libras en 2030. Aunque no hay tantos datos disponibles de los países de ingresos bajos y medianos, el aporte de las personas mayores en estos contextos también es significativo. En Kenya, por ejemplo, el promedio de edad de los pequeños agricultores supera los 60 años y por lo mismo son fundamentales para mantener la seguridad alimentaria”.
La OMS enfatiza en que las políticas deben permitir que tantas personas como sea posible logren estas trayectorias positivas de envejecimiento y así derribar la gran cantidad de barreras que limitan la participación social y las contribuciones permanentes de los adultos mayores. No obstante, también advierte que se debe incluir a las personas que presentan una disminución considerable de sus capacidades a edades mucho menores.
La diversidad que se observa en la edad avanzada, de acuerdo al informe, responde a la herencia genética, pero la mayor parte se debe a los entornos físicos y sociales en los que habitamos: hogar, vecindario y comunidad. Si estos son negativos, pueden afectar la salud directamente.
“El envejecimiento de la población también ocasiona muchos otros cambios sociales, los que al combinarse harán que el futuro sea muy diferente al de generaciones anteriores. Por ejemplo, la urbanización y la globalización significan un aumento de la migración y la desregulación de los mercados. Para las personas mayores que tienen los conocimientos deseables y flexibilidad financiera, estos cambios crean nuevas oportunidades. Otras, en cambio, posiblemente vean a las generaciones más jóvenes migrar a zonas de crecimiento, mientras ellas quedan en zonas rurales pobres sin estructuras familiares ni las redes de seguridad social que las apoyen”. (I)
Corresponsabilidad
¿Cómo funciona un buen sistema de atención?
En el siglo XXI, ningún país puede permitirse no contar con un sistema integral de atención a largo plazo, insiste la OMS en el Informe Mundial de Envejecimiento y Salud.
El objetivo primordial de estos sistemas será mantener un nivel de capacidad funcional en las personas mayores que presentan pérdidas significativas de la capacidad o que tienen riesgo alto de presentarlas, y asegurar que este tipo de atención respete sus derechos y libertades fundamentales y la dignidad humana. Esto requiere reconocer sus aspiraciones continuas de bienestar y respeto.
Los sistemas de atención a largo plazo pueden tener muchos beneficios, más allá de permitir que las personas mayores que dependen de la atención de terceros vivan una vida digna. Igual son beneficiosos porque reducen el uso inadecuado de los servicios de atención de cuadros agudos, ayudan a las familias a evitar gastos médicos catastróficos y liberan a las mujeres para desempeñar funciones sociales más amplias.
Al compartir los riesgos y las cargas asociadas con la dependencia de la atención de terceros, los sistemas de atención a largo plazo, por lo tanto, pueden ayudar a fomentar la cohesión social. En los países de ingresos altos, los desafíos para crear sistemas integrales probablemente giren en torno a la necesidad de mejorar la calidad de la atención a largo plazo, desarrollar formas sostenibles financieramente para ofrecerla a todos los que la necesitan e integrarla mejor en los sistemas de salud.
En los países de ingresos bajos y medianos, el desafío puede ser crear sistemas de este tipo donde aún no existen. En estos entornos, la responsabilidad de la atención a largo plazo a menudo se ha dejado enteramente a cargo de las familias. El desarrollo socioeconómico, el envejecimiento de la población y las nuevas funciones de las mujeres hacen que esta práctica ya no sea sostenible ni equitativa.
Solo los gobiernos pueden crear y supervisar estos sistemas. Pero eso no significa que la atención a largo plazo sea responsabilidad exclusiva de ellos. En su lugar, deben basarse en alianzas explícitas con familias, comunidades, otros proveedores de servicios de salud y el sector privado, y reflejar las preocupaciones y las perspectivas de estas partes interesadas.
La función del gobierno, a través de los ministerios de salud, será administrar esta asociación, capacitar y apoyar a los cuidadores, velar por la integración entre los diversos servicios (incluido el sector de la salud), garantizar la calidad de los mismos y prestarlos a quienes más los necesitan (ya sea debido a su poca capacidad intrínseca o a su situación socioeconómica). Esto puede lograrse incluso en los países con los recursos más limitados. El Informe señala tres estrategias que serán cruciales para crear sistemas de atención a largo plazo: 1. sentar las bases necesarias para un sistema de atención a largo plazo; 2. conformar y mantener equipos de trabajo sostenibles y debidamente capacitados; 3. asegurar la calidad de la atención a largo plazo. (I)
La importancia de los entornos
Vivienda, transporte, salud y protección social influyen en la calidad de vida
El Informe sobre Envejecimiento y Salud de la Organización Mundial de la Salud se basa en el marco de la Clasificación Internacional del Funcionamiento, la Discapacidad y la Salud, al considerar que los entornos abarcan todo el contexto en el que se vive. Este incluye el transporte, vivienda, trabajo, protección social, información y la comunicación, así como los servicios de salud y atención a largo plazo.
El marco de salud pública para el envejecimiento saludable identifica un objetivo común para todos los interesados: optimizar la capacidad funcional.
En el informe se estudia la forma de lograr esto en cinco dominios de la capacidad funcional que están estrechamente interconectados y son esenciales para que las personas mayores hagan lo que valoran. Se trata de las siguientes capacidades:
1. Satisfacer las necesidades básicas propias.
2. Aprender, crecer y tomar decisiones.
3. Tener movilidad.
4. Crear y mantener relaciones.
5. Contribuir.
“Juntas, estas capacidades permiten a las personas mayores envejecer de forma segura en un lugar adecuado para ellas, continuar desarrollándose personalmente, contribuir a sus comunidades y conservar su autonomía y salud”.
Las medidas necesarias para fomentar estas capacidades pueden ser muy distintas, pero operan de dos maneras fundamentales. La primera es fomentar y mantener la capacidad intrínseca, ya sea mediante la reducción de los riesgos (como los altos niveles de contaminación del aire); el fomento de las conductas saludables (como la actividad física) o la eliminación de obstáculos (por ejemplo, los altos índices de delincuencia o el tráfico peligroso) o mediante la prestación de servicios que fomentan la capacidad (como la asistencia sanitaria).
La segunda es una mayor capacidad funcional en una persona con un determinado nivel de capacidad. En otras palabras, esto significa salvar la brecha entre lo que las personas pueden hacer teniendo en cuenta su nivel de capacidad y lo que podrían hacer si vivieran en un entorno propicio (por ejemplo, con tecnologías de apoyo adecuadas, transporte público accesible o barrios más seguros). Aunque las intervenciones a nivel de la población pueden mejorar los entornos para muchas personas mayores de ambas formas, muchas personas no podrán beneficiarse plenamente sin un apoyo adaptado a sus necesidades.
Debido a que muchos sectores y actores pueden influir en el envejecimiento saludable, es fundamental contar con un enfoque coordinado de políticas y prácticas, centrado en las necesidades y las aspiraciones de las personas mayores.
El informe, en este aspecto, reconoce tres enfoques prioritarios: 1. combatir la discriminación por motivos de edad; 2. permitir la autonomía; 3. apoyar el envejecimiento saludable en todas las políticas y a todos los niveles de gobierno. (I)