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Ecuador, 23 de Diciembre de 2024
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El Telégrafo
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El número de personas que desarrollan problemas psiquiátricos se duplica cada 20 años

El 15% de los adultos de 60 años o más sufre un trastorno mental

En la vida hay muchos factores sociales, psíquicos y biológicos que determinan la salud mental de los adultos mayores y la capacidad de vivir plenamente. Foto: Carina Acosta / El Telégrafo
En la vida hay muchos factores sociales, psíquicos y biológicos que determinan la salud mental de los adultos mayores y la capacidad de vivir plenamente. Foto: Carina Acosta / El Telégrafo

Por Palabra Mayor / OMS

Las personas adultas mayores son un aporte valioso para la sociedad, como miembros activos de la familia o desde el ámbito laboral.

La mayoría goza de buena salud mental, pero muchas corren el riesgo de padecer trastornos mentales, neurales o por abuso de sustancias psicoactivas.

El envejecimiento poblacional hace predecir que los problemas físicos y mentales también irán en aumento.

Según se calcula que entre 2000 y 2050 pasarán del 11% al 22%. Esto significa en números, de 605 millones a 2.000 millones de personas mayores de 60 años.

Más del 20% de las personas que pasan de los 60 años sufren algún trastorno mental o neural (sin contar los que se manifiestan por cefalea) y el 6,6% de la discapacidad en ese grupo etario se atribuye a trastornos mentales y del sistema nervioso, según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS).

La demencia y la depresión son los trastornos neuropsiquiátricos más comunes en ese grupo de edad. La ansiedad afecta al 3,8% de la población de edad mayor y los problemas por abuso de sustancias psicotrópicas, casi al 1%.

La OMS señala que una cuarta parte de las muertes por daños autoinfligidos corresponde a personas de 60 años o mayores.

Es frecuente que los problemas por abuso de sustancias psicotrópicas en los ancianos se pasen por alto o se diagnostiquen erróneamente.

El personal sanitario y los propios ancianos no reconocen los problemas de salud mental en su verdadera dimensión, y el estigma de las enfermedades mentales propicia que las personas sean más reacias a buscar ayuda.

A lo largo de la vida son muchos los factores sociales, psíquicos y biológicos que determinan la salud mental de las personas.

Además de las causas generales de tensión con que se enfrenta todo el mundo, muchos adultos mayores se ven privados de la capacidad de vivir independientemente por dificultades de movilidad, dolor crónico, fragilidad u otros problemas mentales o físicos, de modo que necesitan asistencia a largo plazo.

Entre las personas adultas mayores son más frecuentes experiencias como el dolor por la muerte de un ser querido (esposo/sa), un descenso del nivel socioeconómico como consecuencia de la jubilación o la discapacidad. Todos estos factores pueden ocasionar aislamiento, pérdida de la independencia, soledad y angustia.

La salud mental influye en la salud del cuerpo, y también a la inversa. Por ejemplo, los adultos mayores con enfermedades como las cardiopatías presentan tasas más elevadas de depresión en relación con quienes no padecen problemas médicos.

Por el contrario, la coexistencia de depresión no tratada y cardiopatía en una persona mayor puede empeorar esta última.

Los ancianos también son vulnerables al descuido físico y al maltrato. En el segundo caso, advierte la Organización Mundial de la Salud, no se limita a causar lesiones físicas, sino también graves problemas psíquicos de carácter crónico, como la depresión y la ansiedad.

Problemas de salud pública

La demencia es un síndrome que se caracteriza por la mengua de la memoria y la capacidad de pensar, trastornos del comportamiento e incapacidad para realizar las actividades de la vida cotidiana. Afecta principalmente a los ancianos, pero no es una parte normal de la vejez.

Se calcula que en el mundo hay unos 35,6 millones de personas aquejadas de demencia. Se prevé que el número de estas personas casi se duplique cada 20 años, de modo que será de 65,7 millones en 2030 y de 115,4 millones en 2050; además, la mayoría de esos pacientes vivirá en países de ingresos bajos y medianos.

La demencia lleva aparejados problemas sociales y económicos de envergadura, por lo que toca a los costos de la asistencia médica, social e informal que impone.

Por otra parte, las presiones físicas, emocionales y económicas pueden agobiar a las familias. Tanto las personas aquejadas de demencia como quienes las asisten necesitan apoyo sanitario, social, económico y legal.

La depresión, en cambio, puede causar grandes sufrimientos y trastorna la vida cotidiana. Afecta al 7% de la población de ancianos en general y representa el 1,6% de la discapacidad total (AVAD) en los de 60 años y mayores.

En los establecimientos de atención primaria de salud la depresión no se diagnostica ni se trata como debiera.

Es frecuente que los síntomas de este trastorno en los adultos mayores se pasen por alto y no se traten porque coinciden con otros problemas de esa etapa de la vida.

Las personas adultas mayores con depresión tienen un desempeño más deficiente en comparación con las que padecen enfermedades crónicas, como las pulmonares, la hipertensión arterial o la diabetes sacarina.

Este trastorno también aumenta la percepción de tener mala salud, debido a la utilización de los servicios médicos públicos o privados y los costos que representa la asistencia sanitaria. (I)

El reto es mejorar la asistencia y apoyo a pacientes

La OMS reconoce que la demencia es una prioridad sanitaria. En el informe ‘Dementia: a public health priority’ (2012), se proporciona información y ayuda para sensibilizar a la gente con respecto a este problema.

Asimismo, se pretende fortalecer las actividades públicas y privadas para mejorar la asistencia y el apoyo a las personas aquejadas de demencia y a sus cuidadores.

La demencia, depresión y otros trastornos mentales de gran importancia están incluidos en el Programa de Acción Mundial en Salud Mental (mhGAP), por el cual se pretende mejorar la asistencia de los trastornos mentales, neurales y por abuso de sustancias psicotrópicas mediante la aportación de orientaciones e instrumentos para el desarrollo. (I)

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