El poblado cuenta con servicios básicos aunque gran parte de sus calles está sin pavimentar
Los adultos de San Vicente de Pusir aún prefieren la ‘pelota de viento’
Día soleado, temperatura templada y las calles vacías. Así luce el cantón Bolívar, en el sur de Carchi, en la alborada de un sábado cualquiera.
“Disculpe, ¿cómo llego a San Vicente de Pusir?”, se le consulta a 3 personas. Dudas, desconocimiento y hasta coordenadas inexactas son las respuestas que se obtienen, ninguna que clarifique el rumbo que se debe tomar.
Luego de 15 minutos de consultas, un taxista que “cree saber” dónde queda el remoto paraje se aventura a surcar los cerca de 40 kilómetros que separan a Bolívar de San Vicente de Pusir.
Una temperatura de 22ºC recibe a los visitantes de esta parroquia, aunque el sol deja sentir su intensidad en pleno mediodía. Como todos los fines de semana, las 6 cuadras de este sitio gozan de bastante actividad.
Sentado apaciblemente en un banco de los comedores/bares de la zona, Hernán Tarambiz -de 84 años- pasa el día conversando con cualquiera que le brinde unos minutos de su atención. Con hablar pausado y dificultades de audición por la edad, Tarambiz rememora por qué su lugar de residencia fue bautizado de esa manera.
“Hace varias décadas una mujer cogió un carro y dijo ‘a San Vicente’, queriendo venir para acá, pero fue a dar al otro San Vicente (de Flores), que está por Urcuquí, en Imbabura. A partir de ahí, para diferenciarnos, se agregó el término de Pusir, por el área que lleva este nombre”, narra el octogenario.
Esta tierra -a la que solo se puede llegar en camioneta o taxi, porque un bus de transporte público puede demorar horas en pasar- es propia de agricultores.
De lunes a viernes, las jornadas arrancan muy temprano, sus hijos se trasladan hasta los sembríos que rodean el lugar para trabajar la tierra que produce aguacate, fréjol, ají, entre otros productos.
Es por este trajín que los fines de semana son aprovechados por las familias para convivir como comunidad y el deporte resulta ser el hilo que conecta el entramado social en San Vicente de Pusir.
En el corazón de la parroquia, una descuidada y polvorienta cancha acoge a los amantes de la ‘pelota de viento’ o también llamada ‘pelota nacional’.
Esta disciplina, similar al tenis, enfrenta a jugadores que usan tablas en forma de raqueta, estas tienen incorporadas pupos de caucho de 10 cm de altura para golpear una pelota, también de caucho, bastante resistente.
San Vicente de Pusir, como es normal, tiene su propia selección de ‘pelota de viento’, que compite frecuentemente ante sus clásicos rivales de Imbabura, Piquiucho, San Vicente Ferrer, San Gabriel y otros.
Mientras los ‘peloteros’ van de un lado intentando no resbalarse en la tierra, el olor a alitas de pollo asadas envuelve el sector.
En ese lugar, donde don Hernán sigue conversando, otros habitantes deciden libar al ritmo de música nacional. A un lado, una pequeña cancha de cemento recibe a los jóvenes y su ‘picadita’ de indor.
‘Milagro’ desde las alturas
Como es propio de la serranía ecuatoriano, el clima de San Vicente de Pusir tiene ‘ánimo’ cambiante. A veces la temperatura hace que la gente busque refugio. Llegan días soleados en los que de repente puede aparecer la lluvia y suspender las actividades.
Pero esto no siempre fue así, según cuentan las leyendas de los oriundos del lugar. “No llovía, ya habían pasado 6 meses sin llover, el pueblo se organizó para rezar y sacar al santo de nuestra iglesia, San Vicente Ferrer, y de repente en la noche volvió la lluvia”, recuerda Lixon Espinoza, de 40 años, quien vivió esta experiencia a los 13.
A partir de ahí, asevera Espinoza, las tierras de San Vicente de Pusir han sido productivas para los agricultores. En base a los productos que en la zona se generan nace el plato tradicional: arroz, frejol, maduro, ensalada de tomate y cebolla, y, por supuesto, aguacate.
Al héroe del Cenepa
El poblado cuenta, en los papeles, con los servicios básicos, aunque con inconvenientes; la mayor parte de las calles está sin pavimentar y sus habitantes comentan que la distribución de luz es normal. No así el agua, debido a que el abastecimiento solo dura 5 horas al día (06:00-11:00).
En el centro de la villa se erigen 2 monumentos, uno representa las actividades que allí se realizan y el otro es en homenaje a un héroe. Se trata de Freddy Santander, quien falleció en acción durante el enfrentamiento bélico con Perú en el Cenepa. Llegó a los 3 años y se crió en San Vicente de Pusir.
“Siempre, desde pequeño le gustaba jugar al soldado y cuando lo reclutaron cumplió con su deber. Cuando recibimos la noticia de que había muerto fue muy doloroso para todos”, comenta Graciela Espinoza, quien conoció desde pequeño a este héroe que descansa en el cementerio del lugar.
Así muere la tarde del sábado en esta parroquia, entre conversaciones, añoranzas y esperanzas de días mejores que, lo aceptan en el sitio, vendrán con esfuerzo en los sembríos y con la bendición de su patrono San Vicente Ferrer. (I)