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El Telégrafo
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La mayoría de los 800 habitantes de esta zona se dedica a la agricultura

En Chavezpamba se cosechan las frutas y vegetales que alimentan a Quito

En el pueblo no queda un solo descendiente del primer colono: Don Miguel Chávez. Fotos: Jéssica Zambrano/ El Telégrafo
En el pueblo no queda un solo descendiente del primer colono: Don Miguel Chávez. Fotos: Jéssica Zambrano/ El Telégrafo
04 de agosto de 2015 - 00:00 - Jéssica Zambrano Alvarado

Una mujer de 96 años ha muerto en la parroquia. El patio trasero de la única iglesia del pueblo está lleno. Los familiares que hace algunos años iniciaron su diáspora por el Ecuador regresaron para despedirla.

“Es el día de Santa Martha, la patrona de los imposibles”, dice un locutor en la radio del bus que pasa cada hora frente al parque. El camino a Chavezpamba está en la Ruta Escondida de Pichincha, al norte junto a San José de Minas, Puéllaro, Perucho y Atahualpa.

Un nudo de la cordillera de los Andes, el Mojanda Cajas, oculta a las 5 parroquias de la Ruta Escondida. Para llegar a ellas, desde Quito, hay que tomar el bus de Minas y por una hora y media escuchar cumbia sentimental: “Tonta, ¿cómo quieres que te quiera si me tienes todo el día trabajando?”.

Las voces de los niños hacen eco mientras corretean y juegan como si fuese carnaval en julio, porque han conseguido globos e interrumpen el silencio habitual con el que transcurre el tiempo en Chavezpamba, el mismo silencio con el que vivió la mujer que ha muerto.

Mientras en la iglesia se encuentran los personajes de la diáspora chavezpambense, en una de las 5 tiendas del lugar, no hay quien interrumpa a doña María hablando con la vecina. Comentan de los que se fueron, siempre con los pronombres y adjetivos en diminutivo: “Ellita siguió estudiando a distancia mientras trabaja para superarse (...), purita papá es”. Se pasan el tiempo hasta que a la vecina le llega un tono de alerta: “Abuelita, todita la olla quemada”.

Dos niños juegan carnaval en julio en Chavezpamba. La excusa es haber conseguido globos para rellenarlos con agua y reventarlos con sus amigos.

Doña María es descendiente de uno de los soldados de Antonio José de Sucre, uno de los hombres de principal apoyo de Simón Bolívar en el proyecto de la Gran Colombia. Su bisabuelo llegó hasta Pasto en la caravana de Sucre y su abuelo llegó a Chavezpamba desertando del hogar tras la muerte de su madre, el desprecio de su madrastra y persiguiendo a los mercaderes de telas.

Al igual que sus padres, nació en Chavezpamba cuando era un huasipungo. Los habitantes eran esclavos de las haciendas. Sus dueños solo les permitían levantar un techo de descanso a cambio de todo su trabajo al día siguiente. Ahora, el chagra que nace entre la cordillera de Mojanda Cajas busca ser el único dueño de todo lo que siembra.

La terquedad de los indios que describe Jorge Icaza en 1934 fue el motor de la lucha contra el latifundio, con el que una clase dominaba gran parte de la tierra. Su consigna fue ‘Tierra, trabajo y libertad’ y lograron una primera reforma agraria en 1964, con la que pudieron comprar su parte del huasipungo, el terreno que siguen cosechando.

A doña María le llegan a diario los huevos que dan las gallinas de Chavezpamba, el tomate riñón, la zanahoria y el tradicional camote del lugar. Tiene 85 años y buena memoria. Pasa el tiempo cuidando cuyes “como terapia”. Alimentarlos es una distracción en un pueblo pacífico. Recibe créditos por todo lo que vende y no necesita papeles para recordar los números de sus cuentas. No olvida que Chavezpamba, su lugar natal y que ha decidido no dejar, pese a la insistencia de sus hijos por llevarla con ellos a Quito, recibe su nombre en honor al primer colono, Miguel Chávez. Mientras que ‘pamba’ se usa en el pueblo para describir al llano.

Lo curioso es que en la parroquia no queda una sola persona con el apellido Chávez, porque Don Miguel no dejó descendientes.

Por las tardes, luego de que los niños han salido de la escuela, algunos habitantes toman el sol en el parque del centro.

Freddy el ‘Loco’ López ha vivido sus 56 años reconociéndose como un chagra “porque el chagra nace, no se hace”, afirma. La agricultura es lo suyo y una actividad compartida por los 800 habitantes del pueblo. Aunque comercializa su cosecha con intermediarios, que a la larga -según el ‘Loco’- son los que más ganan en trasladar a Quito 80 toneladas de verduras y frutas mensualmente.

“Nos hace falta un centro de acopio y que la gente se una, si no seguirá siendo la misma historia, el mismo huasipungo”, dice Luis Oña, uno de los integrantes de la Organización de Pequeños Agricultores de Chavezpambenses Unidos (Asochaun).

A doña Rosa, el ‘Loco’ Freddy y a Luis les gusta saber qué pasa en los lugares donde no hay silencio. Doña Rosa lee lo que sus ojos ya cansados le permiten. El ‘Loco’ Freddy ve las noticias cada noche antes de dormir puntualmente a las 9 para tener de “qué conversar con la gente”. Luis busca que la agricultura de Chavezpamba sea ecológica porque su mujer murió de cáncer y quiere erradicar los químicos y fertilizantes que si bien matan las plagas también -según cree- la vitalidad del hombre.

La natalidad de la parroquia se ha reducido, igual que la población en los últimos 60 años. El grupo de edad más grande son los adolescentes, aunque en proporciones no son más de quienes pasan los 50 años.

Con ellos, la tarde en Chavezpamba retoma el silencio tras la salida de los visitantes a la ruta escogida. Dejan a los que creen en las virtudes de la tierra donde “todo lo que se siembra crece”, como dice Luis Oña sobre Chavezpamba. (I)

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