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La falta de transporte directo y el mal estado de las vías han aislado a la zona

El Chochal, un punto desconocido en el mapa para los tulcaneños

La zona se encuentra a los pies del cerro Troya, que sirve como punto limítrofe con Colombia. Fotos: Luis Almeida/El Telégrafo
La zona se encuentra a los pies del cerro Troya, que sirve como punto limítrofe con Colombia. Fotos: Luis Almeida/El Telégrafo
09 de junio de 2015 - 00:00 - Luis Almeida Gutiérrez

“Llovió 4 años, 11 meses y 2 días”, relató Gabriel García Márquez sobre una parte de la historia de Macondo, el pueblo imaginario que recreó en su novela ‘Cien años de soledad’.

La imagen no aplica totalmente al área de la provincia del Carchi que rodea a la hacienda El Chochal, pero la bruma que la cubre, el verdor de su vegetación y el estado de sus caminos llenos de tierra húmeda, charcos y lodo a partes iguales dan cuenta de que es una zona en la que las lluvias son constantes.

El sector también comparte con el Macondo del fallecido Nobel de Literatura colombiano esa especie de aislamiento inicial que tenía este pueblo cuando fue fundado por José Arcadio Buendía, su esposa Úrsula Iguarán y un grupo de amigos.

A pesar de encontrarse a unos 20 minutos en vehículo desde Tulcán, El Chochal resulta un punto prácticamente desconocido para buena parte de los carchenses, en general, y de los tulcaneños, en particular.

Llegar allí puede convertirse en una auténtica aventura para quien no sabe cómo hacerlo. La mayoría dice haber escuchado el nombre, pero desconoce realmente cómo llegar al lugar o cómo guiar al visitante que pregunta.

Da lo mismo si se trata del controlador de un bus de transporte interprovincial, la recepcionista de un hotel o el conductor de un taxi o una camioneta de alquiler.

Contribuye a esto, quizás, que la zona que conserva el nombre que hasta hace varias décadas habría tenido un amplio sector del extremo nororiental del Carchi no sea un pueblo ni una comunidad en sí mismo, sino una unidad de producción agropecuaria.

La extracción de material pétreo para elaborar ripio y polvo de piedra se inició hace poco en El Chochal. La labor ocupa aún poca mano de obra de la zona.

El aislamiento físico se acentúa con la ausencia de una línea de transporte que una a ese punto ubicado a los pies del cerro Troya (frontera con Colombia) con la cercana urbe.

Por ello, sus habitantes deben ingeniárselas para llegar hasta la capital de la provincia. Hacerlo a pie es posible, pero tomaría de 40 minutos a una hora.

Gladys Zambrano, una de ellos, cuenta que las personas “aprovechan por lo general el viaje a la ciudad de alguno de los pocos vecinos que tienen carro para pedirle que los lleve”.

Hasta Tulcán suelen desplazarse quienes transportan leche o alguien que debe cumplir alguna diligencia o negocio, dice la mujer.

Otra forma de movilizarse es aprovechar la llegada de las busetas que trasladan a niños y adolescentes a planteles educativos de la ciudad, en las mañanas, y los regresan a sus casas al inicio de las tardes.

Zambrano comenta que el servicio cuesta $ 21 mensuales por cada menor de edad, cifra que desde hace un año aproximadamente es cubierta por el Municipio tulcaneño como parte de un programa de ayuda social.

Otro modo de conectarse con la capital de la región es solicitando directamente los servicios de una de las camionetas que se fletan en los alrededores del mercado San Miguel de Tulcán.

A ello contribuye que el aparente aislamiento geográfico no se corresponde, del todo, con un abandono en cuanto a servicios. El área cuenta con teléfono convencional desde hace aproximadamente 3 años; además hay señal de celular en casi toda la zona.

La vecina del sector conocido en la actualidad de manera específica como El Carrizal comenta que el alquiler de uno de los vehículos de carga cuesta $ 3.

Finalmente, según Zambrano, están quienes aprovechan los viajes que realizan las volquetas que cargan material pétreo desde una cantera cercana, y se les pide aventón.

Puede decirse que la economía del sector se ha diversificado hace alrededor de 2 años con la apertura de la mina María Eugenia.

El estado de las vías es uno de los factores que contribuyen a la situación de semiaislamiento en la que viven los habitantes de la zona carchense.

En el sitio laboran en la actualidad 11 trabajadores, de acuerdo con Gustavo López (46 años), quien dirige los trabajos y se dedica a la actividad hace 3 décadas. En María Eugenia se obtiene “piedra para triturar”, como la describe el minero.

El trabajo, que se realiza de lunes a viernes, entre las 07:00 y las 16:00, consiste en la remoción de grandes bloques de piedra desde altos muros con el uso de las manos y herramientas pequeñas. “El permiso para el uso de explosivos se encuentra en trámite”, dice López.  

La materia prima que se obtiene se traslada en volquetas a una trituradora cercana, donde se la muele para convertirla en ripio y polvo. Luego, intermediarios llegan y se llevan el material.

La mayoría de los mineros vive en otros sectores de la provincia. Para la mayoría de los pobladores de El Chochal y sus alrededores, en cambio, la vida tiene un tinte rural y agrícola.

La mayor parte de la tierra de allí está dedicada a la siembra de papa, al igual que ocurre en el resto de la provincia. Hay quienes comparten esta actividad con la crianza de ganado de leche.

Lo que sí resulta difícil en el área es encontrar diversidad de alimentos, así como otros elementos necesarios para la vida diaria. Esto porque no existe una sola tienda.

Por ello, los habitantes aprovechan cada desplazamiento a la ciudad para abastecerse de las cosas más inmediatas.

Mientras que las “compras grandes”, como las describe Zambrano, se realizan cada cierto tiempo. En su caso, utiliza la camioneta de su esposo para abastecer su despensa una vez al mes.

El semiaislamiento, el estado de los caminos (en pésimas condiciones más allá de la hacienda El Chochal) y la cercanía al fronterizo cerro Troya hacen pensar que ese podría ser uno de los puntos que utilizan los contrabandistas.

La alusión molesta a los vecinos, quienes aseguran que no saben nada sobre el tema. (I)

DATOS

El Chochal habría sido hasta hace alrededor de un siglo una extensa hacienda de unas 170 hectáreas, según César Zambrano, quien dice haber sido su mayordomo.

De acuerdo con Zambrano, en la época en que dirigía el trabajo en la unidad productiva, la extensión de esta alcanzaba alrededor de la mitad de lo anterior (unas 80 hectáreas).

La hacienda con el nombre original comprendería en la actualidad unas 60 hectáreas y está precedida, en dirección al sur, por caseríos aparecidos con el transcurso de los años tras la reducción del predio.

La unidad productiva está dedicada, como ocurre desde que sus vecinos recuerdan, a la producción de papa en su mayoría. Cuatro integrantes de una familia son trabajadores permanentes y los propietarios llevan jornaleros en épocas de siembra y cosecha.

La zona cuenta con servicio de energía eléctrica hace unos 35 años aproximadamente y con agua entubada proveniente de las vertientes que abundan en la zona hace 25 años.

El sector no posee sistemas de disposición de aguas servidas, por lo que la mayoría de viviendas cuenta con pozos sépticos para esas descargas.

La vialidad es el principal problema del área. Las vías pavimentadas llegan hasta un punto ubicado 10 minutos antes de la zona. A partir de ahí la ruta no está en buenas condiciones y en algunas partes es un auténtico chaquiñán.

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