Nuclearización, uno de los legados del dictador
El adjetivo “nuclear” ocupa un lugar capital en el legado que el dictador Kim Jong-Il deja a su empobrecida y sometida nación.
El programa atómico norcoreano se inició en los años 60 con apoyo ruso y chino durante el gobierno del padre de Kim Jong-Il y fundador de Corea del Norte, Kim Il-Sung (1912-1994).
Washington se hizo progresivamente eco del proyecto hasta el punto de que la tensión alcanzó cotas muy altas en la península en los 90, después de que en 1993 Pyongyang rechazara a los inspectores del Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA) y abandonara el
Tratado de No Proliferación Nuclear (TNP). Kim Jong-Il tomó el poder en un momento crítico, en 1994, poco después de que su recién fallecido padre aceptara reunirse con el entonces jefe de Estado surcoreano, Kim Young-Sam, para rebajar la creciente tensión.
En el plano alimentario, Kim Jong-Il heredó también las hambrunas crónicas, que comenzaron a golpear al país cuando el mandato de su padre ya tocaba a su fin.
Sin embargo, Kim Il-Sung logró culminar un plan de colectivización del campo y una industrialización a gran escala que, en los primeros años de su administración, convirtieron a Corea del Norte en un Estado más próspero que su vecino capitalista del sur.
Kim Jong-Il, en cambio, será recordado solo por consolidar la mala política agraria que su padre implementó más tarde, la cual deforestó Corea del Norte y destrozó el suelo por el mal uso de fertilizantes. EFE