El líder de Corea del Norte muere y su hijo se convierte en su sucesor
El máximo líder norcoreano, Kim Jong-Il (1994-2011), falleció de un infarto de miocardio y su hijo Kim Jong-Un fue designado para sucederle. Los medios oficiales de este hermético y pobre país que posee el arma nuclear dieron a conocer ayer la noticia que generó tristeza y lágrimas entre la población.
Este mismo día, Corea del Norte realizaba una prueba de lanzamiento de misil de corto alcance desde su costa oriental que, según la agencia de noticias surcoreana Yonhap, que cita a un responsable gubernamental no identificado, no guarda relación con el anuncio del fallecimiento. Kim Jong-Il, de 69 ó 70 años según las fuentes, falleció el sábado 17 de diciembre, anunció entre sollozos una presentadora del canal de la televisión estatal.
La Agencia Central de Prensa Coreana (KCNA) informó que el líder de la dictadura comunista murió como consecuencia de un infarto de miocardio severo y de una crisis cardiaca cuando viajaba en tren en uno de sus habituales viajes fuera de la capital. Los funerales se celebrarán el 28 de diciembre en Pyongyang y se ha declarado un periodo de duelo del 17 al 29 de diciembre.
Los medios de prensa oficiales, instrumento de propaganda del régimen estalinista, describían de manera unánime la tristeza indescriptible de los norcoreanos por la muerte del “querido líder”.
La muerte del líder norcoreano despertó incertidumbre en la comunidad internacional, que se debate entre el temor a un endurecimiento del conflicto nuclear y la débil esperanza de que sirva para la apertura del régimen de Pyongyang. La alarma es generalizada entre sus vecinos, en especial Corea del Sur, pues ambas naciones se encuentran técnicamente en guerra después de que el conflicto que las enfrentó (1950-1953) terminara con un armisticio y no con un Tratado De Paz.
La tensión bilateral aumentó desde que Corea del Norte bombardeó un buque de guerra surcoreano en marzo de 2010, provocando la muerte de 46 marinos. Pyongyang negó su participación en este episodio, pero en noviembre de 2010 bombardeó una isla del sur, causando otros cuatro muertos.
Poco después de conocerse el fallecimiento, el presidente surcoreano, Lee Muyng-bak, y el de EE.UU., Barack Obama, acordaron mantener una estrecha vigilancia sobre Corea del Norte y cooperar para afrontar la nueva situación, según la agencia oficial Yonhap.
Lee canceló todos sus actos oficiales, declaró a su Gabinete en estado de emergencia y puso a sus fuerzas armadas en estado de alerta al reforzar la vigilancia en la frontera, para lo que pidió ayuda a Estados Unidos, que mantiene a 28.500 soldados en su territorio.
Tras la reunión de altos mandos de seguridad nacional convocada por el primer ministro japonés, Yoshihiko Noda, se ordenó fortalecer las comunicaciones con Estados Unidos, China y Corea del Sur, mientras el ministro de Defensa, Yasuo Ichikawa, pidió al Ejército que estuviese atento.
El Gobierno chino, uno de los pocos aliados de Pyongyang, se mostró impactado por la muerte de un “buen amigo” y dijo que seguirá apoyando a Corea de Norte para salvaguardar la paz y la estabilidad en la región.