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Ecuador, 23 de Diciembre de 2024
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El Telégrafo
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El fomento de iniciativas y el ‘no’ a la dependencia

Muchas veces cuando se debaten el origen y objetivos de la asistencia  social, los economistas identificados como ‘prudentes y conservadores’  afirman que la mejor conducción de la economía está en la iniciativa privada por “demostrar menor imperfección en la implementación de políticas en comparación con lo realizado por el sector público”. Pero  el cambio de rumbo de Latinoamérica en los últimos 10 años, ha servido  para refutar esa creencia.

En el Ecuador, en los últimos cinco años se han incrementado los planes  de asistencia social, entre ellos: los microcréditos para nuevos emprendedores provenientes de familias pobres a quienes se les entrega préstamos de no más de cinco mil dólares para que comiencen o expandan un negocio. El cliente de este sector del crédito al ser de bajos ingresos por lo general no tiene acceso a instituciones financieras formales, por carecer de una figura de relación de dependencia, donde se les acredite confiabilidad y cumplimiento con sus obligaciones mensuales.

El microcrédito proviene de una política de Estado estratégicamente planificada que incentiva y motiva al deudor a emprender un negocio rentable, para aumentar sus ingresos y reducir su vulnerabilidad a imprevistos. Se fortalece la seguridad de cada persona en sí misma y en su trabajo para salir adelante. Como un ejemplo, en un reportaje de este diario se informó sobre el crecimiento del sector pesquero incentivado por las líneas de crédito entregadas por la Corporación Financiera Nacional (CFN) y el Banco Nacional de Fomento (BNF).

Esto, es una muestra de la presencia del Estado en el emprendimiento productivo de sectores económicos que han estado en el letargo por muchas décadas. La pesca, en el 2011, fue uno de los sectores que más aportó al crecimiento económico del país. Como incentivo al grupo, el Estado provee créditos dirigidos a la modernización de la flota pesquera nacional y de la pesca artesanal, incentivando así a la dinamización del empleo en el sector. Son políticas implementadas en el proyecto de la nueva matriz productiva.

El microcrédito funciona mejor que cualquier otro tipo de asistencia social al fomentar la iniciativa alejada de la dependencia y por ser auto-sustentable. El banquero bangladés Muhammad Yunus, autor del concepto de microcrédito, expresa en su libro “Hacia un mundo sin pobreza” que: “La gente no es pobre por estupidez o por pobreza. Trabajan el día entero cumpliendo tareas físicas de gran complejidad. Son pobres porque las estructuras financieras del país no tienen la vocación de ayudarlos a mejorar su suerte”.

En otras palabras, si los pobres no tienen acceso al crédito no podrán dejar de serlo nunca y si quedan excluidos, la economía se priva de sus aportes y participación. El propósito es devolver a cada persona la libertad para realizarse y, a la comunidad, el potencial empresarial de gran parte de su población que se estaba desperdiciando. En ese contexto, el microcrédito ha probado ser una herramienta efectiva para reducir la pobreza. Por eso, el liberalismo económico ha perdido intelectualmente con la salvedad de que su poder económico está intacto.

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