La pobreza no solo se resuelve con mayores ingresos
Acercarse a la pobreza desde una definición o medición, no solo es cuestión de números y promedios. En 1998, la Real Academia de Ciencias de Suecia premió al profesor Amartya Sen con el Nobel de Economía “por haber devuelto una dimensión ética al debate sobre problemas económicos vitales”.
El premio Nobel había auscultado la noción de pobreza más allá de la teoría matemática para aplicar a la economía una visión social más humana.
La pobreza, ante todo, es una categoría subjetiva. Si vemos a un niño descalzo en la playa jugando con rocas mientras el mar le golpea el rostro, algunos vincularán esa imagen con pobreza, pues creerán que ese niño debe estar en su casa recreándose con juguetes de papel y plástico. “Los seres humanos somos fundamentalmente diversos”, afirmaba hace poco Amartya Sen, “no se puede trazar una línea de pobreza y aplicarla a rajatabla a todo el mundo por igual, sin tener en cuenta las características y circunstancias personales”.
Existen factores geográficos, biológicos y sociales que multiplican o disminuyen el impacto de los ingresos en cada individuo. Entre las personas con menores posibilidades de poseer un ingreso monetario sostenido, también existen quienes tienen dificultades para acceder a servicios básicos como educación, derecho a la tierra, salud, justicia, créditos
y otros recursos productivos.
Ser pobre, según Sen, no significa vivir por debajo de una línea imaginaria de pobreza, que en Ecuador, a diciembre de 2012, fue de 2,54 dólares diarios. Ser pobre es tener un nivel de ingresos insuficiente para desarrollar con libertad determinadas funciones básicas, tomando en cuenta las circunstancias y requerimientos sociales del entorno social.
Para buscar ejemplos, Sen recurre al mundo de la mujer que, junto con las hambrunas y las libertades, ha sido su trabajo pionero dentro de la economía del desarrollo de los más pobres.
“Hay grandes disparidades en el nivel de libertades que hombres y mujeres disfrutan en distintas sociedades”, según Sen.
“Además de la disparidad (entre los dos sexos) en el nivel de ingresos o recursos, existen otras esferas de diferencias como la división de las tareas en el hogar, el nivel de educación recibida o el nivel de libertades que disfrutan los diferentes miembros de una misma familia”.
Más que medir la pobreza por el nivel de ingresos que percibe una familia, Sen recomienda calcular lo que ese individuo puede hacer con esos ingresos para desarrollarse en libertad, teniendo en cuenta que esos logros varían de un individuo a otro, de un lugar a otro. “El análisis de la pobreza debe estar enfocado en las posibilidades que tiene un individuo de funcionar, más que en los resultados que obtiene
de ese funcionamiento”, asegura Sen.
El Estado debería abordar la pobreza desde esta perspectiva. Es decir, no solo pensar que ésta se resuelve a través de la transferencia de recursos económicos que mejoren los ingresos de las familias, sino mediante la dotación de servicios básicos gratuitos y de calidad, como educación, vivienda o salud, que ahorren a los individuos costos adicionales.