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El Telégrafo
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EL pecado original en la economía

EL pecado original en la economía
17 de diciembre de 2012 - 00:00

Los gobiernos centrales tienen dos formas para financiar sus gastos, mediante recursos propios (recaudación tributaria) o apalancamiento externo e interno. Ecuador en los años setenta, con el auge petróleo, fue calificado por la banca privada internacional como un país sujeto de crédito concediéndole ingentes recursos para financiar proyectos sin ninguna planificación, y peor aún, enmarcados en un plan de desarrollo.

En los datos estadísticos se advierte el crecimiento descontrolado de los indicadores,
donde el monto de la deuda externa superaba el 50% del Producto Interno Bruto (PIB), la deuda externa más que triplicaba los valores de exportación del país y creció en más de 9 veces el servicio del pago de la deuda pública dentro del presupuesto general del Estado. La situación acabó en una crisis fiscal y cambiaria manifestada en una mayor tasa de inflación. La deuda externa pasó de 693 millones de dólares en 1976 a 7.380 millones de dólares en 1983.

El tipo de cambio (el valor de la moneda nacional expresada en la moneda extranjera)
es la capacidad de las actividades generadoras de divisas (exportaciones de bienes y servicios e inversiones externas) para solventar las importaciones y el servicio de la deuda. La experiencia de Ecuador, a partir de 1976, estuvo caracterizada por el aumento del auge del consumo –mayores importaciones- y el sobredimensionamiento  de la deuda externa sobre las exportaciones. Esa situación se manifestó en presiones sobre el tipo de cambio, donde el Banco Central trataba por todo los medios de proteger el nivel de reservas internacionales para no caer en default.

Después, en la década de los ochenta y noventa, la contratación de préstamos estaba subordinada al cumplimiento del pago de los créditos antes aceptados por el Ecuador. Es decir, se pedían crédito para cancelar deudas anteriores, sometiendo a la política económica. En 1999, el país terminó en una severa crisis cambiaria con el objetivo de obtener las divisas necesarias para pagar el servicio de la deuda y el proceso de dolarización que se plasmaba en el horizonte. Este escenario se repitió en otros países de América Latina donde el excesivo endeudamiento era la causa de las crisis financieras de las región.

Pero el altísimo apalancamiento no era la única razón de la frecuente vulnerabilidad financiera de los noventa, sino también la imposibilidad para un país emergente de endeudarse externamente en su propia moneda, conocido como pecado original. Según un estudio del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), durante el periodo 1999-2001, los préstamos concedidos por la banca privada internacional se encontraba denominado
en las cincos monedas principales (dólar, euro, yen, libra esterlina y franco suizo) en un 81%. Una clasificación de los países que muestran un menor pecado original son los países donde radican los principales centros financieros, seguida por la zona del euro (la moneda implementada en 1999 en el viejo continente contribuyó a una reducción del pecado original).

América Latina está entre las regiones del mundo que tienen mayor pecado original
en la economía mundial. A partir de un análisis empírico de los economistas estadounidenses Barry Eichengreen, Ricardo Hausmann y Ugo Panizza se llega a la conclusión de que el único factor explicativo del surgimiento del pecado original es la dimensión de la economía, y sus consecuencias se reflejan en la mayor vulnerabilidad financiera, los descalces de las monedas (se recauda los tributos en moneda nacional y se paga en moneda extranjera) y plazos, y en la incapacidad del deudor en seguir
cumpliendo con los servicios de la deuda.

El pecado original explica así el “miedo a flotar” (estudio del economista Guillermo Calvo) comportamiento característico de las autoridades en la década de 1990, dado que sin ninguna intervención de la autoridad monetaria sobre el precio de la divisa sería permitir una megadevaluación provocando una gran redistribución de la riqueza en contra de la clase más vulnerable.

Como han señalado Eichengreen, Haussman y Panizza, una de las maneras de “redimirse” del pecado original es que las instituciones financieras internacionales emitan deuda en una nueva unidad de cuenta: un índice de una canasta de monedas de países en desarrollo. De esta manera se eliminarían los efectos del descalce de monedas generado por los préstamos, que se transformarían en una solución en vez de constituir una fuente adicional de desequilibrio. Otra forma sería crear políticas para el sostenimiento de
la deuda.

El grado de viabilidad de las propuestas son muy diferentes. La primera carece de fuerza porque implicaría para los países en vías de desarrollo buscar la democratización del sistema financiero internacional y sus instituciones, como el FMI y el Banco Mundial (BM), requiriendo de una mayor unidad de estos países. La segunda tiene un mayor grado de viabilidad. La sostenibilidad de la deuda es propio de la políticas económicas internas y no dependen de la relaciones de poder entre los países. El límite al endeudamiento es
una de ellas. En los tratados de Maastricht, celebrados por la Unión Europea, se
estableció como porcentaje máximo de la relación deuda pública/PIB en 60% como requisito para la adhesión y/o permanencia a la zona euro.

Pero el euro, a diferencia de las monedas latinoamericanas, es una divisa internacional
y por lo tanto, dicho porcentaje no sirve de referencia para aplicación de las
políticas económicas de los países emergentes, sobre todo de Latinoamérica. Muchas
veces, en la década de los noventa, los expertos internacionales que llegaban
a América Latina aconsejaban los mismos valores de referencia para la disciplina
fiscal europea, cuando en nuestros países era claro el fenómeno del pecado original.

Tomando en cuenta que algunos Estados de Latinoamérica han reestructurado exitosamente sus deudas, motivado por recuperar la soberanía en la política económica
(caso Ecuador y Argentina), y otros han reducido el monto de sus deudas vía
pagos adelantados, es recomendable que no superen el 30% de ese indicador como
muestra de una muy baja vulnerabilidad financiera y estabilidad macroeconómica.
En junio de 2012 la relación deuda pública total/PIB en el Ecuador fue 22.03%.

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