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El Telégrafo
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La poesía que se escribe en el país

La poesía que se escribe en el país
14 de abril de 2013 - 00:00

La Prefectura de Pichincha invitó como jurados para seleccionar el Premio Pichincha de Poesía, que se promulgó en febrero de 2013, a los escritores Javier Ponce, César Carrión y Antonio Correa, quienes tuvieron la oportunidad de contrastar un mundo bullente y en construcción, los sentimientos a flor de piel, la cotidianidad, el escepticismo, la reflexión, la diatriba, el paisaje, el amor y su impostura, que como un mapa de rutas rico y diverso, muestra la vitalidad de un país entre noveles y reconocidos escritores.

Nunca un concurso fomentado por una institución pública había tenido esta acogida. 171 participantes: 107 en poesía y 64 en cuento, en su mayoría jóvenes de Pichincha, también de diversas regiones del país como del exterior. Escritores que se dieron cita para confrontar sus trabajos como respuesta al llamado que el Gobierno Provincial estableció al crear los Premios Pichincha de Poesía y Cuento en 2010, premios literarios con uno de los mayores estímulos económicos que se otorgan en el país, junto a la publicación de las obras ganadoras.        

El papel de un jurado, en cualquier disciplina a que se le convoque, está marcado en su decisión por la subjetividad, que no es otra cosa que la personal aprehensión del mundo que lo rodea, por medio de sus conocimientos y lecturas, su inteligencia y sensibilidad y, también, que haya trasegado en el ejercicio práctico de la escritura, como elemento esencial para comprender y valorar el proceso creativo en un género como la poesía, que entraña riesgo y visión transformadora del pensamiento y el lenguaje, para que el lector encuentre zonas desconocidas que amplíen su propio goce y sensibilidad. Octavio Paz, comparaba la poesía con un árbol de electricidad y decía que existen dos tipos de lectores. Los que como hilos conductores hacen refulgir la palabra en su interior. Y los de madera, en los que los sentimientos se refractan y las palabras no fluyen con su natural fuerza y electricidad.

Pero toda mirada exige rigor y responsabilidad, más, cuando el juicio del tiempo, hace posible que esas obras seleccionadas conformen el acervo literario del país y la región. En consecuencia, toda decisión provoca controversia, como declarar desierto el primer lugar del Premio Pichincha de Poesía 2013, al considerar el jurado, que “debido a que ninguno de los trabajos presentados establece vínculos profundos con la tradición poética de nuestra lengua ni logra la construcción de un lenguaje poético personal, que experimente y recree con solvencia el género de la poesía, de manera que lo ubique como un referente dentro del ámbito literario del país”.

El segundo lugar se entregó al poemario Lumínica y otros delitos, por “sus hallazgos, entre los que se encuentran momentos de calidad metafórica e interesante construcción de imágenes, que anticipan la aparición de una nueva voz poética”. El tercero fue para Biografía del espejismo, “debido a su ritmo y tonalidad sostenidos, que evocan una atmósfera emotiva unitaria”. Asimismo, se otorgaron menciones especiales a Cante hondo, en el que se percibe “una escritura de preocupaciones existenciales y religiosas y un manejo eficaz del idioma” y, a Vida de gatos, por su “clara intención comunicativa, abierta a un público amplio, por medio del recurso de la fábula y un sutil sentido del humor”.

Fue esta la razón que me llevó a invitar a un grupo de escritores para que opinen sobre si debe declarase o no desierto un premio literario y por qué. Aquí están las opiniones y disquisiciones de escritores   y académicos como César Carrión, Juan José Rodríguez y Efraín Villacís, todos grandes lectores, para que con sus palabras y bajo este pretexto, se active un debate sobre la poesía que se escribe en el país.

 

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