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El Telégrafo
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Los caricaturistas radicales en el puerto

Los caricaturistas radicales en el puerto
22 de enero de 2013 - 00:00

Estamos próximos a conmemorar un año más de la “Hoguera Bárbara”, ese repudiable crimen de Estado que quedó impune como herida abierta en la conciencia de los ecuatorianos. Recordar la muerte de Eloy Alfaro y de sus compañeros revolucionarios equivale a pensar en la multiplicidad de procesos que impulsó el liberalismo radical como proyecto de cambio sociopolítico para el país. Y aunque ustedes no lo crean, existe una historia vinculada al alfarismo que tiene como telón de fondo el puerto de Guayaquil y el trabajo de los primeros caricaturistas.

Los orígenes de la caricatura en el Ecuador están ligados a Guayaquil porque en esta ciudad se irradió un repertorio de nuevas visualidades con la aparición del dibujo humorístico y la caricatura de prensa, a finales del siglo XIX. Entre 1883-1884, durante la conflictiva transición política que representó la guerra de los restauradores conservadores y regeneradores liberales contra el dictador Veintemilla -“Ignacio de la Cuchilla” como le llamó Juan Montalvo-, surgió la caricatura en la prensa guayaquileña, con afán moralizante y dedicada a servir como instrumento de propaganda ideológica y política de los liberales radicales.

Una caudalosa producción humorística basada en décimas y coplas populares de origen montubio (amorfinos), junto a litografías impresas de caricaturas fue el repertorio de estos folios de pequeño formato que muy pronto fueron reconocidos como “periódicos satíricos”. El interés de sus promotores fue llevar a la prensa la confrontación política que se ventilaba en el campo de batalla. Por ende, este tipo de producción gráfica y literaria resultó clave para difundir las ideas de Eloy Alfaro y los liberales radicales (conocidos como los “rojos”), en un público mayoritariamente analfabeto que a partir del contenido humorístico de esas obras, simpatizó con la causa montonera.

Sin pretenderlo, esos dibujantes protagonizaron la pugna liberal-conservadora que marcó la política ecuatoriana entre la segunda mitad del siglo XIX e inicios del siglo XX. Uno de los más respetables caricaturistas fue Francisco Martínez Aguirre, creador del periódico “El Perico” (1885-1886). Perseguido por el presidente conservador José María Plácido Caamaño, tuvo que salir del país y se exilió en Chile. De vuelta al terruño, “El Perico” se convirtió, junto a “Fray Gerundio” y “El Gavilán”, también dirigidos por Martínez Aguirre, en el periódico más popular de Guayaquil.

Otros dibujantes que contribuyeron al afianzamiento de esta prensa humorística y de contenido político fueron R. Chiesa, F.G. Queirolo y un caricaturista que firmaba con el insinuante seudónimo de Policarpio Ventorrillo Opinionitis. Años después, la entonces considerada “prensa seria” acogió la caricatura en sus páginas: el primer rotativo en hacerlo fue “El Grito del Pueblo” cuando, en 1898, se contrató al dibujante A. Narváez.

La importancia de la prensa satírica radicó en que su aparición motivó el desarrollo de la caricatura, cuyo extraordinario arraigo se debió a que supo enfrentar los problemas cotidianos de la sociedad, con ironía y gracejo, al tiempo que blandió su lenguaje para enrostrar públicamente los errores de los políticos. Con el paso del tiempo, aumentó el talante crítico de las obras y el caricaturista se convirtió, ya entrado el siglo XX, en el vocero del sentir popular e intérprete privilegiado de la opinión pública.

Por otra parte, la caricatura de prensa abrió las mentalidades colectivas y permitió vislumbrar un espacio simbólico diferenciado, un nuevo “campo de batalla” donde las ideas reemplazaban a las balas, en nombre de la libertad de expresión que fue una de las conquistas sociales de los liberales radicales.

La etapa del liberalismo radical coincidió con un período de transición para las artes plásticas en el Ecuador, las que, avanzado el siglo XX, dejaron de ser catalogadas como “bellas”, cuando repertorios visuales provenientes de otros predios sedujeron el gusto de los espectadores. La caricatura brotó de la “prensa de combate” y se convirtió en un medio expresivo que impulsó el afianzamiento de imaginarios modernos y a Guayaquil le correspondió el papel de ciudad pionera en el desarrollo de esta producción cultural.

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