“Y las calles serán grandes lagunas”
Hace más de 100 años, el caricaturista y músico español Francisco Nugué publicó una secuencia gráfica en la revista “Patria”, que era el magazine más leído en el Ecuador de inicios del siglo XX. En la columna de Nugué se presentaban escenas del acontecer cotidiano del puerto y así, en 1908, presentó su “Programa de invierno”, unos dibujos que grafican el contenido de las rimas que aquí transcribimos: “Volverán las oscuras cucarachas/ Y los sapos cantarán a su placer/ Y las calles serán grandes lagunas/ Que no habrá más que ver.// Los bubones irán a dos por medio/ Dormirá el comercio sin vender/ Y los ricos irán a atrincherarse/ A Posorja SUR MER”. Como vemos, Nugué parafraseó la “Rima LIII” de Gustavo Adolfo Bécquer, cuando el invierno se precipitaba, tan feroz como ahora.
Guayaquil era entonces una pequeña ciudad que experimentaba un proceso de transición hacia la primera modernidad, con un desarrollo urbanístico que se aceleró a partir de 1896, cuando luego del “incendio grande” se tuvo que reconstruir la ciudad. Previo a la celebración del centenario de la independencia, se había nombrado una comisión que se encargó del ornato público pavimentando las calles del centro, a la par que emprendió campañas higienistas de recolección puntual de la basura, de sensibilización entre los ciudadanos sobre la necesidad de lavarse las manos antes de manipular los alimentos y de diseñar avenidas, bulevares y otros proyectos modernos (algunos de los cuales se concretaron y otros no).
Como vemos, hace 100 años, Guayaquil se orientaba hacia una afirmación de modernidad y se transformaba físicamente, en un proceso similar al de la “regeneración urbana”. Pero la diferencia entre hoy y ayer, es tan simple como fundamental: hace un siglo, la ciudad estaba dirigida por una élite burguesa ilustrada que entendía perfectamente que el desarrollo urbanístico y material debía estar acompañado por políticas sociales. A su manera, esa dirigencia ilustrada emprendía campañas sociales de nutrición, vacunación y creó un “banco del zapato” para proteger a los niños de los sectores populares y particularmente de origen montubio, cholo e indígena. También construyeron teatros, crearon revistas y otros espacios culturales, preocupándose por invertir en la cultura. Esa élite local, aunque imitativa y dependiente de modelos extranjeros, tenía una amplia visión humanista, desde el tipo de acción social que se ejercía en el período liberal: la filantropía y la beneficencia.
Cabría entonces preguntarse si hoy las élites políticas que gobiernan Guayaquil por más de 20 años se han preocupado lo suficiente de los ciudadanos que los eligieron, más allá de la transformación urbanística de una parte de la ciudad. Indudablemente, la “regeneración urbana” ha generado un proceso de cambio urbanístico que tiene sus aspectos positivos. Sin embargo, ¿qué ha ocurrido en el área social?
Quizá parte de la respuesta la hallemos en esas “tardes enfermas de cansancio y de lluvia” -citando al poeta José María Egas-, cuando una vez más, las calles son grandes lagunas, ríos y crecientes que paralizan todo y, lo que es más grave, se convierten en un verdadero peligro para la vida de los ciudadanos.
Entonces, muchos guayaquileños nos preguntamos: ¿qué hubiera pasado si la Municipalidad solucionaba la falta de alcantarillado que sufre la tercera parte de la población de la ciudad? ¿O si junto a las obras de “regeneración urbana” se tomaban medidas para dragar el río y no permitir que las crecidas en invierno taponen los sistemas de drenaje?
Si en más de 20 años de administración socialcristiana se hubieran manejado estos problemas como prioritarios, posiblemente a estas alturas la ciudad no atravesaría por este calvario que, lamentablemente, ya ha cobrado vidas en lo que va del invierno.
Finalmente, los guayaquileños debemos preguntarnos si queremos más pasos a desniveles, más armazones de cemento y hierro, más avenidas ensanchadas sin árboles que den sombra, o si es más importante exigir a las autoridades que nos aseguren la calidad del agua que bebemos y que provean de alcantarillado sanitario a todo Guayaquil, porque es nuestro derecho inalienable vivir con dignidad.