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Ecuador, 25 de Diciembre de 2024
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El Telégrafo
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El hispanismo en Guayaquil

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Puerto ADENTRO. La colonia española fue la segunda más visible en las primeras décadas del siglo XX, después de la italiana. Si bien su calidad de extranjeros en nuestro medio se remonta a la época de la independencia, es hacia 1900 cuando se incrementa ostensiblemente el número de españoles, como resultado de la crisis económica generalizada en Europa, que les obligó a cruzar el océano y buscar mejores oportunidades de trabajo.

En las guías comerciales y almanaques que se publicaron en Guayaquil, a inicios del siglo XX, se aprecia a numerosos españoles dedicados al comercio de exportación, importación y al sector de servicios. Pero quizá la mayor influencia de los españoles provino del mundo de las ideas. El historiador Guillermo Bustos detecta, para las décadas de los veinte, treinta y cuarenta, la presencia y divulgación del hispanismo como ideología, consistente en la exaltación de la memoria hispánica, en cuyo marco, España es considerada la “hermana mayor” o referente cultural y “espiritual” de Hispanoamérica. Bustos cita a Ricardo Pérez Montfort, para subrayar que la idea del hispanismo se ligaba a “la existencia de una “gran familia” o “comunidad” o “raza” trasatlántica que distingue a todos los pueblos que en un momento de su historia pertenecieron a la Corona española”.

Ese discurso esencialista reflotará en las celebraciones del “día de la raza” (12 de octubre) que anualmente se realizaban en el país, caracterizadas por la pompa y solemnidad. Así describía el intelectual guayaquileño Virgilio Drouet la celebración de la “fiesta de la raza”, en 1926: “Desde las primeras horas del día, una muchedumbre pletórica de entusiasmo y alegría rodeaba la residencia del Consulado de España, y a las ocho de la mañana el rojo y gualdo Pabellón era enarbolado al compás de la Marcha Real Española, y en presencia del regimiento de Artillería Sucre, que hacía los honores de ordenanza”. La celebración de ese año incluyó recordatorios a las “hazañas históricas” de la “madre patria” en los colegios fiscales de la urbe; festivales musicales, declamaciones y representaciones teatrales en la Sociedad Filantrópica del Guayas, Sociedad Marina Unión del Guayas y el Teatro Edén, así como concursos de natación, atletismo y regatas en el American Park.

Esta conmemoración se inscribía en una corriente ideológica filohispanista que se exacerbaría en la década de los treinta y cuarenta, con la Guerra Civil Española (1936-1939), acontecimiento que propició el exilio obligado de miles de personas alrededor del mundo. Una de las consecuencias políticas fue la polarización entre los simpatizantes de la República y los fascistas, que tuvo eco en la organización de eventos, a favor de uno y otro bando. En nuestro país, un grupo de artistas e intelectuales realizaron acciones de solidaridad con los republicanos, como la publicación del catálogo Nuestra España (1938), con grabados de Alfredo Palacio, Diógenes Paredes, Galo Galecio Taranto, Alba Calderón de Gil, Eduardo Kingman y Leonardo Tejada, y textos de reconocidos poetas ecuatorianos. En la otra cara del conflicto, se conoce que funcionó en Guayaquil una sección de la Falange Española Tradicionalista y de las JONS, el partido del Gral. Francisco Franco, que estuvo liderado por el inmigrante catalán Jaime Nebot Borrás. Estos grupos publicaron la revista Nueva España y organizaron eventos para ayudar a los nacionalistas.

Antes y después de esa cruenta guerra, intelectuales y artistas españoles contribuyeron al desarrollo y promoción del conocimiento en nuestro medio. Destacamos, entre otros, al dibujante, caricaturista y pintor José María Roura Oxandaberro, quien organizó con sus discípulos los primeros salones de arte moderno en Quito y Guayaquil, creó en los años veinte la Sociedad de Amigos del Arte y fue profesor de la Escuela de Bellas Artes de Guayaquil. También fueron relevantes los trabajos del fotógrafo Enrique de Grau e Iscla, y del fotógrafo-cineasta Manuel Ocaña. Este último difundió los secretos de la técnica fotográfica, con sus lecciones publicadas en la revista Ocaña Film durante la década del treinta.

Entre los intelectuales destacados, vale mencionar a Francisco Ferrándiz Alborz, periodista, crítico literario y escritor socialista que vivió algunos años en el puerto y estuvo cercano al Grupo de Guayaquil. Así también, la destacable labor del literato y crítico Ezequiel González Mas, desde su recordado magisterio en la Universidad de Guayaquil.

En el campo de los deportes, el aporte de los inmigrantes españoles fue indudable. En 1925, algunos jóvenes de origen español que vivían en la calle de la Industria (actual Eloy Alfaro), en el barrio del Astillero, se propusieron formar un equipo de fútbol, al que llamaron Barcelona Sporting Club. Sus ejecutorias fueron prontamente reconocidas por el público guayaquileño, que se identificó con su juego limpio y actitud triunfadora, logrando convertirse en el transcurso de los años, en la institución deportiva más popular del Ecuador.

Los españoles figuraron entre las colonias más organizadas de Guayaquil y crearon una Sociedad Española de Beneficencia que siempre respondió favorablemente a las causas sociales del medio. El aporte de los iberos se extendió a numerosos campos del quehacer humano, tanto en lo material como en lo espiritual.

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