Los jubilados, asiduos clientes de las cafeterías (Galería)
No hay poder humano que impida que Bolívar Castro, de 74 años, acuda casi todos los días a la cafetería de siempre, donde los meseros ya conocen sus gustos: un café bien pasado y con una cucharadita de azúcar. De vez en cuando varía: agua aromática y la misma dosis de azúcar.
En esta cafetería, una de tantas de la avenida Amazonas, en el norte de Quito, se reúne con su jorga de amigos que, con frecuencia, se antojan de lo mismo. El gusto de tomarse una ‘agüita de viejas’, café o jugo es solo un pretexto para reunirse, reírse un poco y conversar de lo que se les ocurra.
Cuando hablan de política y economía, las charlas son acaloradas, pero, en la mayoría de ocasiones, llegan a buen término. Al lugar acuden más de una decena de jubilados; todos se conocen entre ellos y saben quiénes van los martes, los miércoles…
Hace algunos años Bolívar frecuentaba las cafeterías del Centro Histórico, en particular, las localizadas en la Plaza Grande, pero abandonó el sector, porque en la Amazonas hay más movimiento y hay una mayor variedad de locales al aire libre donde puede conversar a sus anchas. Bolívar estudió en la Universidad Central y se graduó de la carrera de periodismo hace más de 25 años. Durante varias décadas se desempeñó como fotógrafo taurino y ahora que tiene más tiempo está dedicado a la pintura, una afición que comparte con otros amigos que también acuden a la cafetería para pasar un buen rato. “Todos son amigos pintores y nos gusta vernos para conversar.
Antes nos citábamos en el Centro Histórico, en especial, en la Plaza Grande, pero en ese sector parece que, prácticamente, han desaparecido los cafés”. Se queja de que el casco histórico se tornó demasiado comercial para su gusto. Desde que dejó de trabajar —confiesa— no se enseñó nunca a estar ‘metido’ en su casa; así que siempre procura salir para encontrarse con sus amigos. A todos les gusta el ambiente de la Amazonas y acuden, religiosamente, a partir de las 10:00 al mismo lugar. Algunos de sus amigos bromean al decir: “aquí siempre nos encuentra, a la misma hora y en el mismo canal”. Confiesa que el hecho de salir de la casa lo mantiene vivo, porque es una manera sana de entretenerse. Para él, las mañanas son el mejor momento para salir al encuentro de sus amistades, porque en la tarde —comenta— hace más frío y no le provoca salir de casa.
José Unda es pintor y también acude a las cafeterías del norte de Quito para conversar con sus amigos, quienes sobrepasan los 60 años. Las tertulias se extienden durante 2 o 3 horas y para ellos nunca hay tiempo suficiente para hablar de los temas que tanto les gustan. Mientras revisa la carta, asegura convencido que las horas se pasan volando. Quizás es por eso que siempre prefiere salir que permanecer en su casa. “Estar en la casa todo el tiempo es deprimente”. Patricio Burgos es economista y consultor particular. Al igual que sus amigos es ‘pata caliente’. Nunca está quieto y disfruta de caminar por las calles de la ciudad. Le gusta tanto el sector de la Amazonas que invita a sus clientes a servirse un café para conversar sobre trabajo.
Patricio es uno de los más cumplidos de su jorga de amigos y casi siempre está sentado en la misma mesa desde las 11:00, de lunes a viernes. Este economista tiene un grupo de amigos, algunos extranjeros, con quienes conversa de cualquier tema. Uno de los ellos Mark A., un inglés que vive en Ecuador desde 1982. Nunca perdió el acento ni tampoco su hábito de fumar como chimenea. “Aquí pasamos el tiempo en la mañana y algunos también vienen en la tarde. Hablamos, sobre todo, de mujeres”.
Mark comenta que ha tenido amigos que se deprimen cuando la organización para la que trabajan decide que su trayectoria laboral está agotada. Cuando se ven desplazados del que quizás sea el único entorno social de referencia, o cuando ya no tienen hijos o familiares a los que apoyar, creen que “todo se acabó”, pero después “cuando se encuentran con sus viejas amistades vuelven a disfrutar de la vida”, dice él.
La mayoría de ellos coincide en que reunirse y conversar es una de las mejores maneras de matar el tiempo.
Mark dice que cuando llega la etapa de descansar, las personas quieren seguir activas, porque vivir es hacer algo constantemente. Bolívar está de acuerdo y advierte que hay que huir de los días de tedio y aburrimiento. “Nuestra vida no puede ser monótona, sino que por el contrario esperamos seguir divirtiéndonos”.
Una reciente publicación de la revista Scientific American advierte que en la etapa de la jubilación se puede ser feliz si se continúa con las mismas ilusiones que no es otra cosa que anticipar y proyectar hacia un futuro. El compartir un café y una conversación amena ha sido el mejor motivo que encontraron para no quedarse en casa. Estar siempre activos es la fórmula para mantenerse feliz como lo recalca el italiano Franco Violi, psicoterapeuta y autor de varios libros, entre ellos, El Jubilado Feliz, en el cual advierte que la palabra jubilado tiene la misma raíz de júbilo que significa disfrute, lo cual refleja que las personas jubiladas y las personas mayores, en general, pueden disfrutar de una vida activa y placentera.
Violi precisa que la vida es una secuela de cambios y aprendizajes continuos y cada uno puede definir lo que quiere cambiar en esta fase de su vida y buscar lo que puede hacer para conseguirlo. “En cualquier situación hay algo motivador que podemos hacer sin importar los años”. Para Bolívar, la mejor forma de divertirse es salir, conversar y reírse con las ocurrencias de sus amigos. Parece una regla, pero en estas cafeterías están ausentes las mujeres. “Ellas frecuentan otros lugares con menos bulla”, explica este fotógrafo taurino, conocido por su buen humor y don de gentes, quien tiene varios grupos de amigos que se reúnen a diario no solo en este sector, sino también en el centro de Quito, en especial, en el Palacio Arzobispal. Aunque este sitio tiene un ambiente agradable, él prefiere la Amazonas, porque es posible mirar cómo la gente va y viene.
Las mujeres prefieren ejercitarse
Muchas de las mujeres que dejaron de trabajar prefieren acudir a las clases de baile, manualidades y gimnasia que se imparten en diferentes instalaciones del Instituto Ecuatoriano de Seguridad Social. Este es el caso de Yolanda Burbano, quien acude con frecuencia para mantener la línea. “Nosotras preferimos hacer ejercicio, porque así nos mantenemos sanas y activas. Cuando éramos jóvenes no teníamos tiempo para ejercitarnos, porque el trabajo era intenso. Ahora, a la vejez, nos dedicamos al deporte”. Otras mujeres también frecuentan las instalaciones del ex-Banco Central, en el norte de Quito, donde tienen a su disposición piscinas, sauna, turco, gimnasio y clases de baile. Estas últimas se realizan todos los días con profesores que conocen diferentes técnicas de danza.
Hay diferentes estudios, a escala mundial que demuestran que las mujeres de la tercera edad están cada vez más involucradas en actividades de ocio que en las tareas domésticas. Laura Andrade, quien también integra un grupo de gimnasia y de lectura, recalca que es necesario ejercitar la capacidad intelectual sobre temas interesantes. Sugiere a otras personas de su edad cuidar sus relaciones sociales y compartir con ellas intereses y aficiones. “Si no las tuvimos, puede ser el momento de buscarlas; tengo amigas que incluso han recuperado antiguas amistades”. La mayoría de mujeres que ocupa su tiempo en actividades de ocio están convencidas de que hay que evitar a toda costa el comportamiento de pasividad-dependencia y en este aspecto están de acuerdo los jubilados que, en este momento, se toman un café en la avenida Amazonas.