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Las nuevas identidades sexuales se visibilizan
A géneros, andróginos, pansexuales, bigéneros, heterocurioso, no binarios, neutrales, fluidos. Cada uno de estos términos define a las variopintas identidades de género. Con esta diversidad, la clásica nomenclatura LGBTI (lesbianas, gays, bisexuales y transexuales) resulta cada vez menos inclusiva. De ahí que han surgido varios movimientos, sobre todo, en Estados Unidos, donde se promueve la incorporación de la nueva sigla LGBTQIA.
La letra Q, que proviene la palabra inglesa questioning, define a aquellas personas que no están seguras con qué género definirse y que aún están explorando su identidad sexual. La I designa a quienes se definen con sexo ambiguo (intersexuales) y la A define a aquellos que no experimentan ninguna atracción sexual. Andrea Bravo, mujer transexual promotora de la Asociación Silueta X, no ve con buenos ojos que se incluyan más letras a esta nomenclatura. “De aquí a unos años, tendríamos el abecedario completo. Antes de agregar nuevas letras, se debería profundizar en lo que cada una significa, porque todavía existe mucha confusión”.
Andrea comenta que muchas veces sus derechos han sido vulnerados debido al desconcierto generado por esta causa. “Algunas personas piensan que soy homosexual o travesti. Les cuesta entender que hay mujeres con pene y hombres con vagina”. Fredy Lobato, periodista y activista GLBTI, indica que desde la Academia se estudia el tema de la sexualidad, porque hay identidades que no suelen ser visibilizadas. Al referirse a las comunidades que promueven la inclusión de un mayor número de identidades en la nomenclatura, indica que no se trata de “grandes corrientes que generen cambios de comportamiento, sino, sobre todo, de pequeños grupos en ámbitos urbanos.
El activista advierte, además, que la humanidad estuvo acostumbrada a ver la sexualidad desde un punto de vista binario (hombre y mujer). “Nos educaron así. Sin embargo, nuevas identidades van empoderándose y posicionándose”. En Internet, de hecho, hay una página que difunde información sobre la comunidad asexual.
Al ingresar al sitio (www.asexuality.org/sp/) se aclara que “a diferencia del celibato, que la gente elige, la asexualidad es una parte intrínseca de lo que somos”. En esta web también se promociona el libro Asexualidad ¿se puede vivir sin sexo?, del autor Xavier León Gómez, que advierte que “ser asexual es solo una condición más. No tiene ningún mérito ni posee ningún atributo o valor especial. Es solo una opción que debe llevarse sanamente y naturalmente”.
También existe una página de Facebook que aborda el tema de la asexualidad. Se llama Soy Asexual y qué, donde esta comunidad aclara que “los asexuales tienen las mismas capacidades y necesidades emocionales que cualquier otra persona. Solo que no tienen curiosidad por llevarlas al ámbito sexual”. A través de las redes sociales, las diferentes comunidades dan a conocer su identidad de género.
Este es el caso de Pansexualityque a través de la página de una red social da a conocer la pansexualidad como una orientación sexual humana caracterizada por la atracción estética, romántica o sexual por una persona, independientemente de su género y su sexo.
De esta manera, las personas pansexuales tienen la capacidad de sentirse atraídas por las personas dejando de lado la sexualidad de estas.
Durante mucho tiempo, se ha discutido acerca de las variables que nos definen como hombres y mujeres. Todavía hay quienes aseguran que son los genitales los que determinan nuestra identidad. Desde este punto de vista, se privilegia la variable biológica pero el tema es mucho más complejo. ¿Qué papel juega el factor psicológico? ¿Qué pasa con aquellas personas que nacieron hombres pero se siente mujeres? En ese caso, la variable biológica, es decir, el sexo no compagina con el factor psicológico (género). Edgar Vega, catedrático de la Universidad Andina Simón Bolívar, sostiene que las identidades sexuales dan cuenta de la amplitud de la experiencia humana, esa amplitud que se contrapone con la nominación forzosa entre masculino y femenino, entre heterosexual y homosexual.
En realidad, desde el nacimiento, son otros los que definen nuestra identidad. Durante siglos, las sociedades se han organizado bajo esta lógica, pero eso, según el catedrático, no significa que no hayan existido otras identidades de género. Hoy en día, por diversas circunstancias, estas son más visibles, en otras palabras, reclaman su derecho a existir. Algunos las llaman sexualidades periféricas, porque se alejan del círculo imaginario de lo que se considera como ‘normal’. Vega precisa que hoy se habla de la corriente Queer, una teoría sobre el género que plantea que la orientación y la identidad sexual son productos de una construcción social. De acuerdo con esta teoría, no existen papeles sexuales esenciales. Es por ello que esta corriente excluye la clasificación en categorías como hombre y mujer. La identidad de género se aprende y toma una vida afianzarla.
Vega explica también que incluso hay diferentes masculinidades y feminidades. La masculinidad es entendida como el onjunto de características y comportamientos que una sociedad impone como el “deber ser de un hombre”.
De ahí que muchos de ellos construyen su identidad, es decir, aprenden a comportarse como tales de acuerdo con el lugar y momento histórico en los que viven. Un hombre de la región andina nunca se comportará igual que otro que vive en la capital. La masculinidad también adquiere características particulares de acuerdo con la condición social y según la identidad étnica y religiosa. En muchos países, el modelo tradicional masculino es el que determina cómo deben comportarse los hombres en lo que se refiere, por ejemplo, a los aspectos de poder. El filósofo y escritor francés Jean-Paul Sartre señaló que “si bien no somos responsables de cómo aprendimos a ser, sí somos responsables de lo que hacemos con lo que aprendimos a ser”.Por esta razón, resulta fundamental reflexionar sobre cuáles han sido los mandatos recibidos en la construcción de una masculinidad, como lo señala la revista argentina Humanum.
Según la investigadora Sara El Azrak, la construcción del ser femenino o masculino se lleva a cabo mediante un proceso forjado durante siglos y cuya experiencia probamos aun sin conocer la procedencia de determinadas prácticas y suposiciones.