Aparecen en Facebook y también en Twitter. Están en las pantallas del celular, la computadora y/o la tableta. Son mentiras disfrazadas de verdades. La desinformación es la difusión de contenidos falsos en redes sociales, la amplificación de discursos del odio o contenidos ofensivos a través de cuentas falsas o bots (software que opera automáticamente a través de internet).
Representan un peligro porque su efecto es la sorpresa, indignación y necesidad de compartirlo entre la mayor cantidad posible de contactos. Se maquillan de “noticias”, pero son mentiras.
La masificación de las plataformas digitales ha logrado que este tipo de fotos, textos, audios se expandan rápidamente, que se viralicen. Este fenómeno preocupa a diferentes actores de la sociedad: medios de comunicación, periodistas, organizaciones no gubernamentales, autoridades.
Es innegable que cada vez son más quienes se informan a través de internet. Diariamente también se incrementa el número de personas que solo lo hacen mediante las redes sociales. Por lo tanto, es imperante aunar esfuerzos para luchar contra la desinformación y brindar a nuestros lectores, radioescuchas y televidentes información verificada y confiable.
También es necesario plantear estrategias claras, hablar incluso de política pública en torno a alfabetización digital. En otras palabras, entregar a la ciudadanía las herramientas necesarias para localizar, organizar, entender, evaluar y analizar información utilizando tecnología.
La responsabilidad para hacer frente a las campañas de desinformación intencionadas es colectiva. Las más altas esferas deben promover las buenas prácticas de convivencia en el manejo de las redes sociales, tomando en cuenta que la información manipulada puede producirse por cuestiones económicas, deseo de confrontación, prejuicios, para, sencillamente, dividir.
Puede ser tedioso asumir la tarea de verificar la veracidad de un contenido, pero es importante hacerlo para no convertirse, sin intención, en un difusor de falsedades. (O)