El mensaje fue claro: el pueblo quiere trabajar. Eso es lo que reflejó la tarde del 9 de octubre la marcha blanca en la “Perla del Pacífico”, la marcha por la paz, la masiva marcha donde se dejó por sentado que el pueblo no quiere paralizarse; quiere producir para sacar al país adelante.
Una marcha por la paz donde el blanco y celeste, los colores de la bandera de Guayaquil, urbe que celebra sus 199 años de independencia, relucieron por todo lo alto.
Un país no avanza con protestas donde grupos de infiltrados solo piensan en desestabilizar al Gobierno, donde creen que con vandalismo y actos terroristas conseguirán retroceder a las décadas del 80 y 90, cuando todo reclamo se ventilaba con violencia en las calles.
Los tiempos han cambiado y la democracia de Ecuador no se va a quebrantar por aquellos que solo buscan proteger sus intereses y “pescar a río revuelto”. El pueblo lo dejó bien claro este 9 de octubre.
No hubo celebración, pero sí el apoyo multitudinario de grupos sociales, activistas, ciudadanos que se tomaron la avenida Nueve de Octubre, no solo para festejar a la urbe porteña, sino para decirle al mundo que Ecuador es un país de gente luchadora que no se dejará intimidar por quienes no quieren a su patria.
Lo han reiterado las autoridades, que solo quieren que el país regrese a la normalidad: el diálogo está abierto. Hay que manifestarse con altura, en paz, sin dañar al prójimo y, sobre todo, respetando la ideología de cada uno.
Hay que reclamar sin dañar el camino por donde se transita, sin permitir que se unan a ese reclamo aquellos que buscan fortalecer sus mezquinos intereses, que buscan saquear al país, que buscan mancillar su nombre.
Ecuador saldrá adelante, pues su gente pujante no va a permitir que nos conviertan tristemente en otra Venezuela. Este país es hospitalario y con recursos naturales que no tienen otras naciones, y -hoy por hoy- hay que seguir construyéndolo, no destruyéndolo con actos delincuenciales. (O)