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El Telégrafo

Mercado libre

23 de febrero de 2012

La economía como ciencia trasciende a partir del año 1776, cuando el escocés Adam Smith publica su obra “Naturaleza y causa de la riqueza de las naciones”, manifestando que el funcionamiento económico de la sociedad descansa en las leyes del mercado, en la interacción del interés individual y la competencia.

Su teoría es que la mejor forma de emplear el capital en la producción y distribución de los recursos es aquella en la que no interviene el Gobierno, esto es, en condiciones de “dejar hacer, dejar pasar”. Para defender su concepto de Gobierno no intervencionista, sostuvo el siguiente principio: “Todos los hombres, al buscar satisfacer sus intereses, son conducidos por una mano invisible, para lograr el mejor objetivo social”. Smith propugnó la idea de que los poderes económicos de los Estados debían ser reducidos y que existía un orden natural aplicable a la economía.

Posteriormente, el economista inglés David Ricardo sostuvo que el comercio mutuamente beneficioso es posible aun cuando solamente existen ventajas relativas.

El punto de partida de su explicación, se basa en su tesis del valor, al teorizar que el valor de las mercancías depende de su costo en trabajo, en la que la cantidad comparativa de bienes producidos por el trabajo determina el valor relativo presente o pasado. Según él, es el costo del trabajo relativo o comparativo de las mercancías en cada país, en lugar de los costos absolutos, lo que determina el valor en los intercambios internacionales.

El pensamiento económico se enalteció cuando aparecieron las sesudas reflexiones del alemán Karl Marx. La base de su teoría radica en el análisis de la historia, visualizada mediante su concepción del materialismo dialéctico, en la que explica que, en toda sociedad, la división en clases está determinada por aquello que se produce, cómo se produce y por la forma en que se intercambia la producción.

Este gran pensador construyó su modelo para demostrar cómo el capitalismo explotaba necesariamente a la clase trabajadora y que esta explotación conduciría inevitablemente a su destrucción.

La clave de la explotación en este sistema está en el hecho de que existe una diferencia entre el salario que recibe un trabajador y el valor del producto elaborado. A esta diferencia, Marx la llamó “plusvalía”.

Finalmente, el pensamiento económico tuvo su mayor apogeo en el siglo XX, cuando el inglés John Keynes publicó su obra “La teoría general del empleo, el interés y el dinero”, la cual pasó a constituir una nueva rama de la economía conocida como macroeconomía.

Su tesis fundamental establece que el sistema de mercado libre ha quedado anticuado y que el Estado debe intervenir activamente para fomentar el empleo, forzando la tasa de interés a la baja, estimulando la inversión y redistribuyendo la renta con el objetivo de aumentar los gastos de consumo. En consecuencia, otorga al Estado un vasto papel para estabilizar la economía en el nivel de pleno empleo.

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