Durante décadas Guayaquil ha tenido un problema crónico, tan grave como lo son los asentamientos irregulares. Se trata de la contaminación del Estero Salado. Las personas mayores de 50 años recuerdan a ese brazo de mar como un balneario, un sitio de pesca. Aquello quedó en el pasado porque el crecimiento desordenado de la ciudad, sin una planificación de servicios básicos y las antes mencionadas invasiones dejaron una víctima: ese espacio acuático se contaminó y la vida desapareció.
Al norte las empresas que se asentaron en la nueva zona industrial, en las riberas del estero, descargaron sus aguas servidas allí. En el suburbio, los barrios recién creados que durante años no tuvieron alcantarillado o recolección de basura arrojaban allí sus desperdicios. Entonces las aguas se tornaron putrefactas y pestilentes. Guayaquil perdió su brazo de mar que la pudo haber convertido en un destino turístico de enorme belleza.
Con el nuevo siglo emergió en el mundo una nueva conciencia ecológica y el puerto principal no fue la excepción. Entonces, el Municipio contrató una empresa que se encargue de la limpieza de los canales, pero era un trabajo infructuosa porque cada mañana nuevamente aparecían las bolsas de plástico. Era un círculo vicioso ya que la fuente de contaminación no se cerraba. De allí vinieron los operativos contra las fábricas, cero tolerancia a las invasiones, alcantarillado, reubicaciones, máquinas de oxigenación. El esfuerzo valió la pena y el estero inició su recuperación. La vida volvió:_se observaban peces, garzas y moluscos, sobre todo en la zona del malecón del Salado.
Ahora el Cabildo ha detectado nuevas contaminaciones lo que pone en peligro lo logrado en los últimos años. Las autoridades deben actuar con rigurosidad y sancionar a quien sea. Guayaquil merece un Estero Salado limpio, eso enaltece a la urbe. Sería un gran regalo para el país que cuando se cumplan los 200 años del 9 de Octubre de 1820 la ciudad cuente con un brazo de mar que sea la envidia de la región y un imán de turistas. (O)