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El Telégrafo

La derrota del correísmo

11 de agosto de 2018

Decía Gramsci que en la lucha siempre se tiene que prever la derrota, por esto la preparación de los propios sucesores es un elemento tan importante como todo lo que se hace para vencer. Hoy, que el correísmo ha sido derrotado por su propio sucesor Lenín Moreno y que los pocos que aspiran a serlo están implicados en juicios, observamos que ni movimientos insignificantes quieren aliarse con ellos y aparece totalmente cercado.

La derrota del correísmo lo es de toda la sociedad ecuatoriana. Todos sabemos el inmenso apoyo popular a su haber, su punto más alto fue el proceso constituyente de Montecristi que contó con un respaldo inédito. Su derrota lo es también de las tendencias que sostienen que las transformaciones hacia la equidad, la justicia y la democracia, son posibles.

Todos hemos sido derrotados. Quienes en algún momento confiamos, apoyamos y hasta prestamos servicios en el régimen, nos queda un saber amargo. Guardábamos desconfianzas, ya veíamos que ocurrían injusticias. Sin embargo, muchos de nosotros llegamos a pensar que quizás valía la pena, por las políticas sociales y redistributivas hacia los más pobres, por los indicadores de disminución de pobreza, suponiendo que era el precio a pagar para que ese millón de pobres saliera de esta situación.

Pero lo que no figuramos, ni en nuestras peores pesadillas, es que detrás de esta gran maquinaria propagandística que contó con recursos insospechados, se organizaba una verdadera banda delictiva que incluía -según indicios que tiene hoy la justicia- asesinatos, sicariato, secuestros, extorsión, amenazas, corrupción. Los sueños se hicieron trizas, pero más allá, hoy asistimos perplejos al descubrimiento de una trama que supera la corrupción.

Los que no apoyaron al correísmo igualmente están derrotados, por más que ahora se sientan triunfantes, es una pérdida colectiva. Quizás son los grupos de derecha, sus voceros e intereses, los victoriosos; pírrica victoria por los costos que significan. También afirma Gramsci que, hagamos lo que hagamos siempre hacemos el juego de alguien, lo importante es hacer bien nuestro propio juego y vencer netamente. El correísmo jugó mal su propio juego y terminó haciendo el juego a la derecha que, antes y hoy, salen victoriosos; mientras los correístas lloriquean su retorno. (O)

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