En 1943 abandonó los estudios de matemáticas y se dedicó a la historia de la filosofía y de la ciencia
Yves Bonnefoy o la exigencia de nombrar la realidad con poesía
Hay algo en lo que coincide la crítica literaria sobre la obra del francés Yves Bonnefoy (Tours, 1923-2016): su literatura, que no es más que una reflexión ampliada de lo que vivía diariamente, reivindica a la poesía y el ensayo como elementos de aprendizaje cotidiano. Así como la filosofía es un vehículo para entender el desarrollo de la historia y del entorno social, la escritura de Bonnefoy juega un rol pedagógico en la gente, incluso a nivel político.
Su proyecto fue describir “la majestad de las cosas sencillas”, pero con la conciencia de que los poemas no tienen significado por sí solos, porque “cuando se lee uno hay que preguntar a la propia experiencia, a la memoria. Y a partir de ahí buscarle la interpretación”.
Bonnefoy perteneció de joven al movimiento surrealista, fue matemático, traductor de Shakespeare y Yeats, nieto de agricultores e hijo de un ferroviario y una maestra. Sabía que las palabras estaban en el centro de todo y que eran “el embrión que no solo describe y señala y nombra el mundo sino que lo ordena y puede salvarlo, reordenarlo”, como dijo en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, en 2013, cuando recibió el Premio de Literatura en Lenguas Romances.
“Encuentro siempre en sus textos una especie de placidez (prodigio de la literatura que más me conmueve) ante lo definitivo, el tiempo, el olvido o la muerte, le tengo un cariño especial, reservado a los amigos que nunca conoceremos. Esa placidez proviene, en muchos casos, de la potencia que le adjudica a los afectos, a la importancia de la amistad como forma comunitaria por excelencia, siempre efímera (y por eso más intensa) y siempre testimonio del valor del instante presente”, comentó la escritora Daniela Alcívar Belollio sobre el autor del célebre El territorio interior (Sexto Piso).
“La hermosa prosa de Bonnefoy (…) evita el lenguaje técnico y nos atraviesa con un tipo de ensueño y de música que pertenecen al ámbito de la poesía, no de la filosofía… El territorio interior es, ante todo, el libro de un poeta”, dijo Bruce Whiteman, en Hudson Review. (F)