Las lecturas del Che Guevara
Cuando se intenta justipreciar la vida del Che Guevara (1928-1967) no hay término medio ni visión poliédrica: o es todo malo, o es todo bueno; o es todo blanco, o es todo negro, como el tablero de ese juego del cual él era fanático, el ajedrez.
Este 9 de octubre se cumplen 53 años de su asesinato, cinco décadas en las que la política se ha encargado de enrostrar a los nostálgicos del comunismo, que el fin no justifica los medios, pero también a los adoradores del capitalismo, que el mercado se interna por las tranqueras para impregnar de codicia todo lo que toca.
Ahí están -como si el Che fuera un rockstar-, boinas, camisetas, botones y jarros, a disposición de los amantes de la cultura pop. ¡Vaya ironía!
La defensa que el 'Che' hizo de sus ideales sumó tantos adeptos como detractores. Mientras que algunos lo reconocen como símbolo de lo incorruptible y de la libertad, otros piensan que fue un asesino en masa y un criminal.
Al margen de su idealismo, abocado por el anhelo de un mundo mejor, luego desvirtuado por los vericuetos de la política, no se puede soslayar su magnanimidad primigenia ni la catarata de expresiones artísticas y culturales que dejó o que inspiró.
Atahualpa Yupanqui, en una de sus célebres canciones dedicadas al médico, político, guerrillero, escritor y periodista, lo dice bien: "Nada más".
El Che era un hábil matemático y jugador de ajedrez, participó en torneos desde la edad de 12 años. Además escribía memorias sobre viajes, filosofía y guerra. Fue un poeta apasionado durante su adolescencia.
Era lector voraz y tuvo tres libros seminales en su vida: El capital, de Karl Marx; el Manual de economía política, de la Academia de Ciencias de la URSS; y el Tratado de economía marxista, de Ernest Mandel. Además hacía lectura furtiva y metódica.
Cuando viajó por enésima vez, urgido por sus campañas, dedicó a sus padres la frase: "Queridos viejos: Otra vez siento bajo mis talones el costillar de Rocinante, vuelvo al camino con mi adarga al brazo".
El cronista
Los meandros de la vida lo llevaron por diferentes pasajes latinoamericanos que lo empujaron a revelarse periodista, no sin el halo literario que debe tener todo cronista, o más bien, todo buen cronista. Aquí repasa su travesía por Bolivia y empieza a escribir con los ojos:
"A las 4 de la tarde se asoma el tren a la quebrada donde está La Paz. Una ciudad chica pero muy bonita se desperdiga entre el accidentado terreno del fondo, teniendo como centinela la figura siempre nevada del Illimani. La etapa final, de unos cuantos kilómetros, tarda más de una hora en completarse. El tren parece
que fuera a escapar tangentemente a la ciudad, cuando torna y continúa su descenso".
"[...] La Paz es la Shanghai de América. Una riquísima gama de aventureros de todas las nacionalidades vegetan y medran en medio de la ciudad policroma y mestiza que marcha encabezando al país hacia su destino".
"[...] La Paz, ingenua, cándida como una muchachita provinciana, muestra orgullosa sus maravillas edilicias. Visitamos sus nuevos edificios, la Universidad de bolsillo desde cuyas terrazas se domina toda la ciudad, la biblioteca municipal, etc. La belleza formidable del Illimani difunde su suave claridad, eternamente nimbado por ese halo de nieve que la naturaleza le prestó para siempre. En las horas del crepúsculo es cuando el monte solitario adquiere más solemnidad e imponencia [...]".
Poesía
Pero el Che no fue solo creador sino también inspiración, de ahí que Pablo Neruda, Julio Cortázar o Nicolás Guillén le dedicaran un puñado de versos.
"Tristeza en la muerte de un héroe", del chileno Pablo Neruda.
Yo tuve un hermano, del argentino Julio Cortázar.
A Ras del Sueño, del uruguayo Mario Benedetti.
Che Guevara (1958), Che Comandante, Guitarra en duelo mayor, del cubano Nicolás Guillén.
El poema visual Elegía al Che del español Joan Brossa.
Credo del Che, del salvadoreño Roque Dalton.
Pensamientos del argentino Juan Gelman.
Sé que la delación existe, del argentino Néstor Groppa.
Sus obras
Y entre las obras que firmó el rosarino-cubano, a lo largo de su vida, figuran textos de economía, política, filosofía, además de crónicas y cuentos. Aquí un breve resumen de su impronta.
"Diccionario filosófico" (1946-1957); "Índice literario" (1946-1957); "La angustia" (1951), cuento publicado por Página/12 en (1992); "Machu Picchu: enigma de piedra en América" (1953); "Notas de viaje" (diarios de motocicleta); "Aquí va un soldado de las Américas" (cartas a su familia recopiladas por el padre); "La guerra de guerrillas", (1960); "Pasajes de la guerra revolucionaria cubana", (1963); "Apuntes críticos a la economía política", (2006); "El año en que estuvimos en ninguna parte", (1965, escrita por el Che cuando participaba en la guerrilla del Congo); "La duda" (cuento corto escrito en el Congo); "La piedra" (cuento corto, escrito posiblemente en la época en que murió su madre); "Diario del Che en Bolivia", 1968 (publicado en Buenos Aires, Legasa, 1994), entre otras obras. (I)