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Yela Loffredo, una vida que trasciende

Yela Loffredo, una vida que trasciende
Cortesía
18 de mayo de 2020 - 00:00 - Redacción Cultura

Sus manos inquietas tuvieron un primer encuentro con el arte a muy corta edad al fabricar caretas de “años viejos”, con tan solo cuatro años.

La curiosidad artística de esta dama guayaquileña, nacida el 22 de julio de 1924, no se estuvo satisfecha con la escultura, pilar de su trabajo, sino que la llevó a explorar otros espacios como la pintura, la orfebrería, los grabados y la música.

Su vida

Los primeros años de vida de Yela Loffredo quedaron marcados por el fallecimiento de sus padres.

A los 12 años perdió a su padre por un inesperado infarto, lo que convirtió a su madre en la cabeza del hogar, quien sola debió sacar adelante, a ella y a sus hermanos.

Poco antes de cumplir 18 años, una nueva pérdida marcó su vida. El terremoto de 7,7 en la escala de Richter, que sacudió Guayaquil el 13 de mayo de 1942, le arrebató a su madre y la casa que la cobijó gran parte de su infancia.

Lo ocurrido lleva a Loffredo a vivir con sus padrinos de bautizo, los esposos Agustín Noziglia y Teresa Castañeda.

Ellos le ofrecieron un hogar por poco tiempo, ya que el mismo año, en junio, contrajo matrimonio con un joven inmigrante de orígenes judío-alemán llamado Paul Klein.

Klein, con quien dio vida a sus cinco hijos, además de reconocer su talento, le facilitó desarrollarlo al ayudarla cuando se matriculó en la Escuela Municipal de Bellas Artes de Guayaquil.

Su obra

Destacan entre sus trabajos artísticos 7 Lunas, una obra dedicada a las madres, a la que se refirió en una entrevista a este medio en 2014.

La artista dijo: “cuando alguien manda a hacer una escultura, no tiene noción del valor y la cantidad de material que se va a utilizar, por esta razón muchas veces no es bien remunerado el trabajo del artista”.

Para deleite público, uno de sus trabajos permanece en exhibición abierta, en el parque Lineal del Salado de Guayaquil. Se trata de la “Venus de Valdivia”, una escultura de 3 metros de alto, realizada en bronce que se entregó al puerto el 8 de noviembre de 2006.

Otros trabajos como: “Sinfonía de formas” de 1984, “Ritmos del tiempo”, “Los cuatro jinetes del Apocalipsis”, “Los amantes de Sumpa”, “El chamán de la coca, “Vuelo de trino”, “Jinete de la guerra” recibieron excelentes comentarios de la crítica especializada.

Su fuerza expresiva y esa particular visión del mundo le permitieron llevar sus exposiciones a Cuba, al Centro de Arte Internacional de La Habana en 1978 y a la Galería Amelia Peláez, también de la capital cubana, en 1979.

Sus reconocimientos

Recibió el premio de la Sociedad Filantrópica del Guayas en 1960 y 1964, el segundo premio en Escultura del Salón Municipal Fundación de Guayaquil, en 1968.

El Premio Nacional Eugenio Espejo, por su aporte en las artes plásticas, llegó a sus manos por parte del expresidente Jamil Mahuad en 1999.

En 1983 fue enviada a París por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco), para que forme parte de una exposición junto a reconocidos artistas de América y Europa.

Su labor en favor del arte

Como Directora (1979) del Departamento Cultural de la Escuela Superior Politécnica del Litoral organizó actos culturales y artísticos importantes.

Uno de sus legados más importantes fue la creación en 1966 de la Asociación Cultural Las Peñas, en favor del desarrollo artístico del puerto principal. (I) 

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