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Ecuador, 23 de Enero de 2025
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El Telégrafo
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La artista creó, hace más de tres décadas, el Conservatorio Particular Federico Chopin, el cual dirigió hasta su deceso

Elina Manzano de Félix, la pianista generosa

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Solamente tengo fotografías que me permiten ver a Elina Manzano cuando era niña. La imagino feliz, con sus pequeñas manitas sobre un piano, que la acompañó siempre, al igual que a sus cuatro hermanos.

Mimada, de inteligencia precoz, adorada por su padre que, cariñoso con todos, no pudo disimular sus preferencias para su pequeño prodigio, su primogénita.

Así creció: siempre la primera en su clase, siempre la mejor en el arte y, ya en el colegio, su anecdotario junto a su familia era casi siempre el motivo especial en las tertulias y sobremesas que he compartido en estos cuarenta y siete años de conocerlos. Los barrios en que vivieron, las diferentes casas que habitaron y los vecinos y amigos descubiertos en cada nuevo sitio de Guayaquil.

Su destino fue Quito, la Universidad Central, la Escuela de Derecho y un descubrimiento inesperado incluso para ella: el deporte. En el hogar de las madres Bethlemitas hay testimonios del cariño que despertó en esa congregación.

Casada, tuvo que abandonar sus estudios de Derecho sin concluirlos, no así los de piano -cuyo título lo recibió con honores-. La vida le dio tres hijos que hoy la lloran y extrañan: Elinita, eximia pianista como su madre, con estudios musicales en Moscú y considerada por Norka (mi esposa) y por mí como una hija más que siempre nos acompañó a donde nos tocó peregrinar. Más Reynaldo y Jorge, profesionales de gran corazón, que con sus familias, en especial los nietos que le han dado, aún no comprenden qué ha pasado.

La conocí en su casa de Hurtado y Tungurahua, nuestro centro de estudios, allí estuvo siempre con sus hermanos: Norka, pianista y arquitecta; Jorge, maestro nuestro y científico respetado; Sonia, escritora, poeta y música; e Ibsen, médico y pianista. Más sus padres generosos y orgullosos de sus hijos.

Luchadora sin desmayo por la cultura, dedicó casi la vida a los conservatorios: el Neumane y el propio llamado Federico Chopin, de su paso quedan cientos de alumnos agradecidos, que en el sepelio la lloraron entre más de un millar de quienes asistieron a decirle adiós.

Su familia –y la mía- en una demostración infinita de amor la acompañó en su paso final por la sala de cuidados intensivos durante treinta días con sus largas y temidas noches. Nos queda por siempre su generosidad sin límites.

Elina Manzano de Félix representa las virtudes como la entrega y la honradez, el amor al arte y dentro de él a los niños y jóvenes, su vida se resume en eso: un ser humano de un mundo mejor que luchó con un indomable espíritu, que no se amilanó ante las adversidades que se le presentaron y que tenía una inmensa fe en el futuro, que creía firmemente en el arte como una vía hacia espacios superiores del alma.

Nos va a hacer mucha falta, pero le prometemos no olvidarla y contarles a los nietos cómo fue, para que, junto a nuestros hijos que la conocieron y amaron, no la olviden.

Como beneficiario del amor de esa familia (al cual soy recíproco), termino este homenaje con la fe inmensa en la vida y en lo mejor de los seres humanos, que como Elina, nos han hecho nuestros días más llevaderos y felices. (O)

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