Una estética sostenida con la “ironía del drama”
El artista, ganador del Primer Lugar del Salón de Julio 2012, habla sobre los motivos de su obra. Su entorno es el disparador de lo que aborda en sus propuestas plásticas. En esta ocasión se presentó al certamen de plástica guayaquileña con “Hypómnema”.
Son 107 fotografías, colocadas sobre soportes de fibra de madera, cuyas imágenes, a través de un proceso químico, fueron distorsionadas, o como él dice, despigmentadas. El manabita, de 33 años, reflexiona sobre la factura de su obra como sobre la justificación racional de ella. Desde la noche de ayer, durante la gala de premiación, fue inaugurada la muestra que, además, contiene las 20 obras que fueron seleccionadas en esta edición.
La exhibición está abierta al público en el Museo Municipal de Guayaquil, ubicado en Pedro Carbo y Sucre, de martes a sábado. La entrada es gratuita.
La fotografía tratada en “Hypómnema” presenta un momento dramático (el de los desalojos en zonas invadidas en Guayaquil), su trabajo es “diluir” ese soporte, pero el dramatismo, aun en la distorsión, se mantiene…
Básicamente es el mismo dramatismo el que estoy representando con una estética de ironización de ese hecho. Pero, más que todo, ese borrado (difuminación de la fotografía) se traduce en cómo el poder quiere arrancar a esas personas de ese lugar y también refleja la ampliación de la periferia urbana. Con eso pretendo decir cómo se configuran las ciudades, por medio de apropiación de terrenos.
Cuando empezó Roma se fue ampliando, expandiendo; aquí pasa lo mismo, con esos centenares que llegan a esos sectores a promover una invasión; allí aparece el poder que los quiere eliminar, borrar. Eso simplemente va a ser imposible borrar, siempre, la periferia, va a estar.
Recuperar esta realidad tiene que ver con su realidad, con la historia que ha vivido al ser, como muchos habitantes de Guayaquil, migrante en una ciudad que ha crecido con el orden alterado...
Yo lo proponía como el rescate de una memoria personal, pues vivo en Las Malvinas, que en los años 80 fue una invasión.
Esa zona se consideró como un punto de expansión de la ciudad y en ese sentido trato de rescatar esa memoria personal y relacionarla con el suceso de 2011 (desalojos en Monte Sinaí, un asentamiento ilegal en el norte de Guayaquil) para poder proponer una visión personal y que a la vez interpela a toda la ciudad.
¿En qué dimensión su obra sostiene un carácter político y cómo se evidencia esa parte política en “Hypómnema”?
No es una protesta ni es una denuncia asumida desde el arte. Dentro del arte contemporáneo se consideran varias narrativas, que ya no son las grandes temáticas de los reyes y esas cosas del pasado. La narrativa puede ser algo cotidiano, algo común y corriente, y en ese sentido me apropié de esta temática que tiene que ver con mi cuestión. Y me interesaba la formalidad de la obra, que tiene que ver con la fotografía rescatada de las plataformas de la web.
No todas son fotos hechas por mí, sino de lo que en un momento publicaron como noticia. De eso me apropio para realizar las manipulaciones en la imagen. Y también establecer un diálogo entre pintura y fotografía. Eso me interesa. La relación que tiene la imagen figurativa y el paradigma de la pintura abstracta. A partir de esto no hay un trasfondo político evidenciado.
Douglas Crimp sostiene lo siguiente: “debajo de cada imagen siempre hay otra imagen”. Apelando a la noción de las estructuras de significación, ¿esto permite abordar su obra de alguna manera?
Lo que abordaba Crimp aludía a las fotos que fueron apropiadas, esas fotografías no fueron hechas por el artista, las robaba y las usaba para su obra. Nunca la fotografía quedaba igual. Por medio de los intereses del artista surgía otra imagen. Eso tiene que ver mucho con mi propuesta.
¿De qué forma alude a su obra la noción de pulsión propuesta por el psicoanálisis?
Alude a los límites. Esas pulsiones que se dan en los límites, cuando se dieron los sucesos de derribamiento de casas y el intento por evitarlo. Allí está la cuestión pulsional del asunto, de lo que hablaba Freud. El corpus de toda la obra tiene ese carácter.
“Pulsemos para continuar”, una obra suya anterior, e “Hypómnema”, la propuesta con la que ganó el Salón de Julio 2012, proporcionan una mirada de la ciudad, ¿cómo mira a esa ciudad a partir de dos obras que formalmente son diferentes, pero que, de algún modo, critican ciertos aspectos de ella?
Como seres humanos la experimentamos diariamente. Es la visualización de la ciudad generada por donde andamos. Cada quien está dentro de un sistema de ciudad y eso es lo que ves. Esa es tu ciudad, y para todos no es igual.
¿Cómo asume el riesgo de ubicar su obra con un nombre traído de la tradición griega (Hypómnema) a un público que, a ratos, va a quedarse sin los referentes necesarios para abordarla?
Me interesa que la obra no te lo diga todo. El espectador va a llegar y no va a entender nada. Va a ver solo la cédula de la obra que dice “fotografía despigmentada”. Quizá lo creerá o no, y lo que va a ver es una fotografía manchada.
Allí hay puras manchas. El espectador, al no codificarla totalmente, va a notar que igual le dice algo la obra. Me interesa que vuelva y, a partir de eso, se genere un pensamiento.
Ahora, lejos de su faz de artista, como ciudadano, ¿cómo experimenta a la ciudad?
Allí la ciudad no es mía, solamente la habito.