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El Telégrafo
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Entrevista / Federico Bianchini/ editor en revista Anfibia y ganador de la beca Michael Jacobs de Crónica Viajera

'Contar la realidad enriquece el campo de acción'

'Contar la realidad enriquece el campo de acción'
Foto: Ana Cendoya
10 de febrero de 2016 - 00:00 - Redacción Cultura

Federico Bianchini siempre quiso ir a la Antártida. La primera vez que lo intentó fue en 2010, a través de unos militares en entrenamiento. Su pedido para ir con ellos a la base que tenían asignada no tuvo eco. En 2013, cuando estaba por iniciar la construcción de los laboratorios del Instituto Antártico, pidió a su editor un viaje por diez días.

Por problemas climáticos se quedó un mes. Ayudó a pescar animales ‘cabezones y raros’, acompañó a biólogos a sacarles sangre a los pingüinos y a otros a hacer un censo de lobos y elefantes marinos; visitó glaciares y vio paisajes que no podría describir con palabras. Los días de mal clima los dedicó a entrevistar desde la base que concentra la tarea científica argentina en la Antártida.

Habló con glaciólogos, cocineros, carpinteros, civiles y militares. “Entrevisté a todos los que pude entrevistar: traté de entender cómo funciona una base antártica y por qué hay gente que decide pasar un año lejos de sus familias en ese confín maravilloso”. Para sortearse una respuesta postuló por la Beca Michael Jacobs 2016 de la Fundación Gabriel García Márquez para el Nuevo Periodismo Iberoamericano (FNPI) con su crónica La Antártida: donde el tiempo no pasa. Ganó entre 97 postulaciones. Recibirá 5.000 dólares para financiar su investigación. Bianchini seguirá escribiendo y lidiando con el tiempo en la Antártida.

Es el tercer intento por llegar a la Antártida, ¿qué esperas contar?

Tengo que organizar el material. Hay horas y horas de grabación. La parte más aburrida del trabajo periodístico es desgrabar y sin embargo me parece esencial porque a medida que uno tipea va seleccionando lo importante y puede pensar de qué manera se relaciona esa información con otras historias o testimonios. Si bien ya tengo una idea concreta de la estructura del libro y fragmentos que fui escribiendo mientras desgrababa, deberé sentarme a encastrar las piezas que irán formando la trama de la historia. El libro será editado por Leila Guerriero y saldrá publicado por Tusquets (Planeta).  

¿Cómo es el tiempo en la Antártida que dices que ‘no pasa’?

Más allá del frío (que uno espera), el tiempo es muy cambiante. En el mes que estuve hubo días de tormentas de agua y nieve y días de sol pleno en donde los colores se acentuaban surrealistas, hubo vientos huracanados y, también, noches diáfanas de cielos puntillosos. Nunca había imaginado estar en un lugar con un viento tan violento que si abrís los brazos e inclinás el cuerpo hacia atrás, no caés; apoyado sobre los talones, durante unos segundos quedás suspendido como si flotaras.

¿Qué descubriste de los personajes de la Antártida frente al tiempo?

En la Antártida, el clima se acepta como un axioma absoluto, un dogma inquebrantable. Si no está nevando y el viento no sopla furioso, se puede salir de la base, pero acompañado y con una radio: es obligatorio avisar a qué hora sale, adónde va a ir, por qué camino y cuándo piensa volver. Si hace mal clima, más allá de la importancia de la tarea que haya que hacer, no se sale. Me sorprendió mucho que varios medios tomaran al británico Henry Worsley como un héroe. Más allá del respeto que me produce su fallecimiento, creo que un desafío así, sin ayuda ni apoyo, pasa más por un gesto de inconsciencia que de heroicidad. Distintas eran las épocas de Amundsen y Scott: hoy, habiendo tecnologia remota que indica las pulsaciones y el ritmo cardíaco de una persona ubicada a miles de kilómetros de distancia, hacer lo que hizo Worsley es casi suicida.

En tu trabajo procuras hacer una descripción mental y corporal, ¿las consideras esenciales como herramientas narrativas?

Cuando escribo, trato de que el lector sienta lo que yo sentí cuando estuve en ese lugar, que le duelan los dedos por el frío y que tenga que masajearse las muñecas para que no se le duerman. Que suponga de un personaje lo que yo supuse cuando lo entrevisté, que desconfíe de los dichos de alguien que me pareció que mentía, que disfrute de una noche antártica y estrellada como lo hice yo, sin poder creerlo. Para ello intento usar herramientas que me permitan generar este artificio tan inverosímil como mágico: la ilusión de historia que genera la palabra escrita. No suelo lograrlo: por eso me desvivo intentándolo una y otra y otra vez.

Dices en un decálogo que la crónica es una forma para que los grandes juguemos y podamos divertirnos, ¿los temas que buscas para escribir, entonces, no pueden ser aburridos?

Creo que no hay temas divertidos o aburridos, sino que hay temas que a uno lo apasionan. Me parece que cada periodista debe buscar esos temas y trabajar sobre ellos. Ahora en abril, lanzaremos con la Escuela de Periodismo Portátil un taller online de crónica deportiva. ¿Por qué en los diarios y agencias de noticias las secciones de deportes siempre tienen la misma estructura? ¿Por qué los artículos sobre fútbol, básquet, boxeo, natación o fórmula uno son casi todos iguales? Creo que la diferencia está en buscar un nuevo punto de vista, una forma distinta de mirar la misma realidad y la crónica es un género que, entre muchas otras cosas, nos permite poder hacerlo.

Dices que no hay ética profesional, sino personal, ¿cuál es la tuya?

Creo que la crónica es un juego con reglas determinadas: remitirse a las fuentes, contar lo que uno vio, no distorsionar lo que llamamos realidad. Si bien estas reglas restringen la tarea del periodista que no puede inventar una noticia, a la vez enriquecen su campo de acción. ¿Cómo vincular retóricamente dos hechos que aparentemente no tienen conexión? Ahí entran la mirada del cronista, sus lecturas, su capacidad para establecer relaciones. Si uno prefiere inventar, lo mejor que puede hacer es dedicarse a la novela o al cuento.

Recibiste la noticia del premio de la FNPI y celebraste con compañeros que, decías, no saben si cobrarán sus sueldos, ¿hacia dónde crees que apuntan los recortes en medios?

En los últimos tiempos, tanto en Argentina como en otras partes del mundo, cada vez más, el periodismo está siendo utilizado como una herramienta de poder (siempre lo fue, pero antes de una manera mucho más discreta). Esto sumado a que dos o tres cadenas son dueñas de todas las radios, los medios y los diarios hace que los discursos únicos proliferen y que las formas de informarse empiecen a cambiar. Para saber qué es lo que pasa, no solo hay que entrar a dos o tres diarios online: también hay que revisar qué se está diciendo en los medios alternativos y las redes sociales.

¿Por qué es necesario viajar cuando los medios convencionales piden cada vez más agilidad en la información que se publica?

El periodismo implica ver, preguntar, escuchar, discutir, dudar, oler, caminar, sentir, averiguar y, sobre todo, pensar. Leer (lo más rápido posible) una nota de una cablera o un portal de internet, hablar por teléfono con un funcionario y publicar esa noticia está más cerca del trabajo de un burócrata que de la tarea de alguien que se supone periodista. (I)

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