El acuarelista Oswaldo Muñoz Mariño emprendió su último viaje
La silla del acuarelista Oswaldo Muñoz Mariño ha quedado vacía para siempre. El artista riobambeño falleció hoy, pero desde 2013 no había vuelto a humedecer sus pinceles sobre su silla de tela verde oliva, como solía hacerlo, en el patio de su museo que permanece cerrado en el tradicional barrio quiteño de San Marcos.
Hace 7 décadas, en 1943, el también arquitecto había empezado una obra que recorrió innumerables lugares hasta que su salud se deterioró. A inicios de 2015, padeció un derrame cerebral que le impidió salir de su domicilio, en el barrio El Batán, al norte de Quito, donde su familia atesora parte de su obra.
En mayo de 2015, un millar de ejemplares del catálogo gráfico Muñoz Mariño y su obra (2014) fueron publicados pese a que la obra del museo de acuarela permanecía embodegada. Una sala de la casona del predio ubicado en San Marcos (y que fue cedido por Muñoz Mariño al Cabildo, en comodato suscrito en 2010) resguardaba 400 obras que se exhibían al público de forma gratuita.
Oswaldo Muñoz Mariño les legó sus oficios a 2 de sus hijas. María Rosa Muñoz es acuarelista y Carmen Amelia Muñoz, arquitecta. La segunda cuenta que la obra de su padre incluye 2 mil cuadros entre acuarelas, dibujos y grabados. Aquellos que no están en San Marcos permanecen en El Batán, cerca del taller que vio aparecer a muchos de ellos y sirve de destino de otros.
Desde su inauguración en 2010, se han realizado 423 talleres de acuarela en el museo que lleva el nombre del pintor, quien obtuvo el Premio Nacional de la Cultura Eugenio Espejo, en 1999. A las clases que se impartían en San Marcos asistieron 8.505 personas. En el patio del su museo, la silla del acuarelista, que era un viajero incansable, está vacía. El velorio será en el Camposanto Monteolivo, desde las 14:30 de hoy. (F)
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