Una sesión de plogging y reciclaje en el parque Forestal
Son las 4 pm del sábado y en el parque Forestal, ubicado a lo largo de la avenida Quito y la intersección con las calles El Oro, Bolivia, Colombia y Venezuela, la actividad es intensa.
En la entrada, un grupo animalista se organiza para recorrer con eficiencia el espacio y alimentar a las decenas de gatos que lo han tomado como hogar. En un área verde, unos scouts pintan, hacen nudos y reciben instrucciones de su guía.
Los senderos, supuestamente destinados al libre tránsito de los peatones, están saturados de gusanitos mecánicos que zigzaguean a velocidad, con peligro de embestir a algún caminante.
Entre tanto movimiento, también destaca un grupo de alrededor de veinte jóvenes ecologistas, quienes equipados con guantes y fundas para basura, se preparan para realizar una sesión de plogging.
El plogging es una actividad recreativa que combina el trote con la recolección de desechos plásticos. Para abarcar la mayor área posible, los “ploggeros” se dividen en cuadrillas y ahora sí, en sus marcas, listos, ¡fuera!
En cuestión de segundos los jóvenes se alejan a la cacería de cualquier polímero que se cruce por su camino. Transcurre una hora cuando regresan al parque. Al final, como lo hacen los pescadores al terminar su faena, se juntan para apreciar cómo les fue.
Uno de los integrantes saca una balanza y empieza a pesar una a una las 12 fundas de tamaño industrial que lograron recolectar. Luego, las abren y clasifican los desechos en reciclables y no reciclables.
Justo cuando terminan su labor, por el lugar cruza un reciclador, quien disfruta de los últimos bocados de una tarrina con comida.
Los ambientalistas le ofrecen las decenas de botellas que recolectaron en su jornada. El hombre, al principio desconfiado, acepta el obsequio y ahora con su saco lleno se aleja. No ha cruzado aún la calle cuando termina sus alimentos y sin detenerse a pensarlo dos veces arroja el envase al piso, ante la mirada indignada de los ecologistas. (I)