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El Telégrafo

El eje del mal desde otra perspectiva

15 de diciembre de 2013

El 24 de noviembre se anunció el acuerdo provisional sobre la política nuclear de Irán, que establece un período de seis meses para llevar a cabo negociaciones sustanciales.
En The New York Times, Michael Gordon informó que “fue la primera vez en casi un decenio (...) que se toman medidas para detener una buena parte del esfuerzo nuclear iraní e incluso dar marcha atrás en ciertos elementos, según funcionarios estadounidenses”.

Estados Unidos actuó al mismo tiempo para imponer fuertes multas a una empresa suiza que había violado las sanciones impuestas por Estados Unidos. “El momento elegido para hacer el anuncio, en parte, pareció estar destinado a dar a entender que el gobierno de Obama sigue considerando que Irán está sujeto al aislamiento económico”, informó Rick Gladstone en The Times.

El ‘acuerdo histórico’ ciertamente contiene muchas concesiones importantes de Irán, aunque nada comparable por parte de Estados Unidos, que simplemente aceptó limitar temporalmente sus castigos contra Irán.

Sería fácil imaginar posibles concesiones estadounidenses. Para mencionar solo una, Estados Unidos es el único país que viola directamente el tratado de no proliferación nuclear (y, más gravemente, la Carta de Naciones Unidas) al mantener su amenaza de fuerza contra Irán. Estados Unidos podría insistir también en que su cliente israelí se abstuviera de violar gravemente el derecho internacional, uno de muchos casos.

En la narrativa general, se considera natural que solo Irán deba hacer concesiones. Después de todo, Estados Unidos es el Caballero Blanco que encabeza a la comunidad internacional en sus esfuerzos por contener a Irán, ‘la amenaza más grave contra la paz mundial’, y por obligarlo a abstenerse de sus agresiones, del terrorismo y otros crímenes.

Hay una perspectiva diferente, que se escucha poco, aunque merecería por lo menos una mención. Empieza por rechazar la afirmación de Estados Unidos de que este acuerdo rompe con la falta de disposición que hubo durante diez años para abordar la supuesta amenaza nuclear iraní.

Hace diez años, Irán ofreció resolver sus diferencias con Estados Unidos respecto de su programa nuclear, junto con todas las demás. El gobierno de Bush rechazó la propuesta encolerizado y reprendió al diplomático suizo que la transmitió.

La Unión Europea e Irán entonces buscaron un arreglo, según el cual Irán suspendería el enriquecimiento de uranio mientras que los europeos le darían la garantía de que Estados Unidos no atacaría. Como informó Selig Harrison en The Financial Times, la Unión Europea, contenida por Estados Unidos, se negó a hablar de cuestiones de seguridad. El intento fracasó.

En 2010, Irán aceptó una propuesta de Turquía y Brasil para enviar su uranio enriquecido a Turquía, donde sería almacenado. A cambio, Occidente le proporcionaría a Irán los isótopos para los reactores de investigación médica. El presidente Barack Obama criticó ferozmente a Brasil y a Turquía por salirse del redil y rápidamente impuso sanciones más fuertes. Irritado, Brasil dio a conocer una carta de Obama en la que este proponía este acuerdo, al parecer suponiendo que Irán lo rechazaría. El incidente murió en poco tiempo.

También en 2010, los miembros del tratado de no proliferación convocaron a una conferencia internacional para llevar adelante una iniciativa árabe, pendiente desde hacía mucho tiempo, para establecer una zona libre de armas de destrucción masiva en la región. La cita era en Helsinki para diciembre de 2012. Israel se negó a asistir. Irán aceptó sin condiciones.

Entonces Estados Unidos anunció que se cancelaba la conferencia, señalando las objeciones de Israel. Los países árabes, el Parlamento Europeo y Rusia exhortaron a que se volviera a convocar la conferencia, mientras la Asamblea General de la ONU aprobaba por 174-6 votos una resolución para exhortar a Israel a integrarse en el tratado de no proliferación y abrir sus instalaciones a inspección.

Los países que votaron en contra fueron Estados Unidos, Israel, Canadá, las Islas Marshall, Micronesia y Palau. Este resultado indica una posible concesión de Estados Unidos.
Ese aislamiento de Estados Unidos en la arena internacional es bastante normal en una amplia gama de temas.

En cambio, el movimiento de los no alineados (la mayoría de los países), en su reunión del año pasado en Teherán, una vez más apoyó vigorosamente el derecho de Irán, como signatario del tratado de no proliferación, a enriquecer uranio. Estados Unidos rechaza ese derecho, diciendo que está condicionado a una carta de buena conducta expedida por los inspectores. Pero el tratado no dice nada de eso.

Una gran mayoría de árabes apoya el derecho de Irán a continuar con su programa nuclear. Los árabes son hostiles a Irán, pero en su abrumadora mayoría consideran que Estados Unidos e Israel son la principal amenaza a la que se enfrentan, como informe Shibley Telhami en su reciente y amplia reseña sobre la opinión árabe.

“Los funcionarios occidentales parecen estar desconcertados por la negativa de Irán a renunciar a su derecho de enriquecer uranio”, observa Frank Rose en The New York Times, ofreciendo una explicación psicológica. Y se nos vienen otras explicaciones a la mente, con tan solo salirnos ligeramente del pensamiento convencional.

Se puede considerar que Estados Unidos dirige a la comunidad internacional solo si esta se define como Estados Unidos y quien quiera acompañarlo, a veces mediante intimidaciones, como a veces se reconoce tácitamente.

Los críticos del nuevo acuerdo, señalan David E. Sanger y Jodi Rudoren en The New York Times, advierten: “Los intermediarios astutos, los chinos ansiosos de garantizar sus fuentes de energía y los europeos que quieren regresar a los tiempos de antes, cuando Irán era un centro importante de comercio, verán la oportunidad de saltarse las trancas”. En pocas palabras, aceptan las órdenes de Estados Unidos solo por miedo. Y, de hecho, China, la India y muchos otros países han buscado la forma de evadir las sanciones estadounidenses contra Irán.

La perspectiva alterna refuta el resto de la versión estadounidense estándar. No pasa por alto el hecho de que durante 60 años, sin interrupción, Estados Unidos ha estado torturando a los iraníes. Esa miseria empezó en 1953, con un golpe de Estado instrumentado por la CIA para derrocar al gobierno parlamentario de Irán e instalar al sah, un tirano que recopiló uno de los peores historiales en materia de derechos humanos en su calidad de aliado de Washington.

Cuando el sah fue derrocado en 1979, Estados Unidos se dirigió a apoyar a Saddam Hussein en su criminal guerra contra Irán; finalmente participó directamente poniendo su bandera en buques iraquíes para romper el bloqueo iraní. En 1988, un buque de la Armada estadounidense derribó un avión iraní en el espacio aéreo comercial, matando a 290 personas. El buque regresó a casa y recibió honores presidenciales.

Cuando Irán fue obligado a capitular, Estados Unidos renovó el apoyo a su amigo Saddam, incluso invitando a ingenieros nucleares iraquíes a Estados Unidos para darle capacitación avanzada en producción de armas. Después, el gobierno de Bill Clinton le impuso a Irán unas sanciones que se han vuelto mucho más duras en los últimos años.

Hay dos Estados rebeldes que operan en la región recurriendo a la agresión y al terror y violando a su placer el derecho internacional: Estados Unidos y su cliente Israel. Irán efectivamente llevó a cabo un acto de agresión: conquistó tres islas árabes durante el régimen del sah, apoyado por Estados Unidos. Cualquier acto de terrorismo creíblemente atribuido a Irán palidece en comparación con lo que han hecho esos dos Estados rebeldes.

Es comprensible que los Estados rebeldes tengan fuertes objeciones a todo elemento de disuasión en la región, y que libren campañas para liberarse de tales restricciones.

¿Hasta dónde llegará el Estado rebelde menor para eliminar el temido elemento de disuasión con el pretexto del ‘miedo existencial’? Algunos temen que llegue demasiado lejos. Micah Senko, del Consejo de Relaciones Exteriores, advierte en la revista Foreign Policy que Israel podría incluso llegar a la guerra nuclear. El analista de política exterior Zbigniew Brzezinski invita a Washington a dejarle muy claro a Israel que la fuerza aérea estadounidense lo detendría si tratara de bombardear.

¿Cuál de estas perspectivas en conflicto está más cerca de la realidad? Responder a esta pregunta es mucho más que un ejercicio útil. Hay consecuencias globales significativas que dependen de la respuesta.

(El libro más reciente de Noam Chomsky es Power Systems: Conversations on Global Democratic Uprisings and the New Challenges to U.S. Empire. Interviews with David Barsamian. Chomsky es profesor emérito de lingüística y filosofía en el Instituto de Tecnología de Massachusetts, en Cambridge, Massachusetts.)

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