Es una pregunta muy común en nuestro territorio, se la escucha en todas partes, desde los suburbios hasta en los sitios preferidos de la “crema y nata” de las grandes ciudades. Centro de grandes controversias, con solo mencionarla produce fervor, sensibilidad, orgullo y muchas otros sustantivos abstractos, propios de un pueblo agradecido con el solo hecho de que exista esa pregunta.
Tengo solo 18 años y vivo en una ciudad cercana a la “Perla del Pacífico”. Desde que tengo memoria, mi corazón se ha llenado de indignación al ver ancianos en las calles pidiendo como “limosna” una jubilación que por derecho les pertenece; centros de educación públicos en paro, por escasez de recursos; personas muriendo afuera de los hospitales por falta de asistencia médica, escándalos de altos funcionarios públicos; y otros tipos de ultraje hacia un pueblo indefenso.
Cómo no recordar las pequeñas reuniones familiares, donde el único tema de conversación era cómo conseguir visa y un pasaje al extranjero.
Pero todo eso acabó. Una pregunta originó toda una incertidumbre, esa incertidumbre se convirtió en un ideal y ese ideal se convirtió en cambio. Hablar sobre ese cambio está de más. Es tan visible y tan tangible.
La Revolución Ciudadana es el grito de guerra de un pueblo ofendido contra unos “tipejos” autoproclamados mesías de un nuevo orden económico (partidocracia). Lo único que tenían de nuevo eran sus hábiles artimañas para engañar a los que menos tenían.
La Revolución Ciudadana es el cheque cobrado por el pueblo, en el “Banco de la Dignidad”, ubicado en la calle “Esperanza”.
Hoy es un nuevo día; el Sol nunca ha brillado con tanta intensidad en nuestra tierra; las flores crecen con la delicadeza y belleza que solo se describen en pasajes bíblicos; el aire fresco susurra por las riberas del gran Guayas: “Lo logramos, la patria ya es de todos”.
José Andrés Morán Valero
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