Una decisión de gran responsabilidad, que no siempre se asume como tal. Y es que, en el calor que provoca el festín electoral impregnado de consignas, y de un sinnúmero de imágenes que se repiten constantemente, tratando y logrando captar adeptos en tiempo récord, son tantas las propuestas de diversos colores y sabores que para la reflexión ni siquiera queda tiempo.
Es así que se fraguan representaciones populares en personas sin trayectoria alguna, que asumen postulaciones irresponsablemente, por mera vanidad; o con un “quemeimportismo” sin igual se prestan de relleno de listas partidistas y de ahí deviene a futuro una serie de cuestionamientos a su pobre e ineficiente accionar, lo cual no podría ser distinto.
Siendo así, es urgente una pausa para la reflexión, asumiendo que la realidad actual, buena o mala -según cómo y desde dónde se juzgue- obedece y tiene como principales responsables a los detentores del poder hasta la fecha. De ahí la necesidad de hacer una elección apropiada acorde al momento y los requerimientos presentes.
Escudriñando y con lupa encontraremos pocos casos que son dignos de nuestro apoyo, pues su obra a lo largo del tiempo es innegable, sin duda con muchas fallas, pues quien pretende caminar hacia adelante corre el riesgo de confundir la ruta, pero no es menos cierto que eso es mejor a no hacer nada. Otros en su momento tuvieron la grandiosa oportunidad de retribuir con trabajo la confianza popular, pero lastimosamente no supieron sintonizarse con la realidad e hicieron del poder una herramienta al servicio de sus intereses.
Mantener la objetividad resulta primordial, sin dejarse cautivar por propuestas demagógicas de último momento, que por lo general nunca llegan a buen fin, o por personajes pintorescos que de un rato a otro irrumpen en la palestra política asumiéndose como redentores.
Javier Espinosa
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