Sr. Director
Diario El Telégrafo
Sección Cartas al Director
Se basa principalmente en la teoría de John Keynes, considerado como uno de los más brillantes economistas de todos los tiempos y uno de los que más ha influenciado en el manejo económico de los gobiernos. Puede afirmarse que la influencia de Keynes dentro de la política económica ha sido tan profunda que podríamos decir que todos somos keynesianos. La obra más importante de este economista es “The General Theory of Emplyment, Interest and Money”, publicada en 1936.
La teoría de Keynes nace como consecuencia de la crisis de 1929 y se basa en 3 proposiciones:
El ahorro, el tipo de interés y las inversiones. Dentro del aparato conceptual keynesiano, la cantidad de dinero no tiene que ser la causa de inflación, si la economía se encuentra con recursos desocupados. Los incrementos de la cantidad de dinero pueden ser absorbidos por el público sin necesidad de que se traduzca en aumento de precios.
El factor clave cuya manipulación es capaz de evitar tanto el desempleo como la inflación pasa a ser la demanda agregada (esta demanda está representada por el consumo, inversión y gasto público). Cuando el conjunto de estos tres componentes exceda el nivel de renta real del pleno empleo, la brecha será deflacionista y se traducirá en desocupación de los recursos productivos.
Dentro de la revolución económica keynesiana se pone énfasis en el papel crucial que desempeña el nivel de gasto total para conseguir el pleno empleo y su demostración que el medio más eficaz para que ello ocurra es el aumento del gasto público, influencia a favor del dinero barato y la inversión pública en períodos de recesión.
La demanda efectiva keynesiana se basa en crear un poder de compra adicional, si hay dinero en la economía, la gente va a comprar más y las empresas, para satisfacer la demanda, van a generar empleo y producción, y eso va a transmitirse en una reactivación de la producción con sus efectos multiplicadores. Este poder de compra adicional tiene que ser con la participación del Estado en la economía para dinamizar el aparato productivo y salir de la crisis.
Esta política del gasto público es considerada por muchos economistas como política populista, lo que equivalió para efectos prácticos a una condena de la política monetarista.
José V. Recalde Mórtola
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