Las amenazas en esta profesión son cosa de todos los días, eso lo sabemos los auténticos periodistas. De hecho, no creo que exista colega, en el Ecuador o el mundo, que no las haya recibido directa o indirectamente en su vida profesional.
Saber manejarlas constituye parte del trabajo, pero como dicen los venezolanos: “El culillo (miedo) es libre...” al punto que si saliéramos corriendo a la primera amenaza las redacciones quedarían vacías.
Me extraña, eso sí, que hayan amenazado a quien lee el prompter (aparato que se usa en televisión donde le escriben al presentador -Janeth Hinostroza- lo que tiene que decir o, en muchas ocasiones, para que sepa de lo que se trata...) y no al periodista -Fausto Yépez- que efectuó la investigación y los reportajes.
Pero bueno, menos averigua Dios y más perdona... decía mi abuelita. En lo que no concuerdo con la colega que se despidió es que, según ella, “ni en Colombia, con toda la violencia, me pasó esto...”.
Cualquiera que tenga dos dedos de frente sabe que el vecino país es uno de los más violentos y peligrosos del mundo para ejercer esta profesión... al punto que, según Eduardo Márquez, catedrático de la Universidad Sergio Arboleda, desde 1988 hasta 2007, 127 periodistas -reitero: 127- fueron asesinados y por lo menos una docena de ellos tuvo que abandonarlo. No sé en qué país vivió Hinostroza o a qué tipo de labor se dedicó. Presumo, por sus palabras, que fue a la prensa rosa, que es la única que origina halagos y no represalias.
Y ya que estamos hablando de amenazas, deberíamos recordar que, muchas veces, la mayoría, estas no provienen de afuera, sino de adentro; o lo que es peor, del entorno.
En una encuesta difundida por Ciespal, el 78 por ciento de los periodistas encuestados, tanto a medios privados como públicos, atribuía a los grupos de poder la mayor amenaza a la libertad de expresión, otro 32 por ciento consideraba que los propietarios de los medios constituían la principal amenaza a su estabilidad y un 44% reconocía que fue censurado por los dueños o los directores de los medios. De ahí que reitero que las amenazas no son nada nuevo. Presumo yo, que soy mal pensado, que ante la falta de candidatos de la derecha, esto -me refiero a la salida de Hinostroza- forma parte de una bien montada campaña para, primero, desprestigiar al país con el cuentico de los atentados a la libertad de expresión; y, segundo, abrirle la puerta a la nueva candidata. Amanecerá y veremos... dijo el ciego.
PD: Trabajé casi quince años en Ecuavisa, doce en TC y casi cinco en Teleamazonas, dos en Ecuador TV y llevo más de tres en Gama TV, además de radios y periódicos de Azuay y el país, así que sé de lo que hablo. Yo lo viví, no me lo contaron.
Si no, pregunten al actual comandante de la Policía, que se hizo de la “vista gorda” tras las múltiples amenazas en mi contra tras el 30-S por parte de un sector de ella, pese a los constantes llamados del entonces ministro de Gobierno Gustavo Jalkh. Amenazas internas... posdata comandante.
Carlos Alberto Ochoa Hernáncez