La controversia que ha generado el intento de colocación de un monumento al ex alcalde de Guayaquil y ex presidente de la República, León Febres-Cordero, no solo que provoca indignación a quienes consideran al extinto líder del Partido Social Cristiano como uno de los símbolos de la opresión y el terrorismo de Estado, sino que confirma por enésima vez la forma que tienen de ganar connotación personal los aspirantes a una nominación de elección popular de esa tienda política.
Y es que no es algo nuevo que los socialcristianos o -ahora- maderasdeguerrero moldeen su imagen con fogosas intervenciones o groseros reclamos durante eventos en los que tratan de mostrar su “casta bravía”, que institucionalizó Febres-Cordero con expresiones como “yo no me agüevo carajo” y que adoptó su sucesor en el sillón de Olmedo, Jaime Nebot, con amenazas como “con Guayaquil nadie se mete”.
Por ello se ve al asambleísta Andrés Roche, que tiene el mismo estilo del ex diputado Alfonso Harb, que grita, agrede, amenaza, endilga epítetos. Por supuesto que esto lo hacen cuando están rodeados de su guardia de choque o están investidos por el fuero de corte que les otorga la condición de legisladores, lo que les permite protegerse de la respuesta de algún agraviado.
Y así muchos que pasaron por el PSC mostraron ante las cámaras de televisión su iracundia y su “casta de guayaquileños”, en un deformado concepto del gentilicio, cuyo concepto transgeneracional es diferente a cómo ellos lo muestran y que, al contrario, va por lo gentil, amable, acogedor, buen anfitrión.
Así es el guayaquileño, un caballero de fina estampa, hombre laborioso, de verso locuaz, halagador y enamorador, como se lo representa durante las fiestas patronales del mes de julio -mes del guayaquileñismo, en homenaje a la fundación española de la ciudad- y como se lo describe en los textos de los historiadores.
Así que, busquen otra manera de hacerse notar en política, porque esa ya está berreada.
Atentamente,
Ramiro Serrano Miranda
Durán - Guayas