Al periodista, como a todo ser humano, se le pide serenidad, mesura, ecuanimidad, tolerancia, paciencia; si es posible indiferentes e indolentes… Pero no siempre se puede actuar así, por la naturaleza humana; y hay irascibles, vehementes, los llamados “fósforos”, “de fácil combustión”. Y hay que tomar partido, posturas. Hay momentos en que la indignación se apodera y hasta los más tranquilos y pacíficos reaccionan.
Ese fue el caso del periodista iraquí Muntazer Alzandi. El 14 de diciembre de 2008, en Bagdad, le cayó a zapatazos a George W. Bush, quien demostró sus destrezas, “hombre jugado”; los zapatos no llegaron a tocar. Alzandi no logró dar en el blanco y el mundo se privó de ver un golpe de esos, por lo menos, al furibundo carnicero.
Era la indignación de un ciudadano ante tanto abuso imperial.
Pero fue criticado por sus propios colegas: por malcriado y, sobre todo, por hacer eso a míster Bush. Alzandi bien puede alegar que también hizo uso de su libertad de expresión.
Pero no solo hay abuso del poder que debe indignarnos. En la labor periodística, más que la presión externa, existe la coacción interna (medio de comunicación), y que por la necesidad o por el servilismo, muchos aguantan. Cuántos inconformes por tener que soportar la tiranía en los propios medios. Y el periodista reducido a instrumento, sin capacidad de sugerir, peor deliberar, peor rebelarse al interior de los medios. De hacerlo, la calle le espera, o sea, el despido.
Hay testimonios en confianza que tienen que ser anticorreístas porque el jefe está en esa línea. Hipocresía obligada. Prohibido reconocer méritos en el Gobierno, solo en sus opositores. Solo resaltar sus errores.
Entonces esa presión interna logra el servilismo periodístico. Y algunos terminan siéndolo al ciento por ciento.
Y encontramos a aquellos que son todo lo contrario de Muntazer Alzandi. Proimperialistas, qué importa el país ni la soberanía. Pasa en Ecuador, como lo revelan los WikiLeaks, que muchos medios “independientes” callaron. Periodistas comensales de la embajada norteamericana, que por una cena son capaces de renegar de su patria y dignidad. Son felices con el rango de “contactos”. Reducidos a útiles de la opinión pública de los intereses norteamericanos, que no solo son los geopolíticos, sino económicos, por ejemplo por el caso OXY y otros de empresas norteamericanas.
Está bien que tengan su posición política e ideológica, y que sean reaccionarios, neoliberales. Pero el lacayismo, el servilismo, el entreguismo son detestables. Creer que lo más importante es quedarse bien con el Míster.
Y en esa línea también están ciertos izquierdistas, que estuvieron en la cena. Quizá pidiendo consejos sobre qué clase de izquierda le gustaría al amo imperialista.
No asombra del ex presidente Gutiérrez, que nunca pudo tomar una decisión sin consultar con la embajada norteamericana. Y cuando lo hizo ya fue calificado de “abuso de confianza” por la embajadora.
Lo que hayan hecho las cámaras y sectores empresariales no es novedad. Salvo excepciones, siempre están por los intereses foráneos.
La indignación de Alzandi era la materialización de una multitud de sentimientos antiintervencionistas y antiinvasiones, antimasacres, por acá hay actitudes indignas y rastreras.
Y se quejarán de falta de libertad de expresión, cuando más se deleitan con su libertad de sumisión.
Luis Ernesto Tapia Carreño