Después de meses de haber dejado de circular por la avenida Rodríguez Bonín,  que une a la vía a la Costa con la avenida Portete y la Barcelona, lo hice este sábado pensando que luego de tanto tiempo ya no habría  peligro, pero me equivoqué.

Pese a ser fin de semana la congestión es infernal y el amenaza para conductores y peatones se mantiene intacta, en comparación con meses anteriores.

Es obvio que la regeneración de esa calle frecuentada por miles de ciudadanos tiene el propósito de embellecer la zona para el consulado de Estados Unidos -que pronto funcionará allí- y no servir a los ciudadanos de los alrededores, pues ellos tienen que arriesgar su vida para subirse a un bus o para  realizar el simple acto de cruzar la calle.

Nunca faltan los comedidos defensores del Municipio que afirman que “toda mejora implica sacrificio”, pero lo que ha vivido la población en esa parte de la ciudad va más allá del sacrificio y del abuso, cosa que la Defensoría del Pueblo no debió haber dejado pasar por alto.

En este caso la institución debió actuar de oficio en defensa de los ciudadanos y exigir a la Municipalidad  que obligue a la constructora a trabajar con más respeto por las personas. Aunque
todo responde al desprecio que ciertos funcionarios y personajes de la ciudad sienten por el ser humano más pobre.

Luis A. Espinoza, Guayaquil