El desamparo de la ciudad
Con los últimos “plantones” contra el Gasoducto Chorrillos-Monteverde se pone en evidencia la desafortunada planificación que existe en el corredor urbano de la vía Guayaquil-Salinas, hasta Chongón, entre la Cordillera de San Eduardo y el Estero Salado.
Desde 1953 en que se inauguran los primeros puentes en la vía Guayaquil-Salinas, se viene añadiendo sin ninguna planificación, en paralelo a esa carretera, innumerables líneas vitales, como tuberías de agua, canales de riego a Santa Elena, líneas de transmisión de energía eléctrica, cableado óptico, la presa Chongón, depósitos de gas en El Salitral y, por último, un gran desarrollo de urbanizaciones, que deberán convivir con los dinamitazos y el polvo silíceo de las canteras de caliza, por el resto de la eternidad.
Cualquier aficionado a la ecología urbana podría aconsejar a las autoridades municipales una mesa de discusión ciudadana, vacunada contra procesos electorales y escándalos mediáticos, para intentar corregir esas y otras aberraciones del modelo de desarrollo de Guayaquil y Durán, que desde los años 50 nos arrastra dentro de un verdadero túnel sin salida.
Es patética la poca importancia que da la inteligencia municipal a la elevación del mar en 3,2 mm, que cada año complica con la sedimentación natural el drenaje de los ríos Daule y Babahoyo, justo a partir de Pascuales y Samborondón poniendo en riesgo por inundación a medio millón de personas del norte.
(Hace una década, el alcalde de Nueva York no habría creído que los vientos de un huracán empujarían el mar dentro de las calles de Manhattan.
Ni qué hablar del transporte urbano, sobre el que no se ha querido reflexionar por otras alternativas, obsesionados en la diaria mutilación de carriles en las calles ya saturadas por el tráfico de Guayaquil para facilitar la Metrovía.
El desastre que se vislumbra es peor cuando contemplamos impotentes cómo se entregan permisos a la construcción de grandes malls y otras instituciones en las zonas de saturación del tránsito.
Total, el mensaje de los plantones es que los herederos del Municipio ya han perdido su iniciativa y liderazgo, aquella que tuvo el Cabildo para la construcción de su primer acueducto y alcantarillado en los años 20, su red contraincendios, la protección del malecón contra erosión e inundaciones, dejándonos ahora un amargo sabor para una ciudad que se merece, sin revanchas, retomar su camino que perdió hace más de 50 años.
Luis Marín-Nieto
C.C. 0900309964
Profesor de la Universidad de Guayaquil