Los eventos de crisis, como la pandemia por covid-19, hacen que el ser humano se sobreponga y haga esfuerzos de los cuales se creía incapaz.

Es lo que le ocurrió a una familia en el sur de Quito, cuando varios de sus miembros dejaron de percibir sus salarios por la crisis sanitaria.

Es así como surge Pacha Mama, un emprendimiento para comercializar los productos orgánicos que cultiva una familia en El Quinche. Cinco de sus integrantes que producen los alimentos son los beneficiarios directos.

Cristina Llumipamba señaló que esta idea surge ante la necesidad de generar sus propios recursos para garantizar su alimento diario.

“Yo trabajo en una empresa grande donde nuestros derechos fueron vulnerados porque no nos han pagado cuatro meses ni tampoco al IESS”.  

Fue su madre, Etelvina Vizcaíno, quien le dio la idea de que vendiera los productos que ella cultiva en un terreno que dejaron sus padres, “campesinos luchadores”.

“Mi hija tiene cuatro niños y estaba desempleada, mi yerno escaso de trabajo. Fue entonces cuando le dije: ven mijita, cosecha los limoncitos y véndelos porque el trabajar no es vergüenza”, rememoró la señora.

Cristina y su hija Melanie Marín, quienes estudian Marketing y Comunicación, respectivamente, pensaron que sus conocimientos podían aportarle en este negocio que le permitiría la subsistencia a la familia.

Ellos tienen varios familiares que producen en el campo  para autoconsumo y les podían proveer de estos alimentos orgánicos y frescos, que son el “target” de su emprendimiento.

“Es como una ayuda familiar entre todos, para tener por lo menos la comidita”, relata Melanie, quien también está a cargo de las ventas.

Indica que en apenas seis semanas de haber iniciado la promoción de sus productos, primero a través del WhatsApp directamente a sus amigos, ya realizaron unas 100 ventas, entre ellos clientes que se repiten.

Pero antes de que surgiera Pacha Mama, entre todos hacían un trueque con sus alimentos. “Mi abuelita daba sus limones, otros frutillas, o dábamos limones y nos entregaban lechugas o la leche, y así”.

Melanie Marín, quien se encarga de las ventas, señala que las 100 ventas alcanzadas son algo positivo y esperan seguir creciendo.

En un inicio tomaron todos los contactos de los teléfonos y llamaron a sus amigos, luego ellos hicieron recomendaciones a otros y así lograron llegar a más personas.

“Tenemos que ver el lado positivo, no nos podemos quedar atrás, sino de qué vivimos”, dice.

Una iniciativa que han adoptado es la entrega de una canasta a una persona en situación de vulnerabilidad.

Para completar la cadena de distribución, les ha servido mucho un camión que es propiedad familiar y con el cual recogen los productos en el campo y los distribuyen.

“Hay que tener mucho cuidado para que los productos vayan bien fresquitos y sin golpes”, comenta José García, quien al igual que Paúl Almeida buscan la cosecha y la empacan.

Cada canasta contiene 20 productos. “Por lo general nos piden apio, cebolla blanca, cebolla paiteña, tomate, pepinillo, que entregamos a domicilio”, acota Ruth Llumipamba. (I)