Rubén Molina presentó la trilogía de su vida a través de la poesía, cuento y pintura
A lo largo de los últimos 30 años, Rubén Molina ha estado en la constante búsqueda del equilibrio entre lo humano y lo espiritual. En el camino se ha sumergido por completo en estos mundos para encontrar las respuestas a sus preguntas, las mismas que siempre le han parecido efímeras, pero que lo han motivado a seguir en su periplo.
Molina ahonda profanamente en la mente de las personas a través de sus cuadros y relatos con que ha recorrido el mundo, tal como él lo ha hecho. Más se inclina por lo espiritual y lo esotérico.
“Déjame a la luz de la hoguera convocar al espíritu de fuego para despertar ancestro de fuegos, huesos de cigarras malheridas en una tempestad de vientos”, reza uno de sus múltiples poemas en donde deja ver su estilo de ver la vida.
Molina nació en Loja. Se crió en una hacienda rodeado de naturaleza exuberante y del olor del café que tarde a tarde su abuela preparaba para que su abuelo y el resto de la familia leyeran un buen libro. Rubén, desde entonces, se hizo un “observador del mundo y un cronista de mi tiempo”.
Se refugió en la poesía, el cuento y la pintura para expresar sus sentimientos y pensamientos a “determinados seres”. Lo hizo con sus siete libros editados, 35 exposiciones individuales y 170 colectivas.
Desde los 18 años “rompió con su familia” y dejó a un lado su pasado para forjar su propio destino. Viajó por varios países para “cambiar el mundo” y se formó con los gitanos europeos, con los santeros cubanos y los chamanes del oriente ecuatoriano.
“Si no vamos al final del viaje no sabemos cuál será el andén de llegada porque para caminar por el medio debemos conocer cuál es el extremo”, opina el escritor, quien presentó la semana pasada su libro ‘Trilogía de la Quinta Esfera: pintura, cuento y poesía’ en el que resume su carrera artística.
Asegura que durante su carrera le ha sido esquivo el asombro porque “la sabiduría te roba la inocencia y la ignorancia es lo más cercano a la paz”.
Pero esto no lo ha privado de realidades extremas en donde ha estado cerca de la “muerte y de volver a nacer” para luego autoexiliarse y “recargar las baterías y sumergirme en los rituales mágicos de la creación”.
Rubén Molina no habla de trabajos queridos y destacados porque cada vez que los termina se olvida de que existieron y emprende otro viaje creativo teniendo solo como antecedentes su nombre y su fecha de nacimiento.
“Así es mi proceso de crear. Es como morir y volver a nacer porque ambas situaciones están completamente ligadas. Por eso digo que hay que morir con los ojos abiertos para conocer cuál es el panorama de nuestra siguiente vida y por qué no encontrarnos con esos seres que formaron parte de nuestra vida pasada”.