Todo empezó hace 20 años, cuando Heitel Lozano se propuso mejorar los rendimientos productivos del arroz que tenía sembrado su papá, Bolívar Lozano, en el cantón Santa Lucía (Guayas).  

En ese entonces, su padre tenía 10 hectáreas de la gramínea y la producción llegaba a unas 3 toneladas/ha. Gracias a esta actividad, Bolívar mantuvo a su familia y costeó los estudios de sus nueve hijos. Heitel es el octavo.

Tras graduarse como ingeniero agrónomo en la Escuela Superior Politécnica del Litoral, lo primero que hizo fue un estudio de mercado. El análisis le permitió ver las falencias de los productores, como una incorrecta nivelación del suelo y el uso de semillas no certificadas.

A esto se suma que hay muchos arroceros que no hacen un análisis económico de su cultivo, sino que sus registros productivos los llevan en la mente.

También notó que se gastaba mucho en mano de obra en labores de deshierba, porque los suelos eran desnivelados. “Una de las formas de controlar la maleza es con el agua, porque si un suelo está desnivelado no habría un buen control del agua, y si no se hace, hay una incorrecta aplicación de fertilizantes”.

Esta problemática ocasiona una descompensación en el arroz, porque se obtiene una cosecha desigual, con granos maduros y verdes por el mismo comportamiento del cultivo.

La maquinaria agrícola entró en su estudio. Vio que el uso de tractores bulldog para nivelar los suelos, tanto en seco o en agua, dejaba 70% de eficiencia.

Todo cambió desde 2014 cuando aparecieron las niveladoras láser, con las cuales se obtenía el 95% de eficiencia. “Esto provocó que el 30% de los productores arroceros nivelen sus suelos con estos tractores (...). El costo de nivelación no varió, que es de $150 por hectárea, pero sí la eficiencia”.  

Otro sistema que implementa Lozano, desde 2016, es la fumigación de sus 100 hectáreas de arroz con drones, en reemplazo de la manual.

Uno de los resultados fue el evitar que los trabajadores se contaminen por la aplicación de los agroquímicos, ya que fumigaban el cultivo con un equipo manual, por lo que aspiraban parte del producto.

Con el dron, el proceso se lo efectúa desde una tableta que programa el área a fumigar. A una altura de 2 metros se esparce el líquido por el cultivo, a fin de combatir las plagas en el arroz.

Lozano explica que la aplicación de los insumos se lo realiza en 10 minutos por hectárea, mientras que una persona necesita entre 4 a 5 horas para hacer dicha actividad de forma manual.

Otra ventaja con este sistema es que la jornada termina a las 08:00 y los insumos no pierden sus beneficios. En cambio, la labor manual del obrero finaliza entre las 10:00 u 11:00, cuando el sol está fuerte, lo que provoca que los productos no sean 100% eficientes.

La aplicación de estas herramientas tecnológicas permiten al productor tener un suelo nivelado, aprovechar 100% el agua e insumos agrícolas (fungicidas, abonos, etc.) y usar semillas certificadas y de alto rendimiento. Todo esto viene de la mano con la capacitación y asesoría técnica que ofrece la empresa pública y privada.

Los resultados se reflejan en el incremento productivo por hectárea. Un ejemplo es Guayas, que pasó de 3 toneladas/ha hasta 7,5 t/ha, y en varios sectores de Los Ríos, 4,5 t/ha.

Estas innovaciones ayudarán al arrocero, en el medio plazo, a bajar sus costos de producción y ofertar a la industria una gramínea de alta calidad y buen sabor, y que sea del interés del mercado externo. (I)