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La violencia política contra las mujeres en el Ecuador

La sociedad ecuatoriana ha dado pasos hacia una democratización en términos de género; sin embargo, las opciones femeninas para actuar en igualdad de condiciones todavía son limitadas.
La sociedad ecuatoriana ha dado pasos hacia una democratización en términos de género; sin embargo, las opciones femeninas para actuar en igualdad de condiciones todavía son limitadas.
Archivo / ET
23 de febrero de 2020 - 00:00

La participación de las mujeres en igualdad de condiciones constituye un tema urgente en las agendas internacionales y es un tema pendiente en las democracias modernas.

Hoy en día no podemos hablar de una democracia sólida si la mitad de la población es excluida de los lugares de toma de decisiones.

La violencia política constituye uno de los elementos más graves que desincentivan la participación de las mujeres en este ámbito y para combatir esta práctica negativa es necesario visibilizarla.

Por esta razón, la Corporación de Participación Ciudadana lleva adelante la iniciativa de Monitoreo de Violencia Política contra las Mujeres, una herramienta técnica a través de la cual se pueden levantar datos para cuantificar la violencia y los tipos de agresión que reciben en la red social Twitter las mujeres políticas y que desempeñan cargos públicos.

Desde diciembre de 2019 a enero 2020, en total se contabilizaron 506 tuits con 204 expresiones con contenido discriminatorio y 271 frases del mismo tipo durante todo el periodo de monitoreo.

De esas 204 expresiones con carácter violento, 72 registran un total de 409 repeticiones. Algunas de las palabras más utilizadas para agredir a las mujeres son: rata, meretriz, prostituta y fea.

Estos resultados ponen en evidencia una lamentable realidad presente en todo el mundo: que las mujeres son constantemente víctimas de violencia por el hecho de ser mujeres en distintos espacios. El espacio público y cibernético no es la excepción.

Los resultados del monitoreo muestran que el 61% de expresiones de violencia política hacen referencia a la desvalorización del rol de la mujer; 16% corresponde a violencia por la apariencia y 14% corresponde a violencia gráfica.

¿Qué nos demuestran estas cifras?

Que aquellas féminas que han alcanzado a ejercer cargos públicos y políticos son violentadas por una sociedad que mantiene la creencia caduca de que ellas son menos capaces que los hombres para desempeñar estos puestos y que las ataca descalificando sus propuestas, alegando que su “rol de mujer” es el trabajo doméstico, el matrimonio, la maternidad u otro tipo de actividades feminizadas como la costura, la cocina, o el cuidado de niños.

Adicionalmente, las mujeres son violentadas constantemente por su apariencia física en general, que nada tiene que ver con su capacidad para liderar en un espacio de toma de decisiones.

Los mensajes violentos en Twitter incluyen violencia gráfica que los usuarios generan a través de emoticones e imágenes en detrimento de este género.

Esto debe llamarnos particularmente la atención, ya que existe una deshumanización de las mujeres; “no nos ven como seres humanos capaces y completos, sino que somos vistas únicamente como un cuerpo, lo que desemboca en manifestaciones violentas de poder como la violación y el femicidio, actos que destruyen y afectan a todo el tejido social”.

La mayor parte de los aspectos de la violencia política tomados en cuenta para este monitoreo no son experimentados por los hombres o los experimentan en una magnitud mucho menor.

Es decir, que la participación política de las mujeres no se da en igualdad de condiciones ya que no existe un ambiente habilitante para que estas puedan ejercer sus derechos políticos, lo que limita su participación.

Los datos del Observatorio para la Igualdad de Género de la Cepal nos indican que, indiscutiblemente, hay avances registrados por las féminas de la región a lo largo de las últimas dos décadas; sin embargo, persisten las brechas entre hombres y mujeres.

El Observatorio establece algunos indicadores para medir justamente la situación femenina; la autonomía económica, la autonomía física y la autonomía en la toma de decisiones.

Este último indicador nos permite visibilizar la presencia de mujeres en los distintos niveles de los poderes del Estado y las medidas orientadas a promover su participación plena y en igualdad de condiciones en los distintos países.

Si miramos el perfil del Ecuador, los datos nos muestran bajos niveles de participación; solamente 38% de legisladores son mujeres, 24% de los gabinetes ministeriales están encabezados por mujeres y apenas el 7,2% de las alcaldías son lideradas por el mal denominado “sexo débil”.

En ninguno de estos indicadores la participación llega ni siquiera a un 40%.

La baja participación política de las mujeres está directamente relacionada con la violencia estructural que las atraviesa todos los días.

Esto se vuelve un círculo vicioso; debido a la poca participación política hay una falta de políticas públicas en favor de los derechos de ellas, que no solamente aumenta la brecha de género, sino que constituye un obstáculo para el desarrollo socioeconómico del Ecuador.

Recordemos también que la violencia contra las mujeres es producto de una violencia generalizada y presente en nuestra sociedad que, finalmente, nos perjudica a todos y todas.

Por eso es importante visibilizar con cifras y datos la problemática, para que desde las instituciones del Estado se tomen las medidas necesarias y específicas para combatir la violencia de género y para garantizar un ambiente habilitante para que todas puedan ejercer plena y abiertamente sus derechos de participación y para avanzar hacia una sociedad más igualitaria, pacífica y libre de violencia. (I)

Autora: Natalia Salgado

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