De los 75.000 habitantes de Juchitán, 5.000 pertenecen al grupo
Muxes, de aceptados iniciadores sexuales a incómodos protagonistas
Juchitán de Zaragoza, México.-
Estrella Velázquez es una indígena travesti, alta y morena. Lleva un chongo adornado con una rosa, camina en la mexicana ciudad de Juchitán e ignora las burlas. Es integrante de los muxes de Oaxaca en proceso de ‘reinvención’.
En la etnia indígena zapoteca del sur de México, los muxes han sido reconocidos como el ‘tercer género’ y aceptados como los ‘iniciadores sexuales’ de los hombres.
Sin embargo, inspirados en el avance de la lucha de la comunidad LGBT, han comenzado a usar los vestidos típicos a diario y de gala para lucirlos en las fiestas religiosas. Incluso algunos muxes se han convertido en transexuales y lograron cambiar sus nombres.
“Somos más libres y vistosas, pero todavía hay discriminación”, comenta Estrella, de 35 años y directora de la oficina de Diversidad Sexual del municipio de Juchitán.
El deseo de muchos muxes de salir de su rol tradicional los ha confrontado con las mujeres de esta región matriarcal.
El sismo de 8,2 grados del pasado 7 de septiembre, que convirtió en escombros gran parte del istmo de Tehuantepec, mostró el rol especial, pero precario que los muxes tienen en la sociedad zapoteca: lo mismo cargan grandes pedazos de losas de cemento que preparan comida con los escasos ingredientes. La discriminación sigue intacta.
“Es indignante”
A las mujeres de Juchitán no les importa que los muxes mantengan relaciones con los hombres de sus comunidades. Pero rechazan que vistan de tehuanas, sus vestidos tradicionales, y que participen en sus celebraciones, llamadas Velas.
Los trajes de tehuana, popularizados por la pintora Frida Kahlo, además de hermosos, son caros; están bordados a mano sobre finos terciopelos, resaltados con joyería artesanal de oro y holanes blancos en la cabeza llamados resplandores.
Las zapotecas los usan para las Velas, fiestas que duran toda la noche y están dedicadas a los santos patronos de los pueblos del istmo de Tehuantepec, en las que hay derroche de comida y bebida.
“Que hagan con su sexualidad lo que quieran, todo estaba bien hasta que comenzaron a ‘vestirse’. Es indignante que usen nuestros trajes de gala”, dice Angélica Castillejos, una modista de 46 años.
En contraste, la mayoría de los hombres se mantiene neutral. “Está bien (si los muxes usan la vestimenta típica). A mí no me disgusta”, comenta Alejandro Ruiz, un carnicero, bajo la mirada rabiosa de la cajera del puesto.
“Simplemente somos cuerpos”
La asociación civil Melendre, que defiende y promueve la cultura zapoteca, estima que de los 75.000 habitantes de Juchitán, 5.000 son muxes. También hay presencia en pueblos vecinos: Niltepec e Ixtepec.
“La homofobia se debe al rol protagónico que asumieron algunos, que no ha sido muy bien visto porque se considera que fue en detrimento del que tiene la mujer en la sociedad zapoteca”, expuso Luis Guerrero, director de Melendre.
Los muxes argumentan que necesitaban visibilizarse. “Era innecesario, acá siempre habían tenido su rol identificado como el tercer género”, añade Guerrero.
En su papel de iniciadores sexuales de los hombres, los muxes también son respetados y comienzan su vida muy jóvenes.
“Cuando iba en la primaria y después en la secundaria, uno de cada dos de mis compañeros ya había tenido una experiencia sexual con un muxe”, rememora Guerrero. “Casi todos tenemos un muxe en la familia”.
También alta y de voz fuerte, Binizia Carrillo es otro muxe en Niltepec, Oaxaca, y se viste de tehuana. “Las autoridades nos violentan, no hay cambio de nombre genérico”.
“Simplemente somos cuerpos que se prestan para que los hombres se inicien sexualmente, solamente somos iniciadoras, los hombres se van a casar con mujeres biológicas que tienen vulva y vagina”.
“La tendencia de los muxes a ser femeninas ha llevado a algunos a ponerse aceites (para aumentar los glúteos) y un montón de cosas siguiendo el patrón de la belleza que exige un cuerpo delgado y exuberante”, comenta Felina Santiago, líder de un grupo que hace sus propias Velas. Ella teme que en esa carrera por hacer más femenina su imagen se podría perder la propia identidad de la comunidad. (I)