La limpieza de comestibles une a familias en zonas rurales
La siembra, el mantenimiento y la cosecha de productos agrícolas son labores que, a más de optimizar el uso de suelo y diversificar la oferta de comestibles en los mercados, fortalecen lazos familiares. Los experimentados agricultores, generalmente hombres mayores de 50 años, convocan a sus hijos, nietos, nueras, yernos y más allegados, quienes agilitan significativamente estas tareas en un ambiente de bulliciosas y alegres tertulias.
Muy tradicionales de zonas rurales, estas actividades se complementan con un minucioso y repetitivo proceso de limpieza de los comestibles, previamente a su salida hacia puntos de expendio en la región. Hualcanga Santa Anita (cantón Quero), San Francisco y Manteles (cantón Patate), y Quisapincha y Pasa (Ambato), entre otras, son algunas de las comunidades tungurahuenses donde se desarrollan con frecuencia estas labores.
“Antes de transportar las semillas, granos, tubérculos y frutos a los distintos mercados de la localidad, se aplican ancestrales mecanismos de filtración, lavado y escogimiento; así garantizamos un producto limpio, pero además con excelente presentación. De esta labor suelen encargarse las matronas y abuelitos de las comunas, ya que con tantos años de experiencia en el campo ellos dominan estos saberes”, comentó Enrique Naula, agricultor de la parroquia Quisapincha.
Filtrado de semilla
En esta extensa e insigne zona de Ambato, el cultivo de cebada, trigo, avena y centeno, entre otros cereales, abarca grandes extensiones de terreno cultivable. Cada uno de estos productos tarda entre 10 y 11 meses en madurar los granos de las espigas, sin embargo tras la primera cosecha el período de germinación se acorta a seis meses.
Las mujeres forman parte de esta cadena de producción. Ellas trabajan todos los días.
“Lo primero que les enseñamos a los niños es a reconocer cuándo los capuchones (vainas que recubren el grano aprovechable de un cereal) están maduros. Luego, ellos aprenden las mejores y más seguras técnicas para recolectar el producto, pues la mayor parte de los tallos tienen afilados brotes, y finalmente a eliminar los contaminantes y desechos de las semillas”, comentó Gerardo Fuentes, agricultor del Centro Agrícola Cantonal del cantón tungurahuense Patate.
En varias zonas de esta pequeña y cálida ciudad ubicada al sur de Ambato, en estos días tiene lugar la filtración de espigas de cebada y trigo. Algunas de ellas son San Francisco y Manteles. En esta primera, el martes al menos 30 familias se dedicaron durante 5 horas a esta demorada y afanosa tarea.
El factor determinante para la realización de esta actividad, según la comunera Norma Saltos, es la presencia de fuertes ráfagas de viento que en esta temporada del año suben desde la Amazonía y se filtran por varias quebradas y montañas antes de llegar a esta conocida comunidad, facilitando enormemente la filtración.
“Consiste en escoger las espigas más grandes y secas de la cosecha, las cuales se apilan en una superficie de asfalto o a su vez sobre una extensión considerable de piedra lisa. Luego, se toma una vara de madera gruesa y se azota con mucha fuerza las espigas, con el objetivo de romper las vainas y dejar caer en tierra las semillas”, agregó Fuentes.
El producto se recoge y guarda en recipientes espaciosos, frescos y secos. Los tallos que aún no se han abierto, generalmente los más frescos, son apilados y azotados nuevamente. A continuación se realiza una tercera filtración de tamo (hojarasca seca).
Para ello se avienta las espigas a una altura de no más de un metro. A una distancia de tres metros de quien lanza los tallos, una red casera muy fina atrapa los rastrojos con los que más tarde se prepararán abonos naturales y encendedores de fuego. Mientras los adultos realizan esta actividad, los chicos observan y practican en un lugar no muy alejado con pequeños atados de avena y centeno.
Las frías aguas que descienden por las montañas que rodean al cantón Quero, ubicado al sureste de Ambato, sirven para eliminar impurezas de las cosechas. (I)